Wednesday, November 19, 2014

Combatiendo por la Casa del Poder

NOTIHISTORIADOMINICANA


Amaury Germán Aristy

Illio Capocci



Cuerpo de Hombres Ranas
Juan Miguel Román

Militares frente al Palacio en 1965

Casas Reales

Palacio Consistorial

Palacio en construcción en 1946

Palacio de Borgellá


Por: Francisco M. Berroa Ubiera, M.A.
Profesor Titular de la Cátedra de Historia Dominicana, Escuela de Historia y Antropología, Facultad de Humanidades.

En nuestro país, el poder tiene una geografía y una casa.  Los provincianos dicen: “Los cheques -de los sueldos- se hacen en la Capital”. Durante siglos y siglos la administración pública y política ha estado concentrada en Santo Domingo.
En los remotos días de la época colonial los gobernadores hispanos despachaban sus asuntos desde el edificio de los Capitanes Generales y Real Audiencia, en la calle Las Damas a esquina Mercedes.  Luego, durante la dominación haitiana el poder se mudó de casa: los gobernadores ocupaban el Palacio de Borgellá, edificado sobre la antigua residencia de don Diego de Herrera, frente a la Plaza de Armas.
Más tarde,  la casa de gobierno se instaló en el actual Palacio Consistorial, calle El Conde a esquina Arzobispo Meriño.
Posteriormente nuestros gobernantes ocuparon la llamada Mansión Presidencial, nombre dado al edificio antes usado por la Receptoría de Aduanas.
Sin embargo, el 16 de agosto de 1947 el presidente Rafael Trujillo se muda con su gabinete al actual Palacio Nacional Dominicano, edificado sobre una pequeña colina, el cual se convierte en símbolo y casa del poder político y militar en la República Dominicana.
Casi nadie recuerda que el 19 de mayo de 1965 un comando de constitucionalistas intenta tomar por asalto el Palacio Nacional con la intención de dar un golpe psicológico al enemigo dado el hecho de que ese edificio tenía un significado simbólico para el pueblo, el cual se hallaba, en ese momento, en poder de las tropas del Gobierno de Reconstrucción Nacional presidido por el general Antonio Imbert Barreras, quien contaba con el apoyo de las tropas invasoras norteamericanas.
La decisión la tomaron los coroneles constitucionalistas Francisco Alberto Caamaño Deño y Rafael Tomás Fernández Domínguez,  ordenando Francis la movilización de hombres, de equipos militares y de sus escasas unidades móviles.
El plan consistía en  atacar el Palacio y tomarlo por asalto. Las fuerzas avanzaron en columnas: una comandada por el entrenador italiano de los Hombres Ranas, el indómito  Illio Capocci, e integrada por Baby Mejía, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Euclides Morillo, Pichi Mella, Norge Botello, y los jóvenes del Movimiento Revolucionario o Agrupación Política  14 de Junio, y algunos combatientes haitianos, quienes apoyarían a Manuel Ramón Montes Arache  comandante de otra columna que tenía como objetivo el edificio de las Fuerzas Armadas, ahora ocupado por  el Departamento Nacional de Investigaciones (DNI).
En el momento en que las columnas constitucionalistas se hallaban avanzando hacia su objetivo militar fueron sorprendidas por francotiradores norteamericanos quienes les hicieron fuego de manera implacable, frustrando la tentativa de asalto del símbolo del poder: el Palacio.  Luego, los combatientes fueron inmovilizados con un continuo fuego de morteros.  Y hubo hasta disparos de cañones.
En el intento de asalto al Palacio Nacional perdieron la vida el Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, Ministro de Interior y Policía del Gobierno Constitucionalista, el líder revolucionario doctor Juan Miguel Román, líder militar del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, Euclides Morillo, un importante cuadro del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, e Illio Capocci, entrenador de los hombres ranas, entre otros destacados constitucionalistas.  Amaury Germán Aristy fue herido en combate, el cual inicia a las 2:30 PM y se extendió casi hasta la 7:00 PM., aquel fatídico día.

Uno de los pocos relatos sobre los hechos analizados fue escrito por Baby Mejía (testigo presencial fallecido), publicado en la prensa nacional hace algunos años.  Otro  relato fue hecho a la sección de Historia Oral del Archivo General de la Nación (AGN) por  Elpidio Cáceres (Boa) en el año 2006.

Saturday, November 15, 2014

La Universidad de Santo Domingo y la Era de Trujillo

NOTIHISTORIADOMINICANA


Por: Francisco M. Berroa Ubiera, M.A.
Profesor Titular de la Cátedra de Historia Dominicana, y Ex Director del Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades, UASD.

El dictador y generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina gobernó el país con mano férrea durante 31 años (1930-1961), durante los cuales ejerció pleno control sobre todos los aspectos de la vida económica, social, política, y, cultural de la República Dominicana.
Rafael Trujillo controlaba la vida cultural del país y narigoneaba a los hacedores de cultura en el plano superior: artistas, escritores, historiadores, catedráticos, profesionales, científicos, e intelectuales en sentido general, quienes en su gran mayoría donaron su talento y espíritu creativo a la tiranía.
En el terreno cultural, uno de los feudos preferidos por Trujillo fue la Universidad de Santo Domingo (USD), cuyos funcionarios eran designados personalmente por él, quien para ejercer el cargo de rector escogía a profesionales con buena preparación académica y comprobada competencia profesional, casi siempre autores de obras de renombre.
Durante la “Era de Trujillo” fueron designados como rectores de la Universidad de Santo Domingo los distinguidos profesionales: Doctor Ramón de Lara (1929-1930); Dr. Federico Henríquez y Carvajal (1930-1933); Dr. Eduardo R. Soler (Interino: 1933); Lic. Juan Tomás Mejía (1933-1934); Dr. Eduardo R. Soler (interino: 1934); Lic. Juan Tomás Mejía (1934-1935); Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1935-1936); Dr. Manuel E. Perdono (Interino: 1936); Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1936); Dr. Manuel E. Perdomo (Interino: 1936-1937); Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1937); Dr. Manuel E. Perdomo (Interino: 1937-1938); Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1938); Lic. Julio Ortega Frier (1938-1940; 1940-47); Doctor Julio Vega Batlle (1947-1949); Dr. Pedro Troncoso Sánchez (1949-1953; 1953-56); Dr. Carlos Sánchez y Sánchez; Dr. Rafael Filiberto Bonelly; Dr. Virgilio Díaz Ordóñez (1956-1958); Dr. José Turul Ricart (1958); Dr. Manuel María Guerrero; Dr. Emilio Rodríguez Demorizi; Dr. Arturo Despradel (1958-1960); Dr. José Antonio Caro Álvarez (1960-1961); Dr. José Manuel Machado; Dr. Ambrosio Álvarez Aybar; Dr. José A. Paniagua (1961-1962).
Muchos de los rectores aprovecharon su designación para darle a Trujillo los más inmerecidos reconocimientos, y, alguno de ellos llegó a otorgarle al Dictador todos los títulos concedidos por la academia en sus distintas facultades.  Y para evitar el “celo académico” en la familia Trujillo, fueron dados títulos universitarios a sus familiares, parientes o amigos sin cumplir con ningún requisito académico.
Reelecto en la presidencia en 1934, Trujillo comenzó a promover el culto a su personalidad.  El dictador se declaró Jefe Supremo, Fundador y Director Único del Partido Dominicano, Benefactor de la Patria con rango, títulos, honores y preeminencia por encima del Presidente Peynado, Padre de la Patria Nueva, El Generalísimo de todos los ejércitos de tierra, mar y aire, Protector de la Iglesia, Restaurador de la independencia financiera de la República (1940), Gran Protector de la Universidad de Santo Domingo, y, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Domingo (17 de octubre de 1934).
Se sabe que Rafael Trujillo manejó la educación pública en todos los niveles como un medio de propaganda política, para hacer lavado de cerebro, y para fomentar las lealtades primordiales entre los estudiantes.  Asimismo, las facilidades educativas fueron usadas también como centros de encuadramiento militar.  Por ejemplo: en la Universidad de Santo Domingo (USD) fue creada la Guardia Universitaria, cuyos miembros estaban obligados a realizar entrenamiento militar, y recorrían el campus universitario realizando marchas y contramarchas con inusitado frenesí al ritmo marcial del redoblante.
La Universidad de Santo Domingo y los inmigrantes
Se conoce muy bien que el general Rafael Trujillo ofreció ciertas facilidades para el ingreso al país de unos 5,000 exiliados políticos españoles a partir de 1939, quienes eran perseguidos políticos del general Francisco Franco, de los cuales quedaron finalmente muy pocos residiendo en el país, unos 100 refugiados hispanos en 1949.
Se ha dicho que con la inmigración de los españoles resultaron beneficiados Rafael César Tolentino, Moisés García Mella, Plinio Pina Chevalier, y de manera especial Virgilio Trujillo, quienes cobraban a los hispanos una suerte de “peaje” consular para darles el visado dominicano.  Se sabe que Trujillo recibía del Servicio de Emigración de Refugiados Españoles (SERE) la suma de US$50.00 por refugiado cada mes.
De acuerdo con el testimonio de Jesús de Galíndez, uno de los refugiados hispanos que prestó sus servicios al Generalísimo, vinieron al país de 4,000 a 5,000 refugiados “disfrazados de agricultores”, quienes eran realmente generales regulares del ejército, catedráticos universitarios, mecánicos, pescadores, y artistas, filósofos y profesionales, por ello, según él, “las colonias agrícolas fueron un fracaso y poco a poco la mayoría se disperso hacia otros rumbos”.[i]
Bernardo Vega[ii] sostiene con relación a los refugiados hispanos que los emigrados de ese país fueron: 288 que vinieron en el buque “Flandres” en 7 de noviembre de 1939, y que luego, hasta junio de 1940 habían ingresado unos 3,150 emigrados españoles.  De estos, salieron del país unos 500 refugiados en mayo de 1940, y en mayo de 1941 Vega sostiene que tan solo quedaban unos 1500 españoles.  Que desde febrero de 1944 a octubre de 1945 salieron hacia México y Venezuela 1,180 refugiados.
De los españoles que se instalaron en la República Dominicana algunos fueron íntimos colaboradores del dictador, entre ellos: Javier Malagón Barceló, Jesús de Galíndez, José Almoina, José Vela Zanetti, López Mezquita, Manolo Pascual, Pedro González Blanco, Ramón Fernández Mato, Vicente Llorens, entre otros.
Entre los más distinguidos refugiados españoles se encontraban los profesores de la Universidad de Santo Domingo: los juristas Constancio Bernardo de Quiroz y Luis Jiménez de Asúa; los geógrafos Alfredo Lagunilla, Honorato de Castro y Ramón Martorell –fundador del Instituto Geográfico Universitario con el Teniente coronel Aurelio Matilla-; los catedráticos Luis Alaminos (de sicología), Vicente Herrero, José María Ots Capdequí, Giner, Fernando de los Ríos, Luis Florens, Antonio Román (de Medicina), Amos Sabrás (Matemático), Fernando Sainz Ruiz, Malaquías Gil, etc.. Destacados músicos como: Enrique Casals Chapí y Alfredo Matilla; actores y dramaturgos de la talla de Antonio Blanco, Freddy Del Mural y Carmen Rull; escultores: Antonio Prats Ventós y Manolo Pascual: poetas: Roque Nieto y Padro Salinas; dibujante: José Alloza; artistas del pincel: Eugenio Fernández Granell, José Gausachs, Francisco Díaz Vásquez, José Vela Zanetti, Alfonso Jiménez de Asúa (a) Shum, Ramón Prats Ventós, Juan Junyer, etc.
Los inmigrantes hispanos tenían distintas profesiones y oficios e hicieron aportes significativos en todas las áreas de la vida productiva y cultural.  Los españoles contribuyeron notablemente con el desarrollo de la cultura, de la educación y de las ciencias.  Durante la estadía de estos La Universidad de Santo Domingo (USD) reorganiza su Facultad de Filosofía –que había sido restablecida por medio de la Ley General de Estudios del 5 de diciembre de 1932-, y además fueron promovidas las Bellas Artes –pintura, escultura, dibujo-, el Teatro, la danza y el ballet, la música clásica e instrumental con la fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional, la impresión, la serigrafía, la fotografía, etc.
Cambios en la Universidad con Trujillo
En el aspecto curricular, durante la Era de Trujillo fue restaurada la enseñanza expositiva de las cátedras magistrales, introduciéndose el sistema de estudiantes libres, y a los estudiantes denominados "autorizados" les dieron un plazo de 10 años para obtener sus diplomas.
Asimismo, la Facultad de Filosofía fue restablecida por medio de la Ley General de Estudios de fecha 5 de diciembre de 1932.
Una nueva Ley de Organización Universitaria fue promulgada en fecha 21 de octubre de 1937, la cual puso fin a los "estudiantes libres", reconociendo solamente los estudios oficiales; dicha ley dispone de un régimen de vacaciones, y procura la metodización de los estudios y de la docencia universitaria; asimismo, prohibió los cursos simultáneos, y crea las siguientes facultades:
a) Derecho con estudios de Notariado, Hacienda Pública y Economía;
b) Medicina, con estudios de Obstetricia, Enfermería, Higiene y sanidad;
c) Farmacia, con estudios de Química azucarera;
d) Filosofía, Letras e Historia, es decir, los estudios humanísticos.
Para la facultad de Filosofía la Ley de 1937 establecía un mínimum de 13 materias, que podían ser desdobladas en un número mayor de asignaturas: 1) Historia de la Filosofía; 2) Historia Moderna Universal; 3) Historia de América; 4) Historia de la Literatura Española; 5) Historia de la literatura extranjera; 6) Literatura; 7) Literatura Griega; 8) Psicología; 9) Filología; 10) Introducción a la Filosofía; 11) Sociología; 12) Filosofía Moral; 13) Literatura Latina.
Los estudios filosóficos durante la Era de Trujillo
Posteriormente, en 1939, se reorganizó la Facultad y los estudios de filosofía se extendieron un mínimo de 133 asignaturas, reformado dicho plan de estudios en 1954.
Otra importante reforma se produce con la puesta en vigor de la Ley Núm. 177 de fecha 14 de noviembre de 1939, con la cual se reorganiza la Facultad de Filosofía, Letras e Historia denominándola Facultad de Filosofía, con el propósito de: "Realizar la misión de la Universidad, que no es otra que contribuir al auge y difusión de la cultura humana mediante el fomento y enseñanza de los principios y fundamentos esenciales de las disciplinas del espíritu, en su grado más elevado, es decir, en lo teorético, en lo puro".[iii]
Agregando a lo anterior lo siguiente: "El conocimiento teorético, el puro, es el primer paso indispensable y fundamental, para la ulterior acción, si es que esta debe ser racional.  Sin él no hay método ni técnica, ni ciencia ni inteligencia de la vida y de las cosas."[iv]
Además fueron consignadas como funciones de la Facultad de Filosofía otorgar los títulos de Licenciado y Doctor en Filosofía.
Los estudios de filosofía podían ser cursados por personas que no fuesen bachilleres siempre y cuando fuesen mayores de 25 años, previo examen de admisión.  Muchos diplomáticos extranjeros se matricularon en la facultad de filosofía, lo cual es una muestra de su crédito académico.
El enciclopedismo fue un elemento característico en el cuadro de materias correspondiente al periodo del año lectivo 1939-1940, que se ofreció durante varios años aunque luego fue modificado.
La Ordenanza del Consejo Universitario Número 3-40 del 11 de enero de 1940 aprobó el Reglamento de trabajo docente de dicha Facultad, y en ese mismo mes y año, el 23 de enero inició sus labores académicas; el edificio de la Facultad de Filosofía fue designado con el nombre del insigne humanista don Pedro Henríquez Ureña por medio de la Ley Núm. 1186 de fecha 23 de mayo de 1946.
Mediante la Ley Núm. 4864 del 26 de febrero de 1958 se establecen los cursos preparatorios en todas las facultades de carácter profesional de la Universidad, y, el Articulo 2 de la citada Ley la denomina “Facultad de Filosofía, Ciencias y Educación”, aunque el 2 de octubre del mismo año la Ley 5006 la nombra “Facultad de Filosofía y Educación”, dándole autoridad legal para expedir títulos de grado de Licenciado y Doctor en Educación y en Filosofía en las distintas secciones que establezca el Consejo Universitario.
La Ley de Organización Universitaria Núm. 5130 del 13 de mayo de 1959 le mantuvo el nombre de “Facultad de Filosofía y Educación”, con las siguientes Escuelas adscritas a la misma: a) Escuela de Periodismo; b) Escuela de Idiomas; c) Escuela de Servicio Social; d) Escuela de Bibliotecarios Archivistas; consignando dicha Ley que la Escuela de Filosofía podía otorgar los siguientes títulos: a) Licenciado en Filosofía; b) Doctor en Filosofía; c) Licenciado en Ciencias de la Educación.
Mediante la Ordenanza Núm. 12\59 del 17 de julio de 1959 fue aprobado el reglamento que regula el funcionamiento docente en la “Facultad de Filosofía y Educación”, disponiendo esta ordenanza en su artículo 11 lo relativo al plan de estudios.
Por medio de la Ley Núm. 5130 que modificó la Ley Núm. 5364 del 1ro. de junio de 1960, se dispuso establecer una prueba de nivel a los estudiantes de la Facultad.
Asimismo la Ley 5415 del año 1960 modificó la estructura de la Facultad de Filosofía y Educación, en lo concerniente a las Escuelas, siendo eliminadas por inoperantes las Escuelas de Bibliotecarios y Archivistas, y la de Servicio Social.
El Estatuto Orgánico de la Universidad de 1962 se mantuvo el nombre de “Facultad de Filosofía y Educación” con las siguientes Escuelas: a) Periodismo; b) Idiomas; c) Bibliotecarios y Archivistas.
En el mismo Estatuto se estipula que la “Facultad de Filosofía y Educación” otorgaría los siguientes títulos: 1) Licenciado en Filosofía, en las secciones establecidas por el Consejo Universitario; 2) Doctor en Filosofía; 3) Licenciado en Ciencias de la educación, en las secciones establecidas por el Consejo Universitario; 4) Doctor en Ciencias de la Educación.
El post-trujillismo y la autonomía universitaria
Una de las primeras medidas adoptada por Joaquín Balaguer, para tratar de evitar las movilizaciones y protestas estudiantiles tras la caída de Trujillo, fue concederle autonomía a la Universidad de Santo Domingo por medio de la de fecha 31 de diciembre de 1961 y promulgada en fecha 7 de enero de 1962 por el doctor Balaguer como Presidente del Consejo de Estado.
Esta alta casa de estudios había estado dominada por una burocracia académica que impedía el ingreso a la entidad de los hijos de las familias humildes del país, sin importar sus meritos académicos.  De acuerdo con el historiador Frank Moya Pons “más de un millar de militantes de los minúsculos partidos de izquierda se convirtieron en profesores y empleados de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, transformándose gradualmente en elementos conservadores, aún cuando desplegaban un estridente discurso revolucionario”.[v]
Dada la apertura determinada por tal autonomía, comienza a manifestarse un considerable aumento de la demanda de los servicios educativos universitarios, por ejemplo: La matrícula universitaria creció considerablemente, en 1960 habían 3,448 estudiantes matriculados, y en 1963 el número era de 5,055, y diez años después en 1974 contábamos con una matrícula de 31,684 estudiantes.  En 1978 la UASD contaba con 46,000 estudiantes, y en 1983 tenía matriculados unos 70,000 estudiantes.
Además, a nivel nacional se organizan nuevas academias dedicadas a la enseñanza superior: La Universidad Católica Madre y Maestra fue fundada en la ciudad de Santiago de los Caballeros por iniciativa de Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito en 9 de septiembre de 1962; posteriormente se crea la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) en la ciudad de Santo Domingo.
Sobre la fundación de la UCMM Cassá opina que “su fundación en 1962 fue gestada por el mismo conglomerado empresarial que creó, una asociación empresarial, el primer banco comercial privado de la época postrujillista, un instituto para la formación de técnicos medios en el sector agropecuario y una financiera de desarrollo.  Estos sectores contaron con el estimulo y desarrollo de los Estados Unidos, en lo que incidió el diseño que formulaban para el papel conservador de la educación superior privada”.[vi]




[i] De Galíndez, Jesús.  Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior.  Compilación de Cassá, Constancio, edición del Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2010, P. 101.
[ii] Vega, Bernardo. “La migración española de 1939 y su impacto sobre los dominicanos”; “Evocando en Madrid los refugiados españoles de 1939”, En: “En la Década Pérdida”.  Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 1991. PP. 275-283;  285-287.
[iii] Sánchez, Juan Francisco.  La Universidad de Santo Domingo, Impresora Dominicana, Ciudad Trujillo, 1955, P. 112.
[iv] Sánchez, Juan Francisco.  La Universidad de Santo Domingo, Impresora Dominicana, Ciudad Trujillo, 1955, P. 113.
[v] Moya Pons: Manual de Historia Dominicana, P. 542.  Cuando el “pulcro e infalible” historiador vegano dijo eso se hallaba cortejando a los norteamericanos para viajar becado a realizar estudios de postgrado en los Estados Unidos, y no pensaba ser funcionario del PPH-PRD, ni se había traído “Rocash” de Puerto Rico (Nota de Francisco Berroa).
[vi] Cassá, Roberto.  Los jóvenes dominicanos.  Situación y tareas.  GRIPAC, Santo Domingo, 1995.  P. 79.

Monday, March 24, 2014

LA INDEPENDENCIA DE REPUBLICA DOMINICANA EL 27 DE FEBRERO DE 1844

NOTIHISTORIADOMINICANA
Por: Francisco M. Berroa Ubiera
Historiador

GRITO DE SANTO DOMINGO

FRANCISCO SANCHEZ DEL ROSARIO

JUAN PABLO DUARTE

MATIAS RAMON MELLA

L
ucha por la independencia.  Reunidos en Azua, Buenaventura Báez y sus partidarios hicieron circular un manifiesto, redactado en aquella ciudad sureña el 1 de enero de 1844, llamando al pueblo a luchar para incorporar el Este de la Isla a Francia.  Los independentistas, para oponérseles, encabezados por el coronel Francisco Sánchez del Rosario, redactaron un manifiesto en 16 de enero de 1844, denominado: "Manifestación de los pueblos de la parte Este de la Isla antes española o de Santo Domingo, sobre las causas de la separación de la República de Haití", el cual se puso a circular y anunciaba, por acuerdo previo, que la separación de Haití se produciría el martes 27 de febrero de 1844.
Sobre los dominicanos, opinaba el cónsul francés Monsieur Eustache de Juchereau de Saint Denys en 5 de febrero de 1844, un poco antes de la proclamación de la independencia, que:
"Cansados del yugo odioso que una administración antipática y preocupante los somete diariamente, la población del Este de Haití, y principalmente la de Santo Domingo, parece decidida, desde hace mucho tiempo, a tomar las armas para dar traste a una dominación que considera tiránica y deshonrosa".[1]
En consecuencia, "reunidos en un comité insurreccional el 26 [de febrero] en la mañana, concibieron el proyecto de apoderarse inmediatamente de la plaza.  El 27 en la noche fue el día fijado para esta audaciosa [sic.] tentativa",[2] y se sabe que:
“...la señal fue dada a las 11 de la noche [del 27 de febrero] por una descarga de mosquetería tirada al aire.  Una media hora después la ciudad respondió con dos cañonazos tirados en señal de alarma.  Cinco piezas de artillería cargadas de metralla fueron apuntadas al mismo tiempo en las calles que desembocan en la plaza.
Los insurrectos que estaban ya en posesión de la entrada de la ciudad sonaron las campanas en la llamada puerta del Conde y de aquella que daba al puerto [o de San Diego].  Se apoderaron de ellas prácticamente sin dificultad.  Una sola victima pagó con su vida la imprudente resistencia.”[3]
La proclamación de la independencia, después de casi cinco años de lucha patriótica, se hizo en 27 de febrero de 1844, estando presentes en el baluarte y puerta del Conde, y en la ciudad murada seis grupos de patriotas: 1) el núcleo principal dirigido por Sánchez y Mella, y que contaba con el apoyo de los afiliados a su movimiento en las principales ciudades de la parte Este, uniéndose al movimiento algunos dominicanos negros -es el caso de los hermanos Puello-, cuyo objetivo era tomar el control de las puertas occidentales de la ciudad, conocidas como puerta de La Misericordia y puerta del Conde; 2) el de los marineros y pescadores dirigido por Juan Alejandro Acosta cuyo objetivo era tomar el control de la comandancia del puerto; 3) el de los artesanos y personas con oficios, dirigido por Ángel Perdomo; 4) el formado por los marginados habitantes de los barrios de San Miguel y San Antón; 5) los habitantes del barrio extramuros de San Carlos con Benito González y Eduardo Abreu a la cabeza; 6) el de los moradores de Haina y San Cristóbal encabezados por don Tomás Bobadilla.
La capitulación de los haitianos.  Esta  se produce con la mediación del Cónsul de Francia, Monsieur Eustache Juchereau de Saint Denys.  La ciudad de Santo Domingo fue tomada virtualmente por los insurrectos quienes asumieron el control del arsenal, defendido por sólo 60 soldados haitianos.  El general de División Pablo Alí, quien había fallecido recientemente - y por lo tanto no participa de los aprestos independentistas-, había sido sustituido en sus funciones de Comandante de Santo Domingo por el General Henri Etienne Desgrottes, quien pidió ayuda y asilo para él y su familia al Cónsul francés por medio de varias cartas en 28 de febrero de 1844, solicitando, además, dos barcos para salir de la parte Este por vía marina, navegando con sus hombres y familias desde Santo Domingo a Jacmel, y pidiendo la mediación para la capitulación del Cónsul francés Saint Denys.  La capitulación haitiana se hizo efectiva en 28 de febrero de 1844.  Para conducir a los haitianos hasta Jacmel se emplearon tres barcos.
El día 29, a las 8:00 A.M. se verificó la rendición de los haitianos, solución negociada previamente con la Junta de Gobierno creada por los dominicanos.  A tales fines la Junta designó a los señores Manuel Cabral Bernal, José María Caminero, Pedro de Mena, Vicente Celestino Duarte y Francisco Javier Abreu como sus representantes.  Los miembros de la Junta Gubernativa eran: Matías Ramón Mella, Remigio del Castillo, Mariano Echavarría, Pedro de Castro y Castro, Wenceslao de La Concha, y Francisco del Rosario Sánchez, considerado por Saint Denys en carta a Guizot desde Santo Domingo de fecha 10 de marzo de 1844 como "el jefe del partido revolucionario, hoy miembro de la Junta Gubernativa".[4]  En cuanto Matías Ramón Mella, con el rango de coronel fue nombrado Delegado de la Junta en el Cibao, y José Joaquín Puello, con el mismo rango, Comandante de armas de Santo Domingo.
Para negociar su salida los haitianos formaron una comisión compuesta por los señores: Deho Hérard (hijo Charles Hérard), coronel ayudante de Campo del Presidente haitiano; Paul Jean Jacques, Jefe del Batallón de Artillería; Doucette, Decano del Tribunal Civil; Arthidor Pointhiux, Jefe de la oficina de dominios; L. A. Roy, Jefe de Escuadrón, Ayudante de Campo del Presidente haitiano, y Director de la aduana de Santo Domingo, quienes contando con la mediación del Cónsul de Francia sometieron a la Junta Dominicana de Gobierno las siguientes demandas:
1) garantía de las propiedades legalmente adquiridas por los nacionales haitianos;
2) respeto y protección a las familias;
3) salida honorable de los funcionarios públicos;
4) salida sin dificultades de todos los ciudadanos;
5) franqueza y lealtad en la conducta de las partes;
6) tiempo necesario para la salida de los ciudadanos.
En respuesta a estas demandas la Junta de Gobierno respondió aceptando las primeras cinco demandas de la lista anterior, y sobre el punto seis, es decir, en lo referente al plazo para la salida de los haitianos se estableció que:
Fijamos para los militares y otros ciudadanos que deseen retirarse, por cualquier embarcación, diez días a partir de la fecha de la capitulación.  Deseamos que todos los oficiales se retiren con sus armas, así como sus subalternos y soldados pertenecientes a cuerpos que no pertenezcan a la Guarnición Dominicana, las armas de éstos últimos deberán quedarse aquí; en cuanto al depósito [de las armas] en vuestras manos [del Cónsul Saint Denys], no tenemos ninguna objeción.”[5]
A los haitianos la Junta de Gobierno les dio un plazo de un mes a partir del 10 de marzo de 1844, estableciendo las siguientes condiciones: 1) la evacuación de la fortaleza La Fuerza (hoy Ozama), y, 2) remisión de los archivos y valores pertenecientes al gobierno dominicano.
Las armas empleadas por el ejercito libertador dominicano para lograr la separación de los haitianos fueron: a) de fuego -carabinas, escopetas, mosquetes, y trabucos-; y, b) blancas -sable, machete, espada, lanzas, y el puñal o bastón de estilete-.
La capitulación de los haitianos se produce entre los días 28 y 29 de febrero, mientras se hacían actos de proclamación de la independencia en todo el país.  Por ejemplo, Vicente Celestino Duarte organizó los actos de proclamación de Bayaguana, Monteplata, Yamasá y Boyá.  Se sabe que la Junta mandó a comprar 2,000 fusiles a Curazao porque carecía de armas.
Características generales de la nueva nación.  La República Dominicana se organiza como un Estado nacional en 27 de febrero de 1844 al proclamar su independencia del vecino Estado haitiano.  En consecuencia, la nueva nación se vio forzada, por las circunstancias de ese momento histórico y por la necesidad de mantener su independencia, a enfrentar el ejército haitiano en varias campañas militares hasta lograr la consolidación de su independencia política.
Durante el periodo comprendido entre 1844 a 1861, antes de la anexión a España, los grupos enquistados en el poder derrochaban los pocos recursos del nuevo país, el anexionismo campeaba por sus fueros, y el conservadurismo, el caudillismo, el autoritarismo y el militarismo se complementaban mutuamente.  Además, durante la Primera República,[6] hubo varias tentativas para obtener empréstitos como más adelante se explica.
El Estado Dominicano germina bajo el dominio de clase de una oligarquía criolla integrada por una burguesía comercial de origen foráneo y por una burguesía nacional aliada a los grandes terratenientes, estos últimos fundamentaban su poder en el latifundio ganadero, tabacalero y cañero.  Desde la fundación de la República sus gobernantes se vieron compelidos a enfrentar los intentos de Francia de cobrar una onerosa deuda contraída por los haitianos en 1825. Como el Estado Dominicano surgió por separación de Haití, tan pronto nace, Francia le hace la reclamación de parte de la deuda haitiana contraída en 1825.  Los franceses entendieron que la deuda que los haitianos habían aceptado ese año, y reconocido en 1844, debía repartirse proporcionalmente entre las dos entidades gubernamentales: la vieja, Haití, y la nueva República Dominicana, infiriendo que la parte desmembrada, vale decir, el nuevo estado, debía cubrir parte de la deuda pública preexistente.
Alegando que la República formada en 1844 no era compromisaria del acuerdo de 1825 entre Francia y Haití, el primer presidente dominicano, general Pedro Santana, envía una misiva al Cónsul francés Monsieur Eustache Juchereau de Saint-Denys, afirmándole que "el pueblo dominicano en general está persuadido de que no está en el caso pagar la más mínima parte de la mencionada deuda".[7]
A pesar del otrora poderío de Francia y de la enorme influencia que ejercía esa potencia europea en la República Dominicana, a los galos no les quedó otro camino que el de reconocer la independencia de la nueva nación, y su reclamación de pago de la supuesta deuda quedaría luego olvidada en los anales de la historia.





[1] Ver: Carta de Saint Denys a Guizot, Santo Domingo, 5 de febrero de 1844, en: Gobierno Dominicano: Correspondencia del Cánsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846.  Tomo I, Santo Domingo, Amigo del Hogar, 1996, p. 14.
[2] De Saint Denys a Guizot, Santo Domingo, 3 de marzo de 1844, en: Gobierno Dominicano: opus cit., p. 19.
[3]  Ibidem, pp. 19-20
[4] De Saint Denys a Guizot, Santo Domingo, 10 de marzo de 1844, en: Gobierno Dominicano: opus cit., p. 55.
[5] Carta de la Junta de Gobierno Dominicana a Saint Denys, Santo Domingo, 28 de febrero de 1844, en: Gobierno Dominicano: opus cit., pp. 31-32.
[6] Así denomina la historiografía dominicana al periodo comprendido entre 1844-1861 (Nota de Francisco Berroa).
[7] República Dominicana: Archivo de la Nación, Departamento de Relaciones Exteriores. Legajo No. 1, Expediente  No. 4.

Monday, March 17, 2014

BATALLA DE AZUA DEL 19 DE MARZO DE 1844

NOTIHISTORIADOMINICANA

Por:  Francisco M. Berroa Ubiera
Historiador


Guerra de independencia antihaitiana.  A partir de 1844 inicia la guerra dominico haitiana, dando lugar a las campañas militares correspondientes a los años de 1844, 1845, 1849, y, 1855-1856; el territorio de la nueva nación, especialmente la frontera terrestre común, fue escenario de una gran cantidad de batallas y combates, imponiéndose el naciente ejército nacional a los vecinos haitianos.  A pesar del triunfo militar de los dominicanos, ellos lograron, a partir de las expediciones de 1849 y 1855-56, la "incorporación a Haití de [los territorios dominicanos de] Hincha, las Caobas y de la llanura entera de Goave hasta las puertas de Bánica".[1]
Los primeros combates y batallas de la campaña militar de 1844.  Los primeros enfrentamientos entre haitianos y dominicanos se producen en febrero de 1844, primero enfrentando las fuerzas dominicanas al general haitiano Auguste Brouard, cuando se traslada con fuerzas militares desde la capital haitiana, Puerto Príncipe, hasta Neyba en 27 de febrero, enfrentándolo el capitán Fernando Tavera y sus tenientes en el sitio de La Fuente del Rodeo -ubicada unos 20 kilómetros al Este de San Bartolomé de Neyba-, en 11 de marzo de 1844, contando éste con el apoyo de Vicente Nobles, Dionicio Reyes, y Nicolás Mañón; otro enfrentamiento de Brouard con los dominicanos se origina en el sitio de Las Cabezas de Las Marías en 13 de marzo de 1844, siendo Neyba ocupada por los batallones haitianos 21 y 22, y por otras fuerzas de infantería.  El siguiente combate se produce en Los Jovillos el 18 de marzo de 1844.  Estas acciones militares formaban parte de una operación táctica para reducir el paso del ejército enemigo a su mínima capacidad, es decir, eran acciones retardatorias.  Tras estos hechos, la Junta Dominicana de gobierno dispuso enviar al frente Sur a los oficiales Manuel Mora -viajó por mar desde Santo Domingo-, y a Manuel de la Regla Mota desde Baní.
La principal acción militar es la batalla de Azua del 19 de marzo de 1844, con sus acontecimientos posteriores.  Se sabe que desde el 4 de marzo de 1844 el congreso de Haití decretó para poner a su Presidente, el general Charles Hérard, a la cabeza de las tropas que reconquistarían la parte Este; en 7 de marzo éste llama a los haitianos a empuñar las armas contra la nueva República, por lo cual la Junta de Gobierno de Santo Domingo dispuso el arresto de varios ex-funcionarios y comerciantes haitianos radicados en esa urbe Sureña, entre ellos Tatin, Joseph Levy, Thompson, Francisco Montás, Pomeirac, Deguan, Glaudon, Lucien, David, Magnon y Arrondeil; inclusive, despacha las primeras avanzadas de tropas hacía la frontera, compuestas principalmente por hábiles lanceros seibanos, calificados por el Cónsul de Francia como los: "Cosacos de Santo Domingo", en su gran mayoría eran peones y campesinos capitaneados y armados por los hateros de la región Sureste u oriental, y por su caudillo principal: el general de división Pedro Santana Familias, considerado por Saint Denys como el verdadero Señor Feudal del  Seybo.[2]  Santana avanzó de Este a Oeste por la región Sur, pidiendo al comerciante Abraham Cohen su intervención para recabar la ayuda del Cónsul francés, e informándole que "a las cuatro de la mañana, camino hacía Azua, acabo de recibir un expreso de esta ciudad con el aviso positivo de que los haitianos marchan hacía nosotros y que los habitantes de San Juan, Matas e Hincha se mantienen inactivos y sin pronunciarse".[3]
 El 17 de marzo de 1844 Santana hizo presencia en Neyba con 700 soldados acompañados del coronel José María Cabral.  Ese día se produjo un combate en el sitio de Los Quemadillos. 
También, Hérard enfrenta a los patriotas dominicanos dirigidos por Lucas Díaz en el Paso del Jura el 18 de marzo de 1844.  El enemigo se presenta en Azua por tres sentidos: por el Camino de San Juan, por el sitio de Los Conucos y por el lado de El Barro el 19 de marzo a las 5:50 A.M.  Los haitianos atacaron vigorosamente Azua por el camino de Puerto Príncipe contando Hérard con 500 hombres; la defensa la realizaron 800 soldados, disponiendo Santana de otros 700 de reserva en las proximidades.
Debe destacarse que el general de división Pedro Santana se hallaba en Azua sin un plan de acción y sin experiencia previa en el arte de la guerra, disponiendo sólo de dos cañones mediocres: uno bajo el encargo del artillero francés Francisco Soñé, y otro a cargo del teniente José Del Carmen García.  Su Estado Mayor lo integraban los comandantes, señores oficiales: Antonio Duvergé, Feliciano Martínez, Manuel Mora, Juan Esteban Ceara, José Leger, Vicente Nobles, Matías de Vargas, Nicolás Mañón, Marco Medina y otros valientes.  Tras este primer enfrentamiento, y atacada la avanzada haitiana con una ráfaga de metralla de 24, las tropas enemigas se retiraron desordenadamente dejando sus muertos sobre el campo de batalla, incluyendo a los generales Souffrance, Thomas Héctor, Tertonge y Bris -ayudante de campo de Hérard-, a tres coroneles, varios oficiales, y decenas de soldados, rumorándose inclusive la muerte del presidente Hérard.
Otro enfrentamiento se produjo en el sitio de La Hicotea en donde el general Soufrant fue derrotado por los oficiales dominicanos Manuel Mora, Manuel de la Regla Mota, José María Cabral y Francisco Soñé.
Santana, incapacitado para de ordenar la persecución de la retaguardia haitiana en fuga, es incapaz de crear servicios de vigilancia y espionaje para conocer los pasos y movimientos de las tropas enemigas.  Esta ineptitud inicial del general Santana lo explica don José Gabriel García, indicando que él: "No tenía conocimientos técnicos, ni práctica todavía en el arte de la guerra".[4]  Después de esta victoria el general Santana ordenó el desalojo de Azua en 20 de marzo de 1844, cayendo esta ciudad bajo poder del enemigo.  Inclusive, al disponer la retirada de manera desordenada, deja abandonadas, a merced del enemigo, algunas tropas que desconocían por completo la orden de retirada hacía la lejana Baní.  Un experimentado militar, el Almirante francés De Moges, consideró un grave error castrense de Santana abandonar Azua para ir a Baní, argumentando el improvisado soldado hatero que lo hizo por la falta de municiones de sus tropas, excusa pueril e ingenua.
Cometido el error de abandonar el terreno de lucha, ganado por la osadía y valentía de los oficiales dominicanos y de los artilleros, la villa de Azua fue reocupada por las tropas haitianas dirigidas por los generales Hérard y Soufrant en 21 de marzo de 1844.
En consecuencia, aislado en Sabana Buey de Baní, el general Santana contaba con 4,500 soldados inmovilizados en una supuesta espera estratégica; a fines de marzo de 1844, sus fuerzas aumentaron al contar con refuerzos procedentes del Sureste, y con los hombres de Suroeste; este aumento de sus tropas le daba a su ejército una mayor capacidad de ofensiva, aunque él no lo comprendía.  Sin embargo, existen informes indicando que en ese momento su ejército disponía de sólo 600 fusiles.
El regreso de Duarte y su inclusión en la Junta.  La Junta de gobierno envió en la goleta Leonor, de matrícula holandesa en 5 de marzo de 1844 una Comisión integrada por Juan Nepomuceno Ravelo, Juan Alejandro Acosta, Enrique Duarte, un hermano de Pina, y otros comisionados para recoger a Duarte, a Pedro a. Pina y a José Joaquín Pérez en el puerto Willemstad de la isla danesa de Saint Thomas; Juan Pablo Duarte recibe una carta firmada por los miembros de la Junta, señores: Tomás Bobadilla (Presidente), Ramón Mella, Mariano Echavarría, Valverde, Félix Mecenario, Carlos Moreno y Silvano Pujols (Secretario), y del Jefe de Operaciones Militares interino Francisco Sánchez, de fecha 2 de marzo de 1844 en donde le explican los pormenores de las acciones que permitieron la proclamación de la independencia.  Juan Pablo y sus compañeros de destierro retornan a la patria desde Saint Thomas en 8 de marzo de 1844, llegan en la noche del 14 de marzo, y el día 15 son recibidos por sus amigos Francisco Sánchez y Matías Ramón Mella, acompañados por Monseñor don Tomás Portes e Infante, y el sacerdote José Antonio Bonilla, declarándolo monseñor Portes "Padre de la patria", y "Fundador de la República".  Designado como miembro de la Junta y general de brigada.
Los generales Duarte y Santana.  Consternada la Junta Central Gubernativa por esta desbandada del ejército del Sur, y por la ineptitud de su Jefe, el general Santana, dispone el organismo colegiado de gobierno la designación del general Juan Pablo Duarte en el frente de guerra del Sur para cooperar con Santana, o reemplazarlo en caso de necesidad, según resolución tomada en 21 de marzo de 1844.
En honor a la verdad, estos generales nunca se pusieron de acuerdo: Santana era amado por sus hombres, un general que no los exponía a los peligros del combate, y se preocupaba por pagarles y darles sus raciones alimenticias, y, Juan Pablo Duarte sólo quería luchar contra los haitianos, y manejaba los fondos a su cargo con cierto constreñimiento.  Tomando en cuenta la pasividad de Santana, Duarte escribió a la Junta solicitándole, en más de una ocasión, autorización para operar por sí solo con la división bajo su mando, y del teniente coronel Pedro Alejandrino Pina.  El general Juan Pablo Duarte explicaba en su carta a la Junta, Baní, 1 de junio de 1844, que: "Hace ocho días que llegamos a Baní, y en vano he solicitado al general Santana que formemos un plan de campaña para atacar al enemigo, que sigue en su depravación oprimiendo a un pueblo hermano[5] que se halla a dos pasos de nosotros".[6]  Afirmando sobre el estado del ejército de Hérard que: "se halla diezmado por el hambre y la deserción".[7]  Finalmente la Junta de gobierno relevaría la Jefe de la Revolución y Padre de la Patria del frente Sur, para dejar a Santana operar a su completa voluntad.
Discretamente los dominicanos recibieron la ayuda del almirante francés De Moges y de los barcos Nereide, Nayade, y del bergantín Enryale.  En la ciudad de Santo Domingo se había logrado fortificar las defensas con varios cañones de mediano calibre distribuidos en distintos puntos estratégicos, aunque carecían de artilleros capaces para maniobrarlos y dispararlos adecuadamente.
Retirados los soldados dominicanos hasta Baní, Hérard distribuyó sus fuerzas por toda Azua desde el 21 de marzo, contando en su Cuartel General -según un informe confidencial del Almirante De Moges (francés)-, con una fuerza bruta de 7,000 a 8,000 soldados, aunque Hérard le comunicó disponía de 12,000 hombres en el Sur; y de 15,000 soldados en el Norte, y esperaba tropas de refuerzo procedentes de Leogane (Haití).  De Moges pudo observar, según se lo comunica a Saint Denys en carta redactada en la Bahía de Ocoa en 2 de abril de 1844,[8] que Hérard sólo disponía de 3,000 a 4,000 hombres en la ciudad de Azua, de 200 a 300 caballos y de 2 ó 3 piezas de artillería mediocres, y que sus fuerzas móviles fuera de Azua (en el camino de Ocoa), eran soldados de los puestos avanzados, forrageadores, las fuerzas de vigilancia, y otros, estimadas en un número entre 3,000 a 4,000 hombres.




[1] Carta de Duarte a don Félix María Delmonte.
[2]  Se sabe que los hermanos gemelos Pedro y Ramón Santana, coroneles del movimiento independentista,  proclamaron la independencia en El Seybo en 26 de febrero de 1844; luego marcharon hacía Santo Domingo con 600 hombres de tropa (Nota de Francisco Berroa).
[3] Carta de Santana a A. Cohen, Camino de Azua, 17 de marzo de 1844, en: Gobierno Dominicano: opus cit., p. 81.
[4] García, José Gabriel: Compendio de historia de Santo Domingo, 2 tomos, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1979, t.I, p. 574.
[5] Se refiere a Hérard como opresor del pueblo haitiano (Nota de Francisco Berroa).
[6] De esta afirmación de Duarte se deduce que su afan libertario procuraba la felicidad y la libertad de los propios haitianos, pueblo al que siempre se refirió con amor y admiración (Nota de Francisco Berroa).
[7] García, José Gabriel: Guerra de separación dominicana, documentos para su estudio, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1994, 2a. Edición, pp. 10-11.
[8] En: Correspondencia del Cónsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846, opus cit.