LOS INDIOS Y EL PECADO NEFANDO
Por: Francisco M. Berroa Ubiera
1.1. INTRODUCCIÓN
Durante las últimas décadas, historiadores, sociólogos, antropólogos, sicólogos, y otros cientistas sociales, han manifestado su interés en el análisis y estudio de materias consideradas tradicionalmente tabúes; por ello, los tópicos: homosexualidad, incesto, travestismo, covada, levirato, sororato, etc.., antes desestimados, acaparan hoy la atención de los profesionales dedicados al estudio de la problemática humana y social.
En esta perspectiva general está ubicado el estudio de la posible relación entre el indígena y la homosexualidad en la América primitiva, aunque en verdad, sobre este aspecto del comportamiento sexual de los indígenas, los estudios serios y amplios son cuasi desconocidos, y por lo tanto, dada la carencia de fuentes específicas en esta línea de investigación, para afrontar este polémico asunto, se ha recurrido a las crónicas antiguas, a obras de carácter histórico, a la etnografía más reciente, y a textos de carácter psicológico, a fin de descomponer y explicar el fenómeno abordado.
Se aclara que éste es un estudio de tipo monográfico, hecho en un marco teórico comparativista, posiblemente de interés para la antropología cultural, en cierta medida ceñido en su enfoque a la consideración que propone Jean Duvignaud en su libro “El lenguaje perdido”, al explicar que:Cuando Marcel Mauss habla del fenómeno social total, no piensa solamente en una totalidad que engloba un "todo que envuelve" (como dice Tylor a propósito de la cultura), sino en un organismo creador, una célula viva, un electrón, una matriz colectiva dotada de una energía y de una capacidad de invención propia, es decir, radicalmente diferente de nuestro poder de concebir y de innovar.[1]
En consecuencia, este análisis queda enmarcado en una nueva dimensión, alejada de la ortodoxia dogmática, aunque apartándolo de los denominados "novismos", pero con un deseo concreto: innovar. Caminando por esta vía innovadora y bajo el influjo de las ideas de Kaplan y Manners (1979), partidarios de una posición teórica metodológica relativista-comparativista, se comprende -igual que ellos-, que el relativismo es "como una tesis ideológica, establece que cada cultura es una configuración única, con su propio sabor, estilo y espíritu", y que:“Los relativistas nos dicen que una cultura debe ser examinada como una totalidad y sólo en términos de sí misma; mientras los comparativistas afirman que una institución, un proceso, un complejo o un detalle debe ser separado de su matriz cultural para que pueda ser comparado con los de un contexto sociocultural diferente. Los relativistas extremos parten de la suposición de que no existen dos culturas iguales; que los patrones, categorías y significados son violados al separarse con fines comparativos; de ahí que la comparación de las partes abstraídas del todo es analíticamente inadmisible.”[2]
Sin embargo, la comparación desempeña un papel vital en los estudios sociales, y más aún, en antropología y etnografía, debido a que para ambas ciencias, el método comparativo es "lo que la observación y la experimentación son a las ciencias naturales".[3] Sin necesidad de hacer la historia del método comparativo, su utilización ha sido vital para el progreso de este trabajo de investigación.Aclaro que con esta interpretación del fenómeno abordado, no se afirma que existieron "indios homosexuales" en donde no lo señalan las crónicas o la moderna etnografía, y más bien el esfuerzo analítico se ha concentrado en el interés de rescatar algunos aspectos antropológicos, culturales y psicológicos poco analizados sobre los pueblos primigenios de nuestro continente, fenómenos que se intenta comprender, analizar y explicar con los criterios teóricos, metodológicos y epistemológicos propios del discurso etno-antropológico.
1.2. EL PECADO NEFANDO
Al iniciarse la conquista y colonización de América por parte de los españoles, con la participación posterior por otros europeos, a los indígenas del continente se les consideró salvajes, y además les fueron atribuidos tres pecados capitales: el paganismo, el canibalismo y el sodomismo.
Amparados en argumentos de este tipo, los españoles y su corona, a fines del siglo XV y a principios del siglo XVI, consideraron a los nativos de las Indias occidentales como animales salvajes, y no como seres racionales que formaban parte de la humanidad, para con ello justificar el saqueo colonial, su explotación inmisericorde, el etnocidio y el genocidio de grandes conglomerados humanos. Como afirmó Claude Lévi-Strauss sobre el hecho del descubrimiento y posterior conquista de nuestro continente: "América ha ocupado durante tanto tiempo un lugar privilegiado en los estudios antropológicos por haber colocado a la humanidad en su primer gran caso de conciencia".[4]
Esto así, porque fue en América en donde Europa supo que allende los mares existían pueblos con una cultura material y espiritual diferente a la suya, con otros usos y valores morales y sociales. Por lo tanto, a los españoles de fines del siglo XV no les quedó otro camino que el de tratar de comprender a la "nueva humanidad" descubierta en las tierras anexadas por conquista a la corona de Castilla.Resulta ser una verdad de Perogrullo que cada pueblo tiene sus costumbres e idiosincrasia determinadas.
Fue por algo que Píndaro escribió su hoy famoso aforismo poético: "La costumbre es rey de reyes". Nunca se podrá hacer una recopilación de todas las pruebas que permitan poner en evidencia la conducta de los hombres y de los pueblos que vivieron en un pasado relativamente remoto, como tampoco se pueden establecer escalas de valor de aplicación universal.
Para los españoles que en los albores de la conquista vinieron a América, constituyó un verdadero reto comprender las costumbres de los pueblos por ellos encontrados. Es más, ellos desconocían, en su gran mayoría, sus propios orígenes, así como la génesis helénica de la cultura de la península Pirenaica. Desconocían que los miembros de la élite esclavista de Atenas consideraban la pederastia y las prácticas sodomitas como una virtud, y que los más preclaros exponentes del mundo cultural griego, artistas y filósofos, eran hombres de conducta sexual desviada. Verbigracia, para Platón, la pederastia constituía una suerte de "valor social", y según él:No puedo hacer mención de alguna mejor suerte que pueda recaer en un adolescente que la de tener un amante virtuoso, ni una mejor suerte de un amante que la de un adolescente amado... Así, pues, si tuviéramos los medios de formar un estado o un ejército con amados y amantes, ellos podrían administrar los negocios mucho mejor que los demás, con la única condición que se abstuvieran de cometer actos indignos y de que se emularan uno al otro en leal competencia. Semejantes hombres, reunidos con otros iguales a ellos, aunque fuesen pocos en número, podrían adueñarse del mundo por así decirlo.[5]He aquí la verdadera concepción del amor "platónico": la relación contra natura.Incluso, Aristóteles, en su obra “Política” (circa 354 antes de Cristo; edición inglesa de 1932); Libro VII, párrafo 16, menciona que fue común entre los cretenses dedicarse a las prácticas homosexuales como un medio para limitar el crecimiento de la población.Y esa era la concepción y práctica del mundo griego de la antigüedad. Práctica y concepción que fueron heredadas por la cultura romana de la helénica.También en Roma abundaron los sodomitas y pederastas.
Todos los valores se transmiten, buenos y malos; las flores crecen al lado de las hierbas. Cuando los visigodos, viriles y fuertes, entraron a la península ibérica tras cruzar los Pirineos, ellos, moralmente sanos, no tardaron en reblandecerse ante el pecado nefando. Todas las provincias que en su día habían pertenecido a Roma se hallaban infestadas de sodomía. Las penas en contra de tal vicio eran ejemplarizantes: el Fuero de Cuenca ordenaba que los culpables fuesen quemados vivos, y el Fuero de Soria castigaba su práctica con la castración, la muerte, y con una pena post mortem: la quema en la hoguera del cadáver del condenado.En el imperio romano de oriente, el Código de Justinianeo penaba con gran severidad tal extravío, y por su parte, la iglesia romana no se quedó atrás, y persiguió la desviación, a pesar de que según Friederici: "...probablemente la mayoría de quienes incurrían en el nefando pecado se hallaba en su seno".[6]La Iglesia tenía como norma-guía el libro bíblico de Levítico, Capítulo 18, versículo 22, que reza: "No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer", y en el Capítulo 20, versículo 13 se lee: "Si un hombre se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, ambos [hombres] cometen una abominación y serán castigados con la muerte", por lo cual, el hecho de la homosexualidad se considera un grave delito sancionado con la pena de muerte.En España la sodomía se persiguió con tal fuerza que en 1533 una Ordenanza criminal de Carlos V, en su artículo 116, castigaba con la pena de muerte en el fuego tal delito, y las leyes de Castilla le consideraban peor que el homicidio y equiparable a la herejía. Sin embargo, la iglesia no cerró sus puertas a los pecadores pederastas, pues les dejó abierta la posibilidad de comprar con dinero su absolución. Teczel, el famoso tratante de indulgencias combatido por Lutero, cobraba a los sodomitas dos ducados de oro, por el homicidio cobraba siete, seis por la brujería, y las indulgencias del parricidio o el fratricidio costaban cuatro ducados.[7]Como puede apreciar el lector, España se vio no solamente afectada por las prácticas homosexuales, sino que estas desviaciones, como todo parece indicar, se hallaban muy generalizadas, dada la severidad de las penas que se imponían en su contra.
1.3. HOMOSEXUALIDAD E INDÍGENAS SEGÚN LAS CRÓNICAS
Cuando Cristóbal Colón realizó su primera exploración en el archipiélago de las actuales islas Bahamas, y luego en Cuba o Juana, y Santo Domingo o La Española (dos de las grandes Antillas), entre octubre de 1492 hasta enero de 1493, en su Diario de viaje no hizo ninguna anotación sobre prácticas de sodomía entre los indígenas, en cambio, en más de cien pasajes se refiere al oro. Tampoco se refiere a este fenómeno en sus cartas, relaciones y memoriales de sus otros tres viajes.Sin embargo, otros cronistas, destacan en sus escritos haber visto tales prácticas contra natura entre los indígenas de América.Pedro Mártir de Anglería, en sus Décadas, relata que Vasco Núñez de Balboa, después de haber participado en la conquista del Darién, organizó una expedición hacia otras tierras, y al llegar a Cuarecua (en la actual Panamá), allí visitó la morada de un cacique, y Vasco la encontró: "...llena de nefandos placeres; en ella sorprendió al hermano del cacique vestido de mujer y a otros muchos acicalados que, según atestiguaron los vecinos, eran invertidos. Mando el capitán español entregarlos en número de cuarenta a la voracidad de los perros...".Y un poco más adelante Mártir escribe que "Al conocerse la severidad de los nuestros para con los sodomitas acudían los pueblos como a Hércules, arrastrando a cuantos sabían aficionados de peste tal, los escupían y reclamaban a gritos que se les quitase de en medio, porque el contagio había atacado a los palaciegos, pero no al pueblo".[8]Asimismo, el historiador oficial de Indias informa que durante la exploración de una isla del mar Austral (el océano Pacífico), denominada Cesauco, el explorador español Gil González le hizo saber que sus habitantes eran: "...obscenos y públicamente sodomitas".[9]Por su parte, Oviedo y Valdés, quien tenía una predisposición innegable para con los indígenas también se refiere al asunto de la sodomía, pero, debido a su exagerado prejuicio, tan manifiesto, sus afirmaciones no tienen mucho crédito, en razón de que éste mismo autor llegó a recomendar a los españoles no chocar sus espadas con las cabezas de los indígenas, porque según él, tenían los cráneos tan duros que podían mellarlas, y en sentido general consideraba a los habitantes del nuevo mundo como haraganes, viciosos, cobardes, melancólicos, mentirosos, sacrílegos, idólatras, libidinosos, diabólicos, obscenos, bestias, y sodomitas. Sobre éste último aspecto Oviedo afirmaba categóricamente: "Y así, habes (sic.) de saber que el que dellos (sic.) es paciente o toma cargo de ser mujer en aquel bestial o descomulgado acto, le dan luego de oficio de mujer, e trae naguas [faldas] como mujer".[10]
Además, para confirmar su apreciación de este fenómeno, refiriéndose a los indígenas de La Española, el mismo Oviedo escribió:“Así que, lo que he dicho de esta gente en esta isla y las comarcanas, es muy público, y aun en la tierra firme, donde muchos de estos indios e indias eran sodomitas, y se sabe que allá lo son muchos dellos (sic.) y ved en que grado se prescian (sic.) de tal culpa, que como suelen otras gentes ponerse algunas joyas de oro y de preciosas piedras al cuello, así, en algunas partes de estas indias, traían por joyel un hombre sobre otro, en aquel diabólico o nefando acto de Sodoma, hechos en oro de relieve.”[11]
En contrario a lo afirmado por Oviedo, el padre Las Casas hace una refutación en su Historia de Indias, donde escribió esto:Todavía será bien responder a cada defecto de los que Oviedo contra los indios opone y a muchos levanta y a todos por ello casi excluye de todo remedio de conversión y salvación, como si él estuviera ya muy cierto della (sic.); y a lo que dice que eran sodomitas, ya está en el cap. 23, afirmado que falsa y malvadamente de tan vilísimo (sic.) crimen los infama....[12]A pesar de los evidentes prejuicios de Oviedo y Valdés hacia los indios de América, en el caso de la especie, el de la homofilia, creo que el padre Las Casas exageró su defensa de los indígenas. Y afirmo esto, porque otros cronistas como López de Gómara, Bernal Díaz del Castillo, y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, también observaron y describieron prácticas homosexuales entre los nativos de las islas y tierras continentales.Según Cabeza de Vaca, quien llegó a vivir con los aborígenes de la Florida por más de seis años, y se familiarizó con sus costumbres y lenguas, y fue además un excelente observador, nos dice:“Entre ellos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro, y estos son unos hombres amarinados (sic.), impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y llevan una gran carga, y entre ellos vimos muchos de ellos así amarionados (sic.) como digo, y son más membrudos (sic.) que los otros hombres, y más altos; sufren muy grandes cargas.”[13]
Y si hacemos un cotejo de esta información con otra que nos revela con claridad cual era la costumbre de la carga, comprenderemos mejor el crédito del pasaje anterior.
He aquí la revelación: "Entre estos [entre los indios de la Florida o Bimini] no cargan los hombres ni llevan cosa de peso; más llevanlo las mujeres...",[14] por lo tanto, vale la evidencia anterior.El autor de la Historia General de Indias, Francisco López de Gómara afirma en su obra que los indios de las islas Bahamas: "Fácilmente se juntan con las mujeres, y aún como cuervos o víboras, o peor", y el cronista agrega: "...dejando aparte que son grandísimos sodométicos (sic.) holgazanes, mentirosos, ingratos, mudables y ruines".[15]
En cuanto a las observaciones de Bernal Díaz del Castillo, realizadas durante la conquista de México, disponemos de las siguientes informaciones del cronista: relata Bernal que a raíz de que Cortés ordenó quemar los ídolos de un templo azteca, "salieron de un aposento ocho papas que tenían cargo dellos (sic.), y toman sus ídolos y los llevan a la misma casa de donde salieron e los quemaron". Y prosigue Díaz del Castillo su relato describiendo el vestuario de estos monjes, destacando que sus píes tenían adherida sangre -entre los aztecas eran comunes los sacrificios humanos a sus dioses-, y también que "hedían" a azufre, y de manera muy especial escribe:"...e alcanzamos a saber que aquellos papas eran hijos de principales y no tenían mujeres, más tenían el maldito oficio de sodomías...".[16]
El mismo cronista ofrece una información un poco más amplia con relación a este grave apartamiento entre los aztecas de lo considerado actualmente como una conducta sexual normal y correcta, pues según sus palabras: "quiero decir que en todas las provincias de la Nueva España otra gente más sucia y mala y de peores costumbres no la hubo como esta de la provincia de Panuco porque todos eran sodométicos (sic.) y se embudaban en las partes traseras...".[17]
Todo lo anterior corresponde a las descripciones encontradas en la etnografía antigua.Los etnógrafos contemporáneos no le han dado la suficiente importancia al estudio de las costumbres y relaciones sexuales de los "primitivos modernos", sin embargo, Donald J. Metzger y Robert V. Morey, en un interesante estudio etnográfico realizado entre los Hiwi[18] (Guahibo), afirman sobre estos que:“En general son tolerantes con las desviaciones sexuales. Dicen que no existe la homosexualidad femenina, y los informantes reseñaron el caso de una mujer shaman (sic.) que era travestista, a pesar de que no hay cifras disponibles, se dice que los travestistas masculinos son bastante numerosos, y que comúnmente mantienen relaciones homosexuales con varones adultos normales. Estos individuos son considerados raros, pero realmente no hay reacción negativa hacia ellos.”[19]
En otro interesante estudio sobre los taínos, el científico sueco Sven Lovén aborda el problema del travestismo y de la homosexualidad entre los indios del continente, y de manera particular entre los taínos de las Antillas. Lovén afirma:“The fact is transvestites were found in a great continuous area, extending from Kodiak, among the Indians of the Northwest, furthermore in the plains, in the S.W. of North America, and in the southeastern States, in parts of Mexico and Central America, in Andean South America down to the Araucanos.”[20]
El mismo Lovén, apoyándose en las crónicas de Las Casas, de Oviedo y de Herrera niega que entre los taínos de las Antillas existiese el pecado nefando, pero sin embargo reconoce que el travestismo estuvo presente en estas islas, y muy especialmente expone los casos de indígenas que fueron vistos por los conquistadores usando faldas o naguas, o largas túnicas.[21] Lovén es uno de los pocos autores que ha estudiado sistemáticamente las culturas indígenas del continente, que aborda el estudio del tema del travestismo y de la homosexualidad.
1.4. INTERPRETACIÓN DEL PROBLEMA
En todas las crónicas citadas, exceptuando el padre Las Casas, se afirma la existencia de la homosexualidad entre los indios americanos, en distintas latitudes y lugares, insulares o continentales. Un estudio etnográfico reciente así lo confirma. Por lo tanto, la homofilia estuvo presente en la América prehispánica.Sin embargo, esta conducta no debió constituir un serio problema social, ni tampoco debió ser una práctica generalizada entre los grupos aborígenes hallados por los conquistadores españoles de fines del siglo XV, y principios del siglo XVI, en estas latitudes, aún fuese tolerada por las comunidades en las cuales se manifestaba.A nuestro juicio, reviste de especial interés la información contenida en la obra de Mártir de Anglería, según él: "...el contagio había atacado a los palaciegos, pero no al pueblo".[22]
Bernal Díaz, dice sobre los ocho papas o monjes, a los cuales les atribuye prácticas homosexuales, según el pasaje de su obra citada anteriormente, que estos: "eran hijos de principales...".[23]
En ambos casos queda claramente establecido que se trataba de prácticas de minorías vinculadas al ejercicio del poder político, social, económico o religioso, y sin caer en anacronismos, se podrían muy bien profundizar nuevos estudios en esta línea de investigación, para determinar las vinculaciones entre los elementos: poder y desviación sexual, un tema considerado tabú durante mucho tiempo por los etnógrafos, antropólogos, historiadores y otros cientistas sociales, cuya relevancia actual resulta innegable.
1.5. LA HOMOSEXUALIDAD ANTE LA PSIQUIATRÍA Y LA PSICOLOGÍA.
Explicar una conducta sexual desviada parece ser tarea de especialistas. Es decir, de psiquiatras y psicólogos clínicos, o de médicos sexólogos, novísima rama de las ciencias médicas.A la luz de las interpretaciones de estos profesionales de la sexualidad humana, esta conducta se define como una preferencia sexual por los individuos del mismo sexo,[24] y, en lo que se refiere a la etiología de esta conducta existen básicamente dos planteamientos:a) considerar el comportamiento homosexual como ocasionado por un factor biológico, genético, y por lo tanto, se considera un problema congénito; y,b) las posiciones sustentadas por sociólogos, psicoanalistas y psicólogos, quienes afirman que se trata de un comportamiento socialmente aprendido sobre la base de una determinada práctica sociocultural.En consecuencia, desde este punto de vista, son los reforzamientos conductuales y los condicionamientos socioculturales los determinantes principales de la homotropía u homofilia, para usar dos términos más neutrales.El término homosexual deriva de la raíz griega Homos, que significa igual, lo mismo, y no de la raíz latina homo, que significa hombre. El vocablo fue introducido por el médico húngaro Bendart, en 1869.. Autores contemporáneos prefieren usar los términos homotropía y homofilia por considerarlos más neutrales.[25]Los psiquiatras parecen estar de acuerdo en señalar, como una posible causa de la homosexualidad, la existencia en el seno familiar de madres fuertes, y por consiguiente de padres débiles, lo cual determina que los descendientes de sexo masculino de la pareja imiten la conducta de la madre dominante, incluyendo su comportamiento sexual.La homosexualidad o sodomía, la pederastia (el abuso de niños), la covada (se trata de que el hombre asume actitudes y funciones domésticas femeninas después del parto), así como el travestismo, son todas reversiones o aberraciones sexuales o de identidad de género, y en todos los casos, o se trata de una conducta que imita un patrón de comportamiento del sexo opuesto (covada, travestismo), o de una patología que se caracteriza por un comportamiento sexual desviado en el cual se prefiere al mismo género para mantener una relación sexual contra natura.
1.6. LA HOMOSEXUALIDAD EXPLICADA POR ANTROPÓLOGOS, HISTORIADORES Y ETNÓLOGOS
Evans-Prichard, refiriéndose a la homosexualidad, afirma: "Este síntoma de profunda disnomia social está totalmente ausente en las sociedades primitivas, o cuando existe, o es algo muy raro, o un recurso temporal, o ejerce un papel cultural, no constituyendo en consecuencia un problema social".[26]
Pero, a pesar de la autoridad del etnólogo británico, experto en el estudio de la lengua y las costumbres de varios grupos tribales africanos, su aseveración anterior constituye una verdadera generalización con ribetes de anfibología.
Más bien, una de las posibles explicaciones a esta conducta, es según Roberto Cassá: "el deseo del hombre de suplantar a la mujer en prácticas y prerrogativas importantes propias de su sexo con anterioridad, a fin de obtener pleno dominio de todos los aspectos sociales".[27]
Y es que en las comunidades primitivas, la sola existencia de sistemas matrilineales, y dado el hecho de que la residencia postmatrimonial fuese por excelencia la matrilocal,[28] este interesante hecho determinaba a su vez el establecimiento de una alianza matrimonial -entendida como una verdadera alianza socioeconómica-, en donde el hombre asumía la obligación de producir en términos económicos no tan sólo para él y su esposa, sino para los padres y hermanos de ésta, lo cual constituía una onerosa carga económica que recaía sobre los hombros del marido proveedor encargado de la producción de bienes para todo el grupo familiar ampliado, pudiendo haberse constituido esta práctica en un factor que influyera hacia la huida de los roles y papeles masculinos por parte de los varones, para asumir, en fuga a tales obligaciones y pesadas cargas laborales, un papel femenino.
Como puede colegirse, desde este punto de vista, en resumen, la homosexualidad se considera como una fuga o huida del hombre hacia lo femenino, para de esta manera el varón asumir un rol femenino ante su propio género.Por lo tanto, resulta muy probable que fuese la presión de la sociedad matrilineal la causante de esta conducta, e independientemente de este factor, aún se trate de una sociedad patrilineal, si la residencia postmatrimonial es la matrilocal, también en ésta, la mujer seguirá ejerciendo un importante y casi pleno dominio del hogar, como lo ejerce en muchos hogares actuales, a pesar de la pretendida dominancia masculina. El tema no se agota, pero es hora de pedir el relevo en esta carrera que apenas comienza.
BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:
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[1] Duvignaud, Jean. El lenguaje perdido. Ensayo sobre la diferencia antropológica. México, Ed. Siglo Veintiuno, 1977, p. 33
[2] Kaplan, David, y Robert A. Manners: Introducción crítica a la teoría antropológica. México, Ed. Nueva Imagen, 1979, p. 25.
[3] Tapia Santamaría, Jesús: Obra sin título y sin editar, Mimeo, 1996, P. 82.
[4] Lévi-Strauss, Claude: Las tres fuentes de la reflexión etnológica, Barcelona, Editorial Anagrama, 1975. P. 18.
[5] En: Symposium: P. 178.
[6] Friederici, Georg: El carácter del descubrimiento y de la conquista de América, Tomo I, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, P. 220.
[7] Friederisi, George, Ibidem, P. 220.
[8] Mártir de Anglería, Pedro: Décadas del Nuevo Mundo. 2 Tomos, Santo Domingo, Edición Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc., 1989, I, P. 290.
[9] Mártir de Anglería, Pedro, Ibidem, P. 650.
[10] Fernández de Oviedo, Gonzalo: Historia General y Natural de las Indias. 5 Tomos, Edición y Estudio Preliminar de Juan Pérez deTudela Bueso, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1959, Libro IV, Capítulo III.
[11] Oviedo. Ibidem,, Libro I, Cap. III.
[12] Las Casas, Bartolomé de: Historia de las Indias. 3 Volúmenes, Santo Domingo, Edición Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc., 1987, Tomo III, P. 326.
[13] Cabeza de Vaca Alvar Núñez: Naufragios, México, Edición Origen, S.A., 1984, P. 98.
[14] Alvar Núñez. Ibidem,, P. 71.
[15] López de Gómara, Francisco: Historia General de las Indias. Barcelona, Editorial Iberia, S.A., 1965, P. 52.
[16] Díaz del Castillo, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Barcelona, Edición Ramón Sopeña, S.A., 1975, P. 194.
[17] Díaz del Castillo, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España, Barcelona, Edición Ramón Sopeña, S.A., 1975, P. 562.
[18] Los Hiwi son indígenas que constituyen una población relativamente heterogénea, muy diseminada, que habita las sabanas o llanos de Venezuela y el Este de Colombia, o en las riberas del Orinoco o del Mapiare (Territorio Federal Amazonas), y son el grupo más numeroso de la región que habitan, y se hallan distribuidos en unas diez sub-tribus, con una población que oscila entre 15 o 20 mil personas. La filiación lingüística se sitúa en el filum Macro-Aruaco (Nota de Francisco Berroa).
[19] Metzger, Donald J. y Robert V. Morey: Los Hiwi (Guahibo) Los aborígenes de Venezuela. Caracas, Monografía Núm. 29, Fundación La Salle, 1980, PP. 181-182.
[20] Sven Lovén: Origins of the Tainan Culture: West Indies: Goteborg, 1935, PP.529-530.
[21] Svén, Lovén. Ibidem, PP. 530, 531, 532.
[22] Mártir de Anglería, Opus citatus, I, P. 220.[23] Díaz del Castillo, Bernal: Opus Citatus, P. 194.
[24] Según Mármol y Green (1977), citados por López-Ibor: La homosexualidad masculina, Madrid, Editorial UVE, 1978.
[25] Ver: Vidal Fernández, J.M. Et al.: La homosexualidad: Ciencia y conciencia, Santander, Editorial Sal-Terrae, 1981.
[26] Evans-Pritchard, E.E.: La mujer en las sociedades primitivas y otros ensayos, Barcelona, Editorial Península, 1971, P. 47.
[27] Cassá, Roberto: Los Taínos de la Española, Santo Domingo, Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), 1974, P.149.
[28] Etnógrafos, historiadores y antropólogos coinciden en señalar que la residencia por excelencia, entre los grupos tribales de la selva tropical, era la matrilocal (Nota de Francisco Berroa.
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