Tuesday, June 26, 2007

LAS EMIGRACIONES DE SANTO DOMINGO A PUERTO RICO (SIGLOS XVIII Y XIX)

Por Francisco Modesto Berroa Ubiera, Historiador

Las emigraciones de Saint-Domingue

La población de Puerto Rico a mediados del siglo XVIII era de 44,883 habitantes (1765), y a finales de ese mismo siglo, en 1799, la población de la Isla se había incrementado a 153,234 habitantes, es decir que se había algo más que triplicado. ¿Por qué aumentó tan rápidamente la población de Borinquen? ¿Cuáles factores determinaron este aumento de la población en Puerto Rico?
A nuestro juicio, aparte de los procesos normales que explican el aumento de un conglomerado humano vía la reproducción, el primer elemento que se debe tener en consideración es que a partir de la revolución anti-esclavista haitiana en su fase inicial (1791-1793) toda la estructura socio-económica de la colonia francesa de Saint Domingue fue violentamente sacudida y transformada, y casi desde el inicio mismo de la guerra social antiesclavista que tuvo su conato con la rebelión de Boukman (un esclavo jamaiquino) en Bois Caiman, se comenzó a producir una ola de fugitivos que escapaban a la violencia y a la guerra, por lo cual, esta cresta migratoria se agrandó en la medida en que la violencia creció, y por ello los colonos blancos y los mulatos ricos esclavistas, forzados por la violencia revolucionaria abandonaron Saint-Domingue para dirigirse a nuevas tierras llevándose consigo, muchos de ellos, a sus esclavos. Unos cruzaron la frontera terrestre que los separaba del Santo Domingo Español, en el oriente, y otros se embarcan con destino a las pequeñas Antillas francesas: Martinica y Guadalupe, o simplemente se dirigen y establecen en las grandes Antillas españolas: Cuba y Puerto Rico, e inclusive hay quienes se alejan hacia las tierras continentales: Venezuela y Luisiana, ya que este último territorio era para entonces dominio francés. La parte occidental de Santo Domingo fue seriamente afectada por estas migraciones masivas, y en consecuencia, su base económica vio repercutir el efecto del proceso migratorio que se había desencadenado, provocando una considerable disminución en la población blanca de Saint Domingue entendido como un síntoma de desconcentración poblacional.
Aunque no existen series estadísticas sobre el número exacto de estos inmigrantes que llegaron a Puerto Rico a fines del siglo XVIII, ni existen crónicas históricas que expliquen cual fue su destino, existen fuentes documentales que permiten saber que el número de inmigrantes franceses fue significativo, y se sabe que a partir de 1791 muchos de estos colonos ricos adquirieron tierras en la Isla para dedicarlas al cultivo del café. Se sabe que la gran mayoría de estos colonos franceses establecidos en Puerto Rico fueron mulatos.[1]
Con relación a Cuba se conoce que aquella otra isla, la mayor de las Antillas, recibió unos 30,000 colonos franceses, blancos y mulatos, quienes se dedicarían a diversas labores productivas, muy especialmente al cultivo del café y a la siembra y producción de caña de azúcar.
Las autoridades españolas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico le exigían a los inmigrados llenar una "matrícula" de extranjero o formulario de empadronamiento, con el único propósito de tener un efectivo control de los extranjeros procedentes de Saint Domingue, considerados peligrosos, por lo cual eran objeto de vigilancia por parte del Negociado de Seguridad Pública y por las autoridades de la jurisdicción correspondiente a su residencia. Los extranjeros eran clasificados como extranjeros domiciliados, naturalizados y transeúntes o forasteros.[2] Todos los matriculados debían dar a conocer los siguientes datos: nombre completo, naturaleza, estado, profesión, fijación de domicilio, capital introducido, familiares que le acompañaban, esclavos introducidos, procedencia y circunstancias que sirvieron para determinar su estado civil.
En el caso de Puerto Rico, ningún extranjero se podía establecer en uno de los municipios de la Isla sin que previamente hubiese recibido una autorización a tales fines del Superior Gobierno debidamente dirigida a los alcaldes y corregidores del lugar escogido como su residencia por el extranjero.
Las autoridades españolas trataron de evitar el contacto entre españoles y franceses para evitar el contagio de las ideas revolucionarias radicales de los jacobinos franceses, y en 1792 el Conde de Floridablanca, influyente Ministro de Indias del rey Carlos IV, remitió a las Antillas una Cédula Real[3] que incluía varias recomendaciones para evitar la influencia de las ideas revolucionarias francesas en los dominios de España, incluyendo aún Santo Domingo, traspasado a Francia por el Tratado de Basilea en 26 de julio de 1795, el cual fue ejecutado un poco más tarde por el líder haitiano Francois Dominique Toussaint en enero de 1801.

Inmigrantes dominicanos del siglo XVIII.

Una eminente historiadora puertorriqueña, Doña Estela Cifré De Loubriel, con relación a las inmigraciones de extranjeros a Puerto Rico, dice que:
Merece comentarse también la inmigración de los dominicanos que se refugiaron en Puerto Rico debido al traspaso de la parte española de la isla de Santo Domingo a Francia en virtud del Tratado de Basilea de 1795. En 1796 muchas familias dominicanas adictas a la soberanía española y empleados civiles españoles procedentes de la ciudad de Santo Domingo, de Santiago de los Caballeros y de Azua de Compostela, se refugiaron en Puerto Rico, principalmente en su parte occidental. Muchos de estos refugiados eran figuras destacadas en la vida política y económica de Santo Domingo.”[4]

Y en otra parte de su obra, la misma autora escribe:
A raíz de la cesión de Santo Domingo a Francia un gran número de dominicanos salió de su país. Otros, que se habían quedado para correr su suerte bajo la dominación francesa, se vieron precisados a refugiarse en Puerto Rico tras las perturbaciones sociales y políticas que ocurrieron después del cambio de soberanía. Los decretos sobre esclavitud promulgados por Napoleón y aplicados en Santo Domingo, crearon un hondo malestar entre muchos propietarios dominicanos y un grupo de ellos abandonó el país y se domicilió en Puerto Rico.”[5]

Estos dominicanos que a fines del siglo XVIII se establecen en la hermosa isla de Borinquen constituyeron una suerte de elite intelectual que hará significativos aportes a la cultura y sociedad puertorriqueñas de aquel entonces.
Sobre estos inmigrantes quisqueyanos Cifre de Loubriel argumenta que "Según el doctor Agustín Stahl, muchos refugiados dominicanos fueron a residir al pueblo de Aguadilla, y don Ramón Añeses Morell menciona algunos dominicanos que radicaron sus hogares en dicho pueblo".[6]


Nuevos inmigrantes en el siglo XIX

Las inmigraciones a la isla de Puerto Rico estuvieron determinadas por diversos factores de perturbación social y política que se manifestaron en la Isla de Santo Domingo. Tras el estallido de la revolución francesa (1789) se dio inicio a la revolución haitiana: Haití fue escenario de la lucha de los mulatos (1790-1791) bajo el liderazgo de Ogé y los hermanos Chavannes, de la lucha antiesclavista encabezada primero por el jamaiquino Boukman, y luego por Biasseau, Jean Francois y Toussaint (1791-1793), la cual concluye con la abolición de la esclavitud, anunciada por el comisario Santhonax en 1793; posteriormente, y debido a la firma del Tratado de Basilea el 22 de julio de 1795, casi impuesto al rey Carlos IV por su Ministro Manuel Godoy (el Favorito), por medio del cual España cede a la República de Francia la parte Este de la Isla de Santo Domingo.
Por ello, el 31 de mayo de 1796 el Gobernador Joaquín García de Santo Domingo, le pedía por escrito al gobernador de Puerto Rico, que en lo concerniente al artículo 12 del Tratado de Basilea, se debía proceder a la devolución de varios prisioneros a los franceses que se hallaban encarcelados en Puerto Rico, instruyéndolo para que exceptuara a los señores Casaux, Franquevielle, Laplace y el español Joseph Reyes, con los cuales se debía hacer una demora en cuanto a su devolución.[7]
Este Tratado no fue ejecutado de inmediato, motivo por el cual, el líder negro Toussaint L'Ouverture quien en 1800 tenía el control de la colonia francesa, decidió aplicarlo en enero de 1801, unificando la Isla de Santo Domingo, por lo cual invadió la parte Este aún bajo dominio español, lo cual determinará que importantes núcleos poblacionales se trasladen desde Santo Domingo a Puerto Rico. Por ejemplo, existe una carta de Ramón Castro de fecha 1º de marzo de 1801 dirigida al Señor Gobernador General de Puerto Rico, Ramón de Castro, pidiendo ayuda por haber abandonado la isla de Santo Domingo debido a la invasión de Toussaint a la parte Este de la Isla, en la cual afirmaba tenía una propiedad (una casa) valorada en 12,000 pesos, con 19 esclavos.[8] En esta caja hay una gran cantidad de cartas de inmigrantes procedentes de Santo Domingo, las cuales básicamente contienen los lamentos de personas que piden ayuda por haber perdido sus propiedades y sus esclavos.[9] Inclusive, el propio gobernador de Santo Domingo, Joaquín García, en más de una ocasión pidió auxilios económicos y militares a las autoridades de Puerto Rico, y en una comunicación de fecha 16 de febrero de 1801 dice a Ramón de Castro, Gobernador de Puerto Rico, que para él: "Ha sido forzoso ceder a tan repetida, reiterada, e impulsivas gestiones que ha hecho el General Toussaint para lograr quedarse con el batallón de Santo Domingo en calidad de auxiliar",[10] con el cual finalmente se quedó dada la persistencia del líder negro.
Otros factores de perturbación fueron la invasión de Napoleón Bonaparte a la Península Ibérica (1808), y el posterior inicio de la guerra antifrancesa, lo cual posiblemente provocó que un poco más tarde, según un documento de 1810, fueran expulsados todos los franceses establecidos en la Isla, y sus bienes embargados por el Estado colonial.[11] La guerra antifrancesa que se inició en Santo Domingo en octubre de 1808 fue auspiciada desde Puerto Rico por don Toribio Montes, gobernador español de la Isla, quien envió varios emisarios a Santo Domingo con el propósito de insurreccionar a sus habitantes en contra de los franceses. Uno de estos emisarios fue Salvador Félix, quien después de desembarcar por el puerto de Barahona, en el Suroeste, se dirigió a Neiba en donde se dio inicio a la rebelión contra los galos, los cuales fueron derrotados militarmente en las batallas de Malpaso en 12 de octubre de 1808, y en la de Palo Hincado, en 7 de noviembre de 1808, iniciándose luego el sitio de Santo Domingo, la capital, ocupada por Francia hasta el 11 de julio de 1809, cuando se produjo la capitulación del Brigadier Du Barquier y de sus hombres, restableciéndose el dominio español en la parte oriental de la isla de Santo Domingo.
Igualmente, la situación que se presenta en Sudamérica a raíz del inicio de la lucha de independencia, y del denominado Decreto a Muerte de Bolívar, muchos de los peninsulares y criollos de origen español de ambos territorios se establecerán en Puerto Rico, bajo el amparo de la Real Cédula de Gracias de 1815. Otro factor fue el terremoto en Venezuela de 1812. En un informe sobre Venezuela del año 1812, el cual ofrece Mister Thomas Huttinson a bordo de la Fragata Garland, de Su Majestad Británica, a la vista de Santo Domingo, el 13 de abril de 1812, quién conjuntamente con el Capitán Forrest, comandante de la Cyane, sirviendo de traductor para ambos el señor José M. Castillón, quienes informan que el Capitán Forrest les informó, in voce, que: "Toda la ciudad de Caracas y la Guaira habían quedado destruidos por un terremoto",[12] que provocó unos 15,000 muertos. Otras informaciones contenidas en la comunicación indican que la sacudida sísmica se sintió en Puerto Cabello y en Curazao. En Caracas, dicen, la gente vive en tiendas y barracas, porque todos los edificios fueron destruidos por el fuerte temblor. Dicen que diariamente montones de cadáveres son quemados a orillas del mar, y que cada vez aparecen más.[13]
Otros inmigrantes procedentes de tierra firme vendrán de Centroamérica, por ejemplo, en carta don Benito Pérez, a la sazón gobernador de Porto Bello, Panamá, a las autoridades españolas de Puerto Rico, informa en 16 de enero de 1813, la perdida de Santa Marta y toda la provincia. Es una carta llena de lamentos y solicita ayuda económica, armas y hombres, señalando que de no recibir auxilios abandonará la lucha.[14]

La Real Cédula de Gracias del año 1815

Considerando las autoridades coloniales de Puerto Rico que a principios del siglo XIX existía una población reducida en toda la isla, se pensó en su fomento, y a tales fines se promulgó la Real Cédula de Gracias de 1815 cuyo objetivo fue el de patrocinar y estimular la inmigración a Puerto Rico. Ese año la Isla tenía una población de 220,892 habitantes, elevándose en 1860 a 583,308 habitantes. Desde agosto de 1815 se pone en vigor la denominada Cédula de Gracias, por medio de la cual la corona ofrece ciertos estímulos e incentivos en favor de los españoles peninsulares que emigrasen a las islas de Cuba y Puerto Rico. Por ejemplo: se otorgaron gratuitamente concesiones de tierras y se eximía el pago de impuestos por el término de 10 años a los inmigrantes.
Desde el 1º de agosto de 1815 se pone en vigor la referida Cédula de Gracias, por medio de la cual la corona ofrece ciertos estímulos e incentivos en favor de los españoles peninsulares que emigrasen a las islas de Cuba y Puerto Rico. Esta Cédula estableció la libertad de comercio con los Estados Unidos y colonias extranjeras en buques españoles, la exención de derechos para la importación de esclavos, maquinas y artefactos agrícolas, y la libre admisión de colonos extranjeros católicos, con sus esclavos, concediéndoseles terrenos para cultivar, permiso para testar libremente y autorización para regresar a su país, con los caudales adquiridos, al terminar el primer quinquenio.[15]
Por medio de esta disposición, se otorgaron gratuitamente concesiones de tierras y se eximía el pago de impuestos por el término de 10 años a los inmigrantes. También, para fomentar el poblamiento de la isla, esta misma cédula dispuso el establecimiento de un reducido arancel de un dos por ciento al comercio de los insulares con las colonias españolas vecinas, y eliminó las restricciones al intercambio comercial metrópoli-colonia. Quizás debido a esta medida, entre 1814 a 1854 "el valor per cápita del comercio se multiplicó por más de ocho",[16] y entre 1814 a 1854 "el valor total del comercio exterior aumentó en casi 2,100 por ciento, y entre 1854 y 1883, un 141 por ciento adicional".[17] Y En el año de 1822 todavía existen en la isla de Puerto Rico aproximadamente 96,139 cuerdas[18] de terrenos realengos.[19].


Economía y propiedad territorial



Por este motivo, entre 1823 a 1837, bajo el gobierno de Miguel de la Torre, quien además organiza la defensa y el espionaje, progresan las haciendas de caña de azúcar y de café y se imponen fuertes medidas restrictivas a los jornaleros o agregados[20].
De 1823-1868 son muchos los criollos se van a la cordillera arrojados por el latifundio cañero[21]. Sin embargo, las autoridades municipales, casi siempre ibéricos, preferían beneficiar a los ciudadanos españoles procedentes de la península en desmedro de los criollos, haciendo gestiones en favor de éstos para que se les hiciera la entrega de tierras realengas[22].
Los archivos municipales contienen abundantes informaciones al respecto. Por ejemplo, el 18 de mayo de 1848 el Alcalde de Utuado, señor Buenaventura Roig, tramitó una solicitud de adjudicación de tierras baldías del Intendente de la Tenencia de a Guerra de Utuado, puesto desempeñado por el 2º Cabo Juan Bosch, por lo cual el Alcalde Roig se dirige al Gobernador General, Excmo Sor. Conde de Reus, Presidente Gobernador, Jefe Superior Político y Capitán General de esta Isla de Puerto Rico, en estos términos:
Remito a manos de su V.E. [Vuestra Excelencia] la adjunta petición que hace a V.E. D. Juan Bosch[23] solicitando se sirva V.E. concederle cuatro caballerías de terreno en los valdíos (sic.) de este Partido; Que es a este fin la ha puesto en mis manos el interesado.”
“V.E. en su visita resolverá sobre ella lo que fuere de su superior agrado.
Dios Guarde a V.E. muchos años”.
“Utuado, 13 de mayo de 1848
.”[24]


La inmigración dominicana del siglo XIX



Durante los primeros cincuenta años del siglo XIX, de 1801 a 1850, se destaca que entre el elemento "inmigratorio a Puerto Rico los emigrados de Santo Domingo, así como los elementos realistas franceses procedentes de la turbulenta Haití".[25] Como se sabe, bajo el estímulo de la Revolución Francesa de 1789 comienza a manifestarse un singular proceso revolucionario en la colonia francesa de Haití que cubre el periodo de 1790 a 1804 y que incorpora distintos actores sociales a un proceso de lucha ininterrumpido iniciado por los rebeldes mulatos Ogé y los hermanos Chavannes (1790-91); seguido por la rebelión anti-esclavista de Boukman, Jean Francois, Biasseau y Toussaint (1791-1794); continuada por el líder independentista mulato
Otros sucesos que provocaron la salida de familias dominicanas con destino a Puerto Rico fueron: 1) La invasión de Toussaint a la parte este de la isla a partir de enero de 1801 hasta enero de 1802, quien tomará diversas medidas que obligan a familias del grupo dominante a emigrar; 2) La invasión de Dessalines de 1805; y, 3) la invasión de Jean Pierre Boyer de 1822 en adelante, la cual decide la integración del este de la isla de Santo Domingo a la República de Haití.
Fue considerable el número de dominicanos que se establecieron en Puerto Rico a principios del siglo XIX (de 1801 a 1808).[26] Aunque desde 1808 a 1822, durante el periodo de la segunda dominación colonial española o época de La España Boba, se registraron pocos inmigrantes procedentes de Santo Domingo.
De 1822 a 1830 se incrementaron las emigraciones de dominicanos a Puerto Rico. La inmigración de dominicanos a Puerto Rico tuvo su momento de auge, y este auge se manifiesta durante el periodo comprendido entre 1822 a 1844 provocada por la invasión de los vecinos haitianos.
Para la historiadora Estela Cifre de Loubriel, de 1861 a 1870 "siguió el auge de la inmigración, pero sin alcanzar las cifras del decenio anterior. Varias causas justifican este ligero descenso. Una de ellas es probablemente la guerra de Santo Domingo a España"[27], refiriéndose a la guerra restauradora que se produce entre 1863 a 1865.
En 1865 había llegado a Puerto Rico un nutrido grupo de deportados políticos. Estos fueron los señores: José Fermín González y familia, María del Cristo y familia, Magdalena Rodríguez y su hijo José de la Rosa, los hermanos Juan y José Reyes, Baltasar Villarta, Domingo Leguisamo (Leguisamón?), María Santos, Antonia Abad, María González, Elena Cabral, Manuela Pérez, José Ramírez, Polonia Violonis. José Ramón Morell, Juana Chavarria, Eugenio Romero, Manuela Fernández y sus hijos de apellido Galván. Como se puede notar vinieron dos familias completas, y más de una madre acompañada de uno o más hijos.
En sentido general, en el siglo XIX residían en Puerto Rico un total de 239 dominicanos, de acuerdo con los registros oficiales, de los cuales 201 tenían una ubicación conocida. Procedentes del vecino Haití vivían en Puerto Rico un total de 44 nacionales, de los cuales 19 tenían ubicación conocida.[28]




La ubicación de los dominicanos por ciudades en Puerto Rico era como sigue[29]:


Cuadro No.1
Dominicanos residentes en Puerto Rico en la Primera Mitad del siglo XIX
Ciudad Número de habitantes
Aguadilla 1
Añasco 3
Cabo Rojo 1
Caguas 1
Carolina 1
Ceiba 1
Guanica 1
Guayama 1
Juana Díaz 1
Lares 1
Maricao 1
Mayagüez 56
Naguabo 1
Ponce 5
Quebradillas 1
Salinas 2
San Germán 4
San Juan 113
Utuado 1
Yauco 1
Total 197

De acuerdo con esta fuente, diez de estos dominicanos desempeñaban funciones de empleados públicos, 21 eran militares y cinco cocineros.
La obra de Cifre de Loubriel incluye una lista de 239 personas, todos inmigrantes dominicanos que se radicaron en Puerto Rico. Entre estos se destacan algunos propietarios de esclavos quienes eran los señores: Casimiro Irrizarry, Antonia Izquierdo, Josefa Lajara, Francisca Alfonso, Francisco Arroyo, Patrona Almeyda, Francisco Mueses, Josefa Parra Reyes, Pantaleón Pérez, José Basora, Rosa Espinosa, Benjamín Flouri; También militares, entre los cuales se contaban: Miguel Román, Manuel García Cúllar, Santos Leguisamón, Manuel Miralla Reyes, Juan Morín González, el Capitán Antonio Alfau Baralt, Juan Antonio Baca, Granadero del Regimiento Fijo, Josefa Osorio, Ramón Eloy Carpegna, y Ramón Figueroa Alvarado, pífano del regimiento de infantería. Y entre los profesionales que se radicaron en Puerto Rico se destacaron Pablo Arroyo Pichardo, abogado y catedrático universitario, su hermano Rafael Arroyo Pichardo quien fuera el fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País; y a fines del siglo pasado se estableció allí Don Manuel de Jesús Galván[30]; Andrés López Medrano, médico y revolucionario, y Félix María del Monte, entre otros distinguidos dominicanos; asimismo los cocineros Santiago Aoreno o Moreno y Pablo López; los empleados públicos fueron: Vicente Celestino Gimbernard, escribiente de aduana, José Antonio Arroyo, interventor de la aduana de Ponce en 1846; Francisco Albertín Brenes, Escribano del real Registro de Guayama, Domingo Díaz Páez, Asesor General de Puerto Rico, y Narciso Pérez Guerra; los comerciantes eran Damián Báez, Enrique Martí Martí, J. B. Camoin, Félix Cehala, Rafael Montalvo, y Ezequiel Medina, quien participa en el Grito de Lares; Los agricultores eran Juan Belvis y Cristóbal Colón; estudiante del seminario conciliar en 1832 fue el dominicano Joaquín Brenes Sánchez; industriales fueron José Dolores Brown y Miguel Ricart Torres, quien además era comerciante y tabaquero; Otros que se establecieron fueron: el carpintero José Canet, la propietaria de tierras y de bienes inmuebles Dolores Lasalle, y el esclavista Joaquín Ramírez.

Notas y referencias:

[1] Véase: Raquel Rosario Rivera: Los efectos de la revolución de Saint Domingue y de la venta de Luisiana en Puerto Rico. Tesis presentada en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1988. En este estudio se pudo constatar que de 1,102 emigrados procedentes de Haití o Saint Domingue que pudieron ser localizados, de estos 732 fueron clasificados por raza, y un 60 % era negro y mulato, un 8 % blanco, y un 32 % no fue indicado.
[2] Ver: A. G. P. R..: Fondo de gobernadores españoles. Serie extranjeros, Caja No. 191, Expediente de Antonio Martínez en solicitud de domicilio.
[3] Ver: José Luciano Franco: Documentos para la historia de Haití. Conde de Floridablanca a Virreyes y Gobernadores de Indias. Habana, Publicación del Archivo Nacional de Cuba, 1954, P. 67.
[4] 14 Cifre de Loubriel, Estela: La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. Edición Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, PP. 27-28.
[5] Cifre de Loubriel, Estela: La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. Edición Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, PP. 59-60.
[6] Cifre de Loubriel, Estela: La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. Edición Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, P. 28.
[7] Ibídem, Cónsules. Santo Domingo, 1796-1858. Entry 16, Box 34.
[8] Ibidem
[9] Ibidem.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem, Goverment Agencies, Ultramar. Box 380, Entry 230
[12] Ibídem, Political and Civil affairs. Cónsules: Santo Domingo, 1796-1858. Entry 16, Box 34.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem, Cónsules, Saint Thomas. Entry 16, Box No. 32.
[15] Salvador Brau: Historia de Puerto Rico, Río Piedras, ediciones Edil, Inc, 1974, P. 199.
[16] Dietz, James L.: Historia económica de Puerto Rico, Ediciones Huracán, Río Piedras, Puerto Rico, 1989. 1a. Edición, P. 41.
[17] Dietz, James L.: Historia económica de Puerto Rico, Ediciones Huracán, Río Piedras, Puerto Rico, 1989. 1a. Edición, P. 36.
[18] Una cuerda equivale a un cuadrado de 75 varas de lado, es decir a 00.39 hectáreas equivalentes a 3,929.51metros cuadrados (Nota de Francisco Berroa).
[19] Ver: Picó: 1986, P. 182, y AGPR, Fondo de Gobernadores Españoles de Puerto Rico, Caja 54, "Estado que demuestra los terrenos de labor, hatos y realengos...según los padrones formados en 1822".
[20] En el año 1809 los propietarios de San Juan piden al gobierno que obligue a los jornaleros agregados sin tierra, a trabajar para los hacendados (Nota de Francisco Berroa).
[21] 21 Picó: 1986, P. 182.
[22] Las tierras realengas eran las tierras del Rey (Nota de Francisco Berroa).
[23] Coincidencialmente homónimo del destacado escritor y líder político dominicano con ascendencia boricua don Juan Bosch, con quién no se debe confundir (Nota de Francisco Berroa).
[24] AGPR, Fondo: Documentos Municipales, Serie Utuado, Sub-serie: Moneda, esclavos, requisitorias, juntas varias y orden público. Años.1836-1885. Caja número 13. Expedientes sobre Baldíos.
[25] Cifre de Loubriel, Estela: La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. Edición Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, P. 50.
[26] Cifre de Loubriel: 1964: P. 60: hace mención de 18 personas que se establecieron en Puerto Rico a principios del siglo XIX.
[27] Cifre de Loubriel, Estela: La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. Edición Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964, P. 52.
[28] Ver: Cifre, Estela: Catalogo de extranjeros residentes en Puerto Rico en el siglo XIX. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1962., PP. 38 y 39.
[29] Ver: Cifre de Loubriel, Estela: Catalogo de extranjeros residentes en Puerto Rico en el siglo XIX. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1962., P. 44.
[30] Galván fue autor de la novela "Enriquillo", abogado y diplomático, quien fuera uno de los más íntimos colaboradores de la dictadura dominicana de Ulises Heureaux y amigo personal del tirano (Nota de Francisco Berroa)

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