Presidente General Ulises Heureaux (Lilís) |
“….este pueblo, uno de los de más acción que ha tenido el mundo, se ha
malgastado siempre en la indecorosa tarea de destruirse a sí mismo. Revoluciones tras revoluciones han
ensangrentado el suelo de la patria, y ninguna ha sustentado un programa
luminoso. Todas vitorean un caudillo,
casi siempre machetero, las más de las veces peor que sus antecesores. Y se ha visto el caso que lo que proponía un
caudillo era rechazado por el bando contrario como atentatorio a la soberanía
nacional y al ser derribado ese caudillo, el bando contrario enarbolaba la
bandera de aquel, que le había servido de pretexto para derrocarlo.
José Ramón López [1]
La desaparición de la dictadura
del general dominicano Ulises Hilarión Heureaux Lebert (a) Lilís fue el
resultado de la conspiración articulada por sus opositores políticos durante
una reunión de los complotados realizada
en la hacienda de don Ramón Cáceres Vásquez (a) Mon, ubicada en la comunidad de Estancia Nueva en
la provincia de Moca, hoy Espaillat.
Los implicados fueron los señores: Horacio
Vásquez Lajara, Ramón Cáceres Vásquez (Mon), Casimiro Cordero, Doroteo
Rodríguez, Domingo Pichardo, Pablo Arnaud H., Blas de la Maza, Manuel Cáceres,
Evaristo Nivar, y José Brache –en ese momento era el Secretario de la
Gobernación de Moca-, quienes eran la viva expresión de una juventud idealista
decididos a actuar con firmeza y resolución, y, optimistas y desafiantes decidieron
- en esa reunión vespertina realizada el 25 de julio de 1899- poner fin a la larga
noche de opresión que arropaba al pueblo dominicano desde 1882. Y un poco más tarde se unieron a ellos: los
hermanos Ramón (Mon) y Jacobito De Lara, Vicente de la Maza, y otros jóvenes
mocanos.
La muerte
violenta del general Ulises Heureaux Lebert (a) Lilís ocurrió en la villa
heroica de Moca en 26 de julio de 1899.
Sin embargo, se conoce muy poco sobre cómo fue ultimado el Pacificador
de la República. Veamos los detalles: Mucho
antes del famoso magnicidio, se sabe el Dictador fue advertido por la curandera
y vidente “Comai” Dominga Mañón, quien personalmente le advirtió que se cuidara
durante su viaje y estadía en la región del Cibao, alegando que ella había
tenido un sueño en el cual aparecía un hombre disparándole a Lilís por la
espalda. Sin darle la mayor importancia
a la advertencia de la vidente, el general Lilís hizo su viaje por la vía
marítima a bordo del barco "El Presidente" –uno de sus tres
vapores de guerra- el cual lo transportó con todos los oficiales integrantes de
su estado mayor desde Santo Domingo hasta la bahía de Samaná, desembarcando Lilís
en el puerto de Sánchez. Cuando el
presidente Heureaux arribó al muelle de esta laboriosa población despidió a
casi todos los miembros de su comitiva civil y militar, incluyendo a su Estado Mayor
bajo el mando del general Jorge Núñez así como a los militares integrantes de
su escolta presidencial.
Desde el
muelle de Sánchez, el Presidente Lilís utilizó los servicios del ferrocarril
para viajar por tierra hasta la ciudad de La Vega pasando por las estaciones del
tren ubicadas en las poblaciones de Arenoso, Villa Riva, Hostos, Castillo,
Pimentel, y San Francisco de Macorís, y una vez en su destino, desde La Vega,
viajaría a lomo de caballo hasta Moca, y desde esa a la ciudad vecina de Santiago
de los 30 Caballeros, en donde pensaba utilizar el Ferrocarril Central
Dominicano o ferrocarril Santiago-Puerto Plata[2]
para viajar a esta última urbe portuaria de la costa norte dominicana, desde
donde -según su plan- retornaría a Santo Domingo en el barco le esperaba en el
muelle de aquella ciudad costera.
Los
militares que le acompañaron en este último viaje fueron solamente dos oficiales
de su escolta seleccionados por su destreza con las armas y por su probado
valor: el leal Guarín González y el bizarro capitán de caballería Demetrio Rodríguez. La historia oral le atribuye a Lilís haber
dicho al iniciar la marcha: “Vamos solos
y el que tenga miedo que compre un perro prieto”.
Otra
advertencia hecha a Lilís antes del magnicidio provino del general Zoilo García
Arismendy, el rico y leal gobernador de la provincia de La Vega, quien le
expresa personalmente al Presidente que
tenía informes sobre la existencia en la ciudad de Moca, la cual visitaría, de
una trama conspirativa en su contra con el fin de quitarle la vida, no
obstante, el general Ulises Heureaux, valiente e impetuoso, salió de La Vega en
25 de julio rumbo al pueblo de Moca, llegando casi solo, ese mismo día, a esta
urbe de apenas dos mil almas, desoyendo las recomendaciones de sus colaboradores
y esbirros, quienes le exhortaron no visitar la citada población debido a la
existencia de un plan para atentar en contra de su integridad física.
Desde que El
Manco Lilís tocó la población de Moca despidió a los hombres armados aportados
por el general don Zoilo García para darle protección, unos 20, a quienes gratificó con viáticos y obsequios monetarios, e incluso, se conoce que
durante la noche de ese día asistió a un baile en su honor en dicha ciudad cibaeña,
estando presente lo más granado de la sociedad mocana. Después de permanecer allí hasta el día
siguiente, realiza ciertas y necesarias visitas de cortesía, y sostiene
reuniones con la elite política de aquella ciudad.
Concluida su
visita, el general Heureaux se despidió de sus amigos y partidarios, especialmente
de su compadre don Jacobo De Lara y de don Carlos M. De Rojas, pero cuando toma
rumbo al camino que conduce a Santiago pretexta ante sus dos escoltas un olvido
para justificar su retorno al almacén comercial de su amigo y compadre don Jacobo
De Lara, alegando haber dejado inconcluso un negocio de muebles, pidiéndole a
sus acompañantes Demetrio Rodríguez y Guarín González que le esperasen en la
salida a Santiago, y después de regresar al comercio de don Jacobo, mientras
ojeaba con la ayuda de sus dos manos un catálogo de muebles, muy concentrado en
su observación, y hallándose en compañía de sus amigos: los señores: Jacobo De
Lara, Carlos M. Rojas, y Lucas Guzmán, a eso de las 4:00 P. M., uno de los
conspiradores envió a un limosnero para distraerlo al solicitarle su socorro,
lo cual obligaría a Lilís a moverse saliendo al balcón del negocio, y meterse
la mano buena en la faltriquera para sacar dinero que donaría al mendigo,
momento oportuno para que Jacobito de Lara, de 17 años y ahijado de Lilís,
aprovechará la ocasión –oculto detrás de una puerta de dos hojas- disparándole
a poca distancia e hiriéndole superficialmente en la nuca donde le produjo un raspón
y la perforación de una oreja.
Jacobo De Lara hijo Fue el primero en disparar a Lilís oculto tras una puerta y le produjo un simple raspón |
La sorpresa
de este ataque artero inesperado fue hábilmente aprovechada por Ramón Cáceres
(Mon), quien era un excelente tirador,
acercándose al Presidente herido, tomándole desprevenido y haciéndole un
certero disparo a su mano izquierda el cual también le hirió en la cadera.
Esto lo hizo Mon Cáceres, según un testigo
ocular “porque él
sabía que Heureaux sacaba el revólver
con la mano izquierda, para ponérselo en la derecha, la manca, con la cual
disparaba.[3] De inmediato, mientras Heureaux vanamente
trataba desenfundar su revólver con la mano herida, Mon Cáceres le hizo a
seguidas cuatro balazos en el pecho, casi a quemarropa, dejándole tambaleante.
En aquella
época se comentaba en Moca que Lilís reaccionó en su defensa, e hizo un disparo
con el cual ultimó al limosnero Eugenio Ignacio (a) Pío de un balazo en la boca,
y luego corrió agonizante por la calle hasta caer al pie de una mata de
guásuma, momento que aprovecha Ramón de Lara
para disparar precipitadamente con su revólver un quinto balazo sobre el
pecho de Lilís quien había caído boca arriba ya moribundo, terminando el otro
Mon la difícil tarea iniciada por su hermano Jacobito.
En total, el cuerpo de Lilís fue acertado por seis disparos aparte del que hizo Jacobito De Lara que sólo le produjo una simple herida superficial, con el cual fueron siete. Esto lo confirma el
médico que le practicó la necropsia al cuerpo del general Heureaux. Según el Dr. Buenaventura
Refugio Báez y Labastida (Capitán Báez) en carta a su madre, “Tenía el
Presidente cinco balazos en el pecho, uno sobre la cadera izquierda que le
hirió el brazo izquierdo, y uno en la nuca, que es un simple raspón.”[4]
Lo que se
sabe de seguro es que la ofensiva contra Lilís la iniciaron los jóvenes
conspiradores encabezados por Horacio Vásquez quien posiblemente contaba con el
apoyo económico y político de la casa comercial Cosme Batlle, a la cual había
servido como administrador del Almacén en la ciudad de La Vega, y Jacobito De Lara y su hermano Ramón quienes
fueron previamente estimulados por Juan Isidro Jimenes quien aprovechó una
visita de Jacobito de Lara a Paris para condicionarlo contra Heureaux.
Sobre la
versión que destaca el papel protagónico de Jacobo de Lara hijo en el ajusticiamiento
del Dictador se conoce muy bien que esta
explicación ha sido confirmada incluso por una de las hijas de Lilís, quien ha sostenido
que -por la información de primera mano que le ofreció don Jacobo de Lara- el
primero en disparar fue su propio hijo Jacobito, por demás ahijado de Lilís,
aunque luego los demás conspiradores que dispararon fueron Ramón Cáceres y
Ramón De Lara, este ultimo dejó caer sobre su cuerpo convulsionante un disparo
de gracia en el pecho.
El cadáver de
Lilís fue levantado por el coronel Cunete Pérez, acompañado de Manuel M. Molina
y Leopoldo Comprés. Don Ezequiel
Hernández, a la sazón Fiscal de Moca, halló en poder del Dictador muerto un
rollo de billetes de RD $ 5.00 y $2.00 pesos de denominación los cuales usaba
para regalar a los pedigüeños; un reloj de oro con leontina; unos espejuelos
con montura y estuche de oro que no aumentaron ni la previsión ni la visión del
Tirano; cuatro botones de oro para pechera que no ayudaron a detener los tiros
que rompieron su pecho; dos anillos de oro con piedras preciosas que con el
tiempo se hicieron feas; un revólver Smith-Wesson de 9 mm., que no le fue útil
para repeler a sus agresores, y en fin, estos bienes les fueron entregados a
don José de Jesús Álvarez para que a su vez los entregara a los herederos del
poderoso difunto. Su cuerpo, perforado
por las balas e inerte, fue bañado y arreglado por el Dr. Morín y por el
farmacéutico Manuel María Sanabia, y luego trasladado a Santiago por el general
Pedro (Perico) Pepín.
Existen
varias versiones fantasiosas sobre la muerte de Heureaux. Una de estas es autoría de Eugenio Deschamps
quien describe la muerte de Heureaux de esta forma:
“Un grupo de jóvenes de la ciudad de Moca elaboró
el audaz proyecto de aprovechar la llegada allí del Presidente para quitarle la
vida.”
“Al despedirse ya, con dirección a Santiago de los
Caballeros, el 26 de julio de 1899, daba unas ordenes en una casa de comercio,
cuando Jacobo de Lara, hijo, que estaba dentro, le disparo el primer tiro,
mientras Ramón Cáceres, que le aguardaba fuera, dispárale en el pecho, al salir
Heureaux, los seis de su revólver.”
Con estos siete balazos en la cabeza y en el pecho no
caía aquel hombre aun; aunque sin fuerzas como es de presumir (muerto ya,
decíame un testigo), caminaba maquiavélicamente, dando traspiés sobre su
agresor, los ojos fijos y desmesuradamente abiertos, el revólver en la diestra,
sin poder disparar, gritándole con voz honda, que ya no es voz humana “!asesino!...!asesino!”[5]
Por su parte
Benjamín Sumner Welles afirma lo siguiente:
“Mientras el presidente hablaba con un funcionario en la puerta de la oficina
provincial de la Administración de Hacienda, Cáceres avanzó sobre él. Le apuntó
con su revólver, le disparó al cuerpo, y otros disparos, procedentes de su revólver
y del de De Lara, fueron hechos en rápida sucesión. Dieron todos en el blanco.”
“Al sacar instintivamente su pistola con la
mano derecha, Heureaux, respondió a los disparos. Pero aquella mano, mutilada
años atrás en una lucha en Haití, fue lenta en la respuesta; la bala se desvió
sin rumbo, y mató a un pordiosero que se estaba agachado en una calle cercana.
Por último, un disparo del revólver de Cáceres, penetró por la boca de Heureaux
y le atravesó la base del cráneo. El dictador cayó al suelo. En un instante su
cuerpo fue acribillado a balazos, y Cáceres escapó con su compañero de la
escolta armada de Heureaux, montó en su caballo y huyó del pueblo.”[6]
Tal como
afirma el doctor García Lluberes en su artículo antes citado:
“Pedro Troncoso
Sánchez hace a su vez en la página 102 de su Ramón Cáceres, otro relato tan infiel como el de Sumner
Welles. Expresa Troncoso: «Descarga
(Heureaux) todos sus tiros (sic) y dos de ellos matan a un conocido pordiosero,
Eduardo Ignacio, a quien el lance sorprende sentado en una acera cercana. El último disparo se lo descarga Mon casi a
quemarropa y enseguida muestra la boca deshecha y sangrante. La bala le ha
salido por la nuca”.[7]
Joaquín
Balaguer en su obra “Los Carpinteros” ofrece esta novelesca versión:
“En la mañana del día siguiente al de su arribo, con las
polainas puestas y calzadas las espuelas, Heureaux visitó el establecimiento de
su amigo Don Jacobo de Lara, y se sentó, como exprofeso, en una silla que
colocó de espalda a una de las puertas que daban acceso a la calle. En el curso
de la conversación, la cual versó sobre cosas banales, alcanzó a oír, en el
interior de la casa, la voz de Ramón Cáceres que intercambiaba algunas palabras
con el hijo del dueño del establecimiento.
Expresó sorpresa sobre la presencia en el lugar de ambos jóvenes.
Recibió como única respuesta una primera bala que le hirió mortalmente. Se puso
en pie para hacer frente a otro de sus atacantes, pero las fuerzas le
flaquearon y cayó de rodillas al tiempo que hacía esfuerzos para desenfundar el
revólver con la mano izquierda y empuñarlo con la derecha que tenía casi inválida. El último tiro, el
llamado de gracia, lo recibió en la frente, disparado por Ramón Cáceres.”[8]
Muerto el
Tirano, el poder cayó en manos del Vicepresidente de la República, general
Wenceslao Figuereo (a) Manolao, quien apenas contó con el apoyo de los
ministros del gobierno y del presidente del Congreso don Isaías Franco.
Los miembros
del Congreso, tras conocer sobre su muerte, decretaron nueve días de duelo, y
don Isaías Franco, presidente del Congreso, en el discurso
pronunciado ante el nuevo presidente de la República, general Wenceslao
Figuereo (a) Manolao, le aseguró que tendría el apoyo del poder legislativo de
la Nación, diciendo que la noticia sobre la muerte de Lilís: “había causado dolor intenso al congreso, que
vio ausentarse para siempre tan trágicamente, al ciudadano cuyos esfuerzos
lograron consolidaron la paz de la República.”
Por su parte, los militares, con más sentido
de unidad y de lealtad, desde la vieja fortaleza ubicada en la ribera occidental
de la ría del Ozama pusieron en actividad las baterías y disparaban un cañonazo
cada 15 minutos.
El jueves 27
de julio el Listín Diario titula: “Sensacional. Muerte del General Heureaux. La Insólita Noticia. Detalles Oficiosos. Expectación”. El entierro se hizo en la Catedral de
Santiago el día 28 de julio en medio de un temporal violento.
Ni los
dineros de los empréstitos, ni sus espías, y mucho menos el poder militar con
que contaba, pudieron impedir su muerte.
Con este famoso magnicidio comenzó a reivindicarse la libertad
conculcada. Debido a la muerte violenta
de Heureaux no se concluyó un nuevo acuerdo de empréstito que el dictador se
hallaba negociando con el prestamista inglés F. H. Morris, lo cual revela el
grado de insolvencia económica del gobierno en el año de 1899.
Por lo
tanto, en la República Dominicana la historia del siglo XX quedo iniciada,
desde una perspectiva real, con la decapitación violenta de la tiranía del
presidente general Ulises Heureaux.
Pero, a pesar de las medidas de
contrainsurgencia implementadas por el presidente Wenceslao Figuereo con el
respaldo de sus leales tropas azuanas y sanjuaneras, y de la terrible represión
desatada sobre los victimarios del Dictador, muy pronto don Horacio Vásquez
Lajara y Ramón Cáceres iniciaron una rebelión armada en la comunidad de San
Francisco de Macorís, en la región del Cibao, en donde ambos habían buscado refugio
en la hacienda de don Tomás Ureña en la comunidad rural de El Pozo, cuando eran
perseguidos por los militares al servicio del gobierno descabezado.
REFERENCIAS:
[2] Dicho ferrocarril fue construido durante una de sus administraciones
gubernamentales, e inaugurado por él en fecha 16 de agosto de 1897 (Nota de
Francisco Berroa).
[3] La información la ofreció Cipriano Bencosme al doctor Alcides García
Lluberes, quien lo atestigua en su artículo titulado “El día histórico 26 de
julio de 1899”, en : Constancio Cassá (compilador) El Dr. Alcides García
Lluberes y sus artículos publicados en
el periódico Patria de 1965. Archivo General de la Nación. Volumen CXCIX. Santo Domingo, 2013, P. 65.
[5] Cassá, Roberto et al.
Eugenio Deschamps, Antología, Archivo General de la Nación, Santo
Domingo, 2012, P. 547-8.
[6] Benjamín Sumner-Welles. La Viña de
Naboth. La Republica Dominicana, 1844.1924, Sociedad Dominicana de Bibliofilos,
Santo Domingo, 2006. Tomo II, P. 44.
[7] Constancio Cassá (compilador) El Dr. Alcides García Lluberes y sus artículos publicados en el periódico
Patria de 1965. Archivo General de la Nación. Volumen CXCIX. Santo Domingo, 2013, P. 64.
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