Wednesday, November 30, 2016

Los sucesos políticos y rebeliones populares tras el magnicidio del general Ulises Heureaux (Lilís)

NOTIHISTORIADOMINICANA






Tras la muerte violenta del general Heureaux que ya explicamos (Ver: LA VERDADERA HISTORIA DEL MAGNICIDIO DEL GENERAL ULISES HEUREAUX OCCURIDO EN LA VILLA HEROICA DE MOCA EL 26 DE JULIO DE 1899, Y SUS CONSECUENCIAS, publicado en este blog), llego el momento de las rebeliones contra los remanentes de la dictadura descabezada.  Estos fueron los hechos suscitados:
LA EXPEDICION DEL GENERAL ANDRES NAVARRO DE 1899
Mientras tanto, en el vecino país, los partidarios de los generales Andrés Navarro, Pablo Reyes, José Polo, Higinio Arvelo, y Leoncio Roca organizaron una expedición en la ciudad de Cabo Haitiano en el mes de agosto de 1899,  iniciando una sangrienta lucha en toda la Línea Noroeste, desde el Cerro de Juan Calvo, de Dajabón hasta Montecristi, quienes conmocionaron a las autoridades gubernamentales en el zona del Cibao, y literalmente obligaron a los generales Miguel Andrés Pichardo (a) Güelo, y al temido Pedro Pepín (a) Perico a enfrentar a los expedicionarios que se impusieron muy pronto a los valientes y experimentados generales Lilisistas a quienes lograron derrotar con sus tropas en los combates librados en Juan Calvo.
El nuevo presidente, el general Wenceslao Figuereo (a) Manolao, envió al Cibao al general Teófilo Cordero Bidó para que estableciera negociaciones con los gobernadores de la región norte con la finalidad de recabar su respaldo, pero su gestión fue un tanto endeble y no pudo lograr su objetivo.
Luego se inicia una rebelión en el nordeste, en San Francisco de Macoris.  Esta fue la llamada:
LA REVOLUCION HORACISTA DE SAN FRANCISCO DE MACORIS DE 1899

En cuanto a los victimarios de Lilís, se sabe que la persecución en su contra fue constante, y en la  ciudad de Moca el pequeño núcleo de conspiradores y tiranicidas que no participó directamente en el magnicidio fue perseguido por las tropas del general Pedro Pepín, el famoso gobernador de Santiago, quien logró en una oportunidad sitiarlos contando con una fuerza bruta de casi mil hombres, pero los jóvenes rebeldes lograron escabullirse, y durante varios días los jóvenes rebeldes fueron tenazmente perseguidos y se vieron en la necesidad de correr sin un plan de un lugar a otro, sin disponer de comida, y casi siempre sin poder entregarse al sueño reparador. Al no poder ser localizados por las autoridades sus propiedades fueron atacadas, sus trabajadores ahorcados, sus reses fueron robadas y sus cosechas fueron víctimas de la tea incendiaria.
Aquella persecución fue tan feroz que hasta los individuos que eran sospechosos de haber estado en contacto con los rebeldes fueron ejecutados por las tropas persecutoras, siendo algunos hasta torturados.  Se sabe de un peón de Horacio Vásquez que fue capturado, amarrado por los brazos y suspendido de un árbol por un día, y al no declarar nada fue ejecutado.
Fue por ello que Horacio Vásquez y Ramón Cáceres, jóvenes rebeldes, buscaron refugio entre sus parientes y amigos de apellidos Ureña y Ventura, en El Pozo de San Francisco de Macorís, quienes posteriormente, contando con refuerzos procedentes de las poblaciones de Moca y de Salcedo-reclutados por ellos mismos el 16 de agosto- y encabezados por don Horacio Vásquez, con el respaldo de los jóvenes francomacorisanos: Pelegrin Castillo, Manuel María Ventura, Samuel de Moya y José Francisco Guzmán, asaltaron la fortaleza de Macorís, y desde esta ciudad le declararon la guerra al gobierno, proclamando don Horacio Vásquez –por medio de un telegrama enviado al gobierno en la capital- lo siguiente: “Acabamos de proclamar la revolución en San Francisco de Macorís, y nos preparamos para atacarlos a Ustedes”.
El ministro de Guerra y Marina del gobierno, el general Arístides A. Patiño, recibió instrucciones del nuevo presidente, el general Wenceslao Figuereo para enfrentar a los rebeldes, fue por ello que el Ministro del Cañón reunió sus tropas, y viajó con ellas hasta Samaná, con el propósito de realizar un sorpresivo ataque sobre los rebeldes, para ello trasladaría a sus soldados usando el ferrocarril Samaná-Sánchez-Macorís-La Vega, sin embargo, el general Patiño, decidió de manera repentina su retorno a Santo Domingo, conducta que se explica posiblemente porque era cuñado de Ramón Cáceres e intimo amigo de Horacio Vásquez, con los cuales se sentía un tanto identificado.
LA REVOLUCION HORACISTA SE EXTIENDE POR TODO EL CIBAO
La inactividad de las tropas gubernamentales le permitieron a las tropas rebeldes avanzar hasta La Vega en donde el gobernador Zoilo García entrega la plaza sin oponer resistencia, y a seguidas los revolucionarios, unos 1,500 hombres de tropa marcharon sobre Salcedo y Moca, y luego sobre Santiago, donde las tropas del gobierno no ofrecieron resistencia, quizá porque Perico Pepín estaba ausente, y porque don Horacio Vásquez supo anticipar la toma de las poblaciones periféricas a Santiago, principalmente los sitios llamados Pontezuela, ocupado por Ramón Cáceres; Puñal -tomado por Norberto Tiburcio-, y El Bambú -asaltado por el general Domingo Pichardo-, y fue por ello que antes de un ataque de los insurrectos el general lilisista Eugenio Valerio entrega la plaza de Santiago a las tropas sitiadoras, las cuales, pudieron tomar el control militar de la ciudad después de algunas escaramuzas y abusando de los disparos al aire, por los cual los generales Valerio, José de Jesús Álvarez, Sebastián A. Valverde y Teófilo Cordero decidieron entregar la plaza al general Horacio Vásquez, tamborileño de Santiago, y a sus improvisados generales: Ramón Cáceres, Domingo Pichardo y Norberto Tiburcio.
EL GOBIERNO PROVISIONAL DE FELIPE HORACIO VASQUEZ LAJARA

 
Al producirse la toma de Santiago, dada la ausencia del general Pedro Pepín que luchaba contra los expedicionarios que invadieron el país por el noroeste, nadie pensó que el retornaría vivo a Santiago.  A Perico Pepín Sumner Welles lo describe así: “ el temible gobernador de la provincia, el general Pepín —un negro analfabeto, feroz y cruel en todas sus empresas, cuyos servicios habían sido de inestimable valor para Heureaux— estaba ausente, empeñado en reprimir la revolución proclamada en Monte Cristi por el general Andrés Navarro”.[1]
El 29 de agosto de 1899 el valiente general Pedro Pepín llega a las cercanías de Santiago siendo Horacio Vásquez enterado de su próxima presencia a la ciudad, decidiendo el líder revolucionario establecer un arreglo con el general Pepín, a pesar de la advertencia hecha por el ministro lilisista don Teófilo Cordero, quien le dijo: “No hay en toda la República un hombre más peligroso y traicionero que ese negro”, advertencia que posiblemente buscaba incitar a Horacio Vásquez a un innecesario enfrentamiento militar con el general Pepín, quien sólo estaba interesado en darle una salida honorable a su crítica situación y a la de sus fieles soldados.
En la reunión de Horacio Vásquez con Pepín éste le exigió a don Horacio dinero para licenciar sus tropas, y le solicitó que le permitiera entrar con sus hombres armados hasta la fortaleza en donde entregarían sus armas; Horacio aceptó lo segundo, no así lo de liquidar a las tropas, lo cual no impidió el arreglo pacífico, exceptuando que el general Pepín le dijo que los tres ministros del gobierno de Lilís: Sebastián E. Valverde, José de Jesús Álvarez y Teófilo Cordero habían sustraído de una caja fuerte que Heureaux tenía, al momento de ser muerto, la cantidad de $150,000.00, versión a la cual Horacio no le dio el debido crédito cuando Pedro Pepín alegaba que él podía recuperar esos fondos para pagar a sus soldados.
Después de una reunión de los revolucionarios realizada en la casa del Gobernador de Santiago fue decidido proclamar a Horacio Vásquez Lajara como Presidente Provisional la noche del 29 de de agosto de 1899, constituyendo un gobierno integrado por los siguientes ministros: Ministro de Guerra el general Ramón Cáceres; Ministro de de Interior y Policía don José Brache; Domingo Ferreras en Relaciones Exteriores; Lic. José María Nouel en Justicia e Instrucción; Samuel de Moya en Hacienda y Comercio; Arturo Zeno en Fomento y Obras Públicas, y José Francisco Guzmán en Correos y Telégrafos.
Al día siguiente, el 30 de agosto de 1899, Horacio Vásquez anunciaba:
“La ley será mi espada y su triunfo la única recompensa a que aspiro, la única ambición que me ha motivado a asumir la responsabilidad de encabezar un gobierno que en sí mismo es anormal y que por su misma naturaleza hace más difícil mi tarea.
Mi primer paso se encaminara a restablecer la paz y preparar las elecciones en las que será elegido aquel que deberá relevarme de esta enorme carga y quien ha de levantar con patriotismo y con honor el fardo financiero que nos aplasta.
Conciudadanos, tened confianza en mí y en estos Jóvenes honorables y entusiastas patriotas que comparten conmigo las labores y las responsabilidades De este Gobierno. Que todos los que llevan en lo profundo los intereses de la patria se unan a las filas de esta cruzada. No tenemos bandera particular, ni insignia política, no nos volvemos hacia el pasado…
Lo que buscamos es la regeneración de la República, verla prospera, libre, e independiente, ocupando entre las naciones civilizadas del mundo la posición que la valentía de sus proezas y la capacidad de sus hijos le puedan conquistar.”[2]

Poco tiempo después de instalado el gobierno de Santiago en la ciudad de Santo Domingo el general Wenceslao Figuereo, nativo de San Juan de la Maguana, debió enfrentar las continuas protestas de la juventud capitalina liderada en aquel momento por Miguel Ángel Garrido, Félix Evaristo Mejía, Abraham Santamaría, y José Dolores Alfonseca hijo.  Cuando el presidente percibió el sacudimiento que se produciría decidió dejar el poder en manos de una Junta de Secretarios conformada por los ministros Pedro María Mejía, Álvaro Logroño, Mariano Cestero y Arístides Patiño, quienes se encargaron del poder ejecutivo por muy poco tiempo porque una vez que las tropas cibaeñas ingresaron a la ciudad de Santo Domingo; el general Vásquez, proclamado presidente en Santiago, siguió al frente del estado, pero por poco tiempo, siendo sus medidas principales las siguientes:
·         Inicio la amortización de las papeletas de Lilís destinando a estos fines un fondo de diez mil pesos mensuales, estableciendo una tasa de cambio de cinco pesos (equivalente a un clavao) por un dólar de oro.
·         Permitió la libre circulación de las monedas extranjeras, entre ellas el dólar de plata mexicano, el peso mexicano, el dólar de los Estados Unidos, etc.
·         Estableció la obligación de pagar los aranceles en monedas metálicas de oro o de plata.
·         Dispuso que se permitiera el regreso de los exiliados políticos, situación que aprovechan para volver del exterior Carlos Morales Languasco, Eugenio Deschamps, Remigio Báez, Gerardo de Marchena y su hijo Pedro E. de Marchena, Armando Lamarche, entre otros.
·         Procedió a la reorganización de las aduanas designando nuevo personal encargado de las recaudaciones lo cual permitió un significativo aumento en el cobro de los aranceles.
·         Por medio de un decreto de fecha 18 de septiembre de 1899 convoco elecciones generales que se harían por medio del sistema de voto indirecto tal y como estaba establecido en la constitución desde 1896.
A pesar de la ausencia de Juan Isidro Jimenes en la conspiración que provocó la caída del gobierno de Wenceslao Figuereo, el pueblo lo aclamó con el preferido para ocupar el solio presidencial, por ello, cuando el general Horacio Vázquez entra a la ciudad de Santo Domingo, capital de la República, el día 5 de septiembre de 1899, se convirtió en el jefe del gobierno provisional, pero el pueblo, esperanzado en una mejoría de la terrible situación económica del país, y dada la inminente llegada de Juan Isidro Jiménez desde el exilio, el pueblo decía: “Jimenes Presidente”, y a su arribo al país en todas partes fue recibido con alegría por sus partidarios, razón por la cual hubo un arreglo entre Vásquez y Jimenes, los dos líderes principales líderes del momento, por medio de este acuerdo Jiménez quedaría convertido en presidente, Vásquez, el Presidente provisorio, ocuparía el cargo de Vicepresidente de la nación.
Esta es la cuestión que explica que desde la presidencia provisional el propio Horacio Vásquez emitiera un decreto llamando a elecciones nacionales el 19 de septiembre de 1899, y ese mismo día propusiera a Jimenes como candidato presidencial por medio de una famosa proclama en la que anunciaba su irrestricto apoyo a la candidatura de éste, de quien el pueblo decía: “Jimenes viene con dinero”, aunque un anónimo popular afirmaba: “Jimenes viene por dinero”.
La proclama de Horacio Vásquez decía:
Conciudadanos: puesto que dista mucho de mi propia intención las de mis compañeros en este gobiernos beneficiarnos de la confianza que el país ha depositado en nosotros en estos momentos de situación crítica, creo llegada la hora de hacer la siguiente declaración:
1.-  Puesto que como simples ciudadanos tengo el derecho de declarar mi apoyo a cualquier candidato a la presidencia, y estando convencido de que el pueblo encuentra en Don Juan Isidro Jiménez meritos especiales y cualidades particulares, el es el hombre al que yo deseo ver elegido en la primera magistratura de la República; y si por medio de mi influencia personal puedo ayudar a obtener ese resultado, con toda certeza hare uso de ella a favor de ese Ciudadano.”
“2. Ya que la revolución del 26 de Julio fue iniciada con el firme propósito de poner fin al desastroso dominio impuesto por el hombre que había sometido todas las cosas del país a sus propias ambiciones, no es mi intención realizar esta aspiración mí creando condiciones que harían aun más poderoso el dominio del despotismo: por el contrario, espero ver realizados mis deseos por medio de la practica fiel de aquellos métodos y honrados que han sido el ideal de toda mi vida. Por tanto el gobierno que presidio garantizara la libertad más absoluta y la honradez más estrictas en las elecciones venideras.” [3]

Juan Isidro Jimenes aceptó la nominación a la presidencia, y propuso a Horacio Vásquez como candidato vicepresidencial, de tal manera que las elecciones se produjeron en un ambiente de relativa paz y sin mayores problemas el 20 de octubre, el 7 de noviembre el congreso proclama a los candidatos triunfadores, y el 15 de noviembre de 1899 ambos fueron juramentados como los nuevos gobernantes: el rico comerciante, general don Juan Isidro Jimenes Pereyra, Presidente Constitucional, y el general Horacio Vásquez Lajara, Vicepresidente.



[1] Benjamín Sumner-Welles.   La Viña de Naboth. La República Dominicana, 1844.1924, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 2006. Tomo II, P. 51.
[2] Benjamín Sumner-Welles.   La Viña de Naboth. La Republica Dominicana, 1844.1924, Sociedad Dominicana de Bibliofilos, Santo Domingo, 2006. Tomo II, P. 57.
[3] Benjamín Sumner-Welles.   La Viña de Naboth. La Republica Dominicana, 1844.1924, Sociedad Dominicana de Bibliofilos, Santo Domingo, 2006. Tomo II, PP. 54-55

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