Por: FRANCISCO M. BERROA UBIERA
HISTORIADOR
PIRATA JOHN HAWKINS
Los europeos consideraron durante mucho tiempo el Mar Mediterráneo como
el Mare Nostrum, pero, las exploraciones del océano Atlántico y de otros mares
realizadas a finales del siglo XV y principios del Siglo XVI ayudaron a dejar
atrás esta opinión. Por ejemplo, en 1513
Vasco Núñez de Balboa encontró el Mar del Sur, lo cual amplió el horizonte de
los mares conocidos.
La teoría de Mare Clausum, que había predominado en
Europa antes del siglo XVI, siendo defendida por Camillo Borrell, Fray Serafín
de Treytos y Solórzano Pereyra, fue gradualmente superada y combatida por un
joven jurisconsulto de la ciudad de Delft llamado Hugo Van Grot, quien terminó
siendo conocido como Hugo Grocio, padre de la teoría de Mare Liberum, y autor
de un famoso comentario a la Ley
de Presos titulado en latín: "De Jure Praedae Commentarius", en cuyo
capitulo XII defendió la libertad de los mares.
La publicación de su obra se produjo en 1609 con el
título de "Mare liberum sive de Jure quoce botavis competit ace indicana
comercia disertatio", la cual; fue editada en 1868.[1] En su obra "anatematizó la política de
mar cerrado de España y Portugal".[2] En sentido general las causas de la piratería
se pueden resumir en tres puntos:
a) La atracción que sentían varias potencias europeas
por las riquezas de América (Oro y Plata);
b) La existencia en Europa de grandes masas
depauperadas;
y c) La debilidad del imperio ultramarino español.
En cierta medida la piratería tuvo motivaciones
religiosas, y constituyó una vía de ennoblecimiento de los Drake, Morgan,
Granmont, y "Lorencillo", entre otros, constituyendo un mecanismo
usado por los protestantes (hugonotes, calvinistas y anglicanos) para combatir la Iglesia católica y al
Papa.
En lo que respecta al Caribe sabemos que sus islas, que son más de 1,000,
incluyendo miles de islotes y cayos, los cuales totalizan unos 2,700,000 kilómetros
cuadrados.
Este inmenso archipiélago, durante los siglos XV, XVI
y XVII fue surcado por los buques españoles, y por barcos pesados, de quillas
cortas y por otros de grandes castillos, que debieron enfrentar los buques
alargados y a los veleros de los piratas, especialmente de los conocidos en nuestros
mares como los filibusteros.
La diferencia entre el pirata y los corsarios radica
en que los piratas roban por cuenta propia y los corsarios dirigían
embarcaciones con patente de corso de su gobierno. A los capitanes y tripulantes con patentes de
corso de estos barcos se les denomina corsarios en español, en francés
corsaires y en inglés privateers. y se caracterizaron por aceptar las leyes y
usos de guerra, especialmente se regulaban por las leyes de Pisa de 1289, las
de Génova de 1313 y 1316; por los acuerdos de la liga Hanseática de 1363, 1364,
y 1382, y las posteriores ordenanzas de corso de 1584; por los reglamentos
anglo-franceses de 1495 y 1597, y por el reglamento francés de corso de 1373;
las ordenanzas de corso de Francia de 1584; las de Holanda de 1597 y 1622, la
inglesa de 1707, y la de Dinamarca de 1710, entre otras.
Existe además la denominación de corso-pirata, con
patente de su gobierno y que atacan los barcos de los Estados enemigos, y nunca
atacaban a los de su propio país.
BANDERA PIRATA
La piratería americana se inicia en 1521 y se extiende hasta 1722, es decir, por un poco mas de 200 años, siendo su época de apogeo de
De 1536
a 1568 los piratas capturaron 189 barcos españoles y
realizaron 74 incursiones terrestres, llegando apresar en el atlántico 152
barcos españoles, incluyendo 37 en el triangulo formado por los territorios de
las islas Canarias, Azores y la península Pirenaica, es decir, una media de
4,75 barcos por año.
En 1521 un pirata que alcanzó notoriedad fue Jean
Fleury, también llamado Juan Florín o Florentino que fue el azote de las Azores
y las Canarias, quien conjuntamente con el armador de barcos normando Jean
D'Ango planificó el robo del tesoro de Montezuma o Moctecuhzoma consistente en
58,000 barras de oro, equivalentes a 88,000 castellanos que lo tenía en su
poder Cuauhtémoc.
Florín llega a capturar inclusive un barco español en
el Cabo San Vicente, pero en 3 de octubre de 1527 fue capturado por el Capitán
Vizcaíno Martín Pérez de Irizar de la
Armada de Vizcaya, ofreciendo el pirata Florín a éste la suma
de 300,000 ducados para que se libertara, siendo finalmente ejecutado por orden
de Carlos V en Culmenar de Arenas, localidad de Toledo, España.
Sabemos que la primera Patente de Corso francesa se
dio en 1553. Una cédula de 1640 ordena a
los vecinos de América que preparen armas y caballos para garantizar las
defensas de las ciudades.
Desde que fueron descubiertos los yacimientos de plata
de zacatecas, Guanajuato, Cuencamé, San Luis de Potosí, sombrerete y Pacituca,
y comenzaron los envíos de este metal al Viejo Mundo, hubo necesidad de
organizar grandes flotas compuestas de 40 barcos mercantes y entre 5 a 8 barcos militares, estando
cada uno de estos buques armado con 8 cañones de bronce, 4 de hierro, 24 piezas
menores y 100 mosquetes a disposición de la tripulación militar.
El sistema de flotas fue creado por la Real Cédula de fecha
10 de junio de 1561, y por lo regular la flota partía de Sevilla, puerto
mediterráneo del río Guadalquivir, ubicado a 70 kilómetros de la
costa, desde donde se dirigían a las islas canarias y desde allí cruzaban el
Océano para llegar a las islas de dominica o Guadalupe, desde las cuales se
podía dirigir a los puertos de Veracruz, Cartagena de Indias, o a Porto
Bello. Para regresar se dirigían a La Habana , Cuba, desde donde
salía la flota hacía España casi siempre antes del día 10 de agosto de cada
año, después de haber colectado y recogido oro, perlas , tabaco y cacao en
Cartagena; plata en Porto Bello en donde esperaban que pasaran los 40 días de
la feria; y Plata en Veracruz.[3]
Referencias:
[1]
Lucerna Samoral, Manuel: Piratas, Bucaneros, Filibusteros Y Corsarios en
América. Perros, mendigos y otros
malditos del mar. Editorial Mapfre,
Madrid, 1992.
[2]
Eleazar Cordoba Bello: Compañías holandesas de navegación. Publicaciones de la Escuela de estudios
Hispano-Americanos de Sevilla, Sevilla, 1964. P. 16.
[3]
Para mayor información recomiendo consultar la obra de: Lucerna Samoral,
Manuel: Piratas, Bucaneros, Filibusteros Y Corsarios en América. Perros, mendigos y otros malditos del
mar. Editorial Mapfre, Madrid, 1992.
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