Tuesday, September 18, 2007

HISTORIA DE LA BANDERA DOMINICANA



ESTA ES LA BANDERA DE LOS DOMINICANOS DESDE 1908




PRIMER LIENZO DOMINICANO (1844-1908)


NOTIHISTORIADOMINICANA


Por: FRANCISCO BERROA UBIERA, HISTORIADOR

La primera referencia a la bandera dominicana se halla en el Juramento de los Trinitarios del 16 de julio de 1838, redactado por Juan Pablo Duarte, que dice que la República Dominicana al momento de ser proclamada tendría: “Su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules, atravesados por una cruz blanca”.

Fue Duarte el que escogió los colores de nuestra bandera: Rojo, azul y blanco. Sobre el motivo para la elección de estos colores para la bandera dominicana existe un interesante artículo de don José Gabriel García titulado "La idea separatista", en donde el distinguido historiador explica la causa por la cual Dessalines eliminó el color blanco de la bandera francesa para diseñar la insignia de Haití, alegando que el líder negro consideraba que todos los males de su pueblo se debían a los "blancos" franceses.

Se sabe que para la enseña nacional, Duarte escogió el blanco porque: "Concibió la grande idea de separar los colores de la bandera haitiana [rojo y azul] con una cruz blanca, para significar de este modo al mundo, que el pueblo dominicano, al ingresar a la vida de la libertad, proclamaba la unión de todas las razas por los vínculos de la civilización del cristianismo"(Ver: Henríquez i Carvajal, Federico: Duarte, Santo Domingo, Biblioteca Nacional, 1987, P. 84.).

También, el blanco representa la cruz latina, la unión y la santidad; y los demás colores, el rojo la sangre derramada por los patriotas en la lucha por la libertad; y, el azul representa el color del cielo.

Descripción de la enseña nacional dominicana. Nuestra primera bandera tenía originalmente dos cuadriláteros superiores azules y dos inferiores rojos, separados por una cruz latina blanca, aunque posteriormente, con la reforma constitucional de 1908, en la nueva descripción de nuestro pabellón los cuadrados fueron alternados, es decir, dos superiores: Uno azul y otro rojo, y dos inferiores: Rojo y azul.

Sí bien la primera insignia del país fue ideada por Duarte, se sabe que la primera bandera fue confeccionada por la joven María de la Concepción Bona y Hernández (1824-1901), con la ayuda de su prima María de Jesús Pina, y fue empuñada y enarbolada por vez primera por Francisco Sánchez del Rosario en la puerta de San Genaro o puerta del Conde de Peñalba, cuando se proclamó la independencia a las 11:00 horas de la noche del 27 de febrero de 1844.

Cuando la Junta Central Gubernativa, una vez proclamada la independencia, decidió enviar al trinitario Juan Nepomuceno Ravelo a buscar a Juan Pablo Duarte que se había mantenido en Curazao a causa de un acceso de fiebre amarilla, éste viajó en la goleta Leonor, que zarpó de Santo Domingo capitaneada por don Juan Alejandro Acosta el 1º. De marzo de 1844, y por primera ocasión ondeó por el mar Caribe nuestra insignia tricolor.

Se sabe que también confeccionaron banderas María Trinidad Sánchez, María de Jesús Pina, Ana Valverde, Isabel Sosa, y las hermanas veganas María del Carmen, María Francisca y Manuela Villa, que confeccionaron la bandera que flotó a orillas del Camú en 4 de marzo de 1844, y en cuya casa se hospedó Duarte cuando visitó La Vega en 25 de junio de 1844.

Isabel Sosa fue la esposa del fundador de la marina de guerra Juan Bautista Cambiaso y Cambiaso, y se sabe que en mayo de 1844 él viajó en una goleta a Saint-Thomas para comprar armas, y que posiblemente usó una bandera cocida y bordada por su compañera.

En torno a la unión de las etnias existe un poema de Duarte: "La unidad de las razas", en el que se lee: "Los blancos, morenos, / cobrizos, cruzados, / marchando serenos, / unidos y osados, / la Patria salvemos / de viles tiranos, / y al mundo mostremos / que somos hermanos".

Queda claramente demostrado que fue Duarte el ideólogo de la enseña nacional, siendo el poeta Ramón Emilio Jiménez el autor del “Himno a la Bandera”, que dice:

Ya empezó su trabajo la escuela
Y es preciso elevarte a lo azul,
Relicario de viejos amores
Mientras reine la mágica luz.

Nos sentimos arder a tu influjo
La luz viva de un fuego interior
Cuando flotas alegre, besada
Por los cálidos rayos del sol.

¡Dios! Parece decir, ¡Oh Bandera!
La sublime expresión de tu azul;
¡Patria el rayo de vívida llama;
¡Libertad! Dice el blanco en la cruz.

Mientras haya una escuela que cante
Tu grandeza, bandera de amor.
Flotarás con el alma de Duarte,
Vivirás con el alma de Dios.

La bandera nacional fue sustituida por la bandera española al producirse la anexión a España en 18 de marzo de 1861, sin embargo, nuestra enseña no falleció con Francisco Sánchez, fusilado en el cementerio de San Juan de La Maguana envuelto en la insignia patria, por ordenes de Santana el 4 de julio de 1861, todo lo contrario, su sangre fecunda le abonó la nueva patria que resurgió en el cerro de Capotillo con los primeros rayos de sol el día 16 de agosto de 1863, al quedar iniciada la nueva guerra de liberación contra los españoles.

Sobre Francisco Sánchez se debe agregar que él y un grupo de patriotas organizaron y produjeron una expedición desde Haití contra el colonialismo español y contra Santana en mayo de 1861, sin embargo, los insurgentes fueron capturados, enjuiciados y fusilados en el cementerio de San Juan. A Sánchez le permitieron cubrirse con la bandera dominicana, y según Lugo Lovatón, Sánchez se hallaba “Sentado en su sillón, cubierto por la cruz de su bandera, ante el soberbio panorama de las montañas sureñas de San Juan, y a cielo abierto, pisando el sitio donde habrán de cavar su propia sepultura, el misionero de la gran jornada ha llegado al fin al remate de su destino terrenal.” (Lugo, II, 1948, P. 188).

De acuerdo con un relato de Benito Monción, tras el fracaso de la insurrección que se intentó contra los españoles en los pueblos del Cibao en febrero de 1863, los patriotas dominicanos se vieron en la necesidad de internarse en el territorio del vecino país, en donde permanecieron varios meses, y en agosto de 1863:

“El quince de agosto, a medianoche, dejamos a “David”; Cabrera y Santiago Rodríguez, a la cabeza de ochenta hombres, con destino a Sabaneta, y yo con treinta y seis, y una bandera -la de [Huberto] Marsán- para ir sobre Guayubín. Íbamos a recomenzar, con más vigor ahora y, al fin, con más feliz resultado, para la patria, la lucha que habíamos abandonado desde el 24 de febrero.
“Me amaneció en los “Cerros de las Patillas”, a vista de Dajabón y muy próximo campamento español de “Belair”, “Fuente de Belair”. Levanté en una altura la bandera dominicana, de manera que la viesen los españoles; seguramente la vieron, puesto que nos hallábamos muy cercanos...” (Monción, general Benito: De Capotillo a Santiago, Relación histórica, Comisión de Efemérides Patrias, Santo Domingo, 2002).

Y así, con la bandera dominicana proscrita hallándose empuñada en las manos levantadas del general Benito Monción se inició la nueva guerra de liberación nacional que tuvo un costó para España de unos $40.0 millones de pesos, y cerca de 25,000 bajas militares en apenas dos años de guerra.

Nueva vez el país fue militarmente ocupado por tropas de los Estados Unidos (1ro. de mayo de 1916 al 12 de julio de 1924), siendo prohibido el uso de la bandera nacional, sin embargo, el guerrillero nacionalista Muñiñingo Ubiera solía cubrirse en nuestro pabellón, para ir a combatir a las tropas norteamericanas en la feraces y escarpadas montañas orientales, siendo luego doña Ercilia Pepin, la insigne educadora de Santiago, quien confeccionó conjuntamente con sus alumnas todas las banderas que flotaron en esa ciudad del norte, engalanando los aires patrios, al producirse la retirada de las tropas norteamericanas en 12 de julio de 1924.

Existe un poema dedicado al pabellón dominicano: “Arriba el Pabellón” del poeta dominicano Gastón F. Deligne, comienza así:
I
¡Tercien armas! ¡Como quiera!
El acostumbrado estruendo
Ello es que el sol va saliendo
Y hay que enhestar la bandera.

II
Enfilado pelotón
De la guarda somnolienta
Al pie del asta presenta
Arbitraria formación.

III
Y hechas a las dos auroras
En que cielo y patria están
Pasan de largo en su afán
Las gentes madrugadoras.

IV
Ni ven el sol de la raza
Cuyos colores lozanos
Tremolan entre las manos
Del ayudante de plaza.

V
Ni del lienzo nacional
Fijo ya en delgada driza
Recuerda que simboliza
Toda una historia inmortal

VI
Pues cada matiz encierra
Lo que hicieran los mayores
Por el bien y los honores
Y el rescate de la tierra.

VII
El rojo de su gloriosa
Decisión, dice el oído.
Soy, dice, el Laurel teñido
Con su sangre generosa.

VIII
Es el azul de su anhelo
Progresista clara enseña.
Color con que el alma sueña
Cuando sueña con el cielo.

IX
El blanco póstumo amor
A sus entrañas se aferra
Dar por corona a la guerra
El olivo redentor.

X
Presenten armas, y ondea
El pabellón y se encubra
Bajo el sol que deslumbra
Y el clarín que clamorea.

XI
Ladra un can del estridente
Sonido sobresaltado.
Arde en aromas el prado
Rompe en trinos el ambiente.

XII
¡Que linda en el tope estás
Dominicana bandera!
¡Quién te viera, quién te viera
Más arriba, mucho más!