Tuesday, April 27, 2010

LA GUERRA DE SANTO DOMINGO DEL 24 DE ABRIL DE 1965



El presidente constitucional Caamaño firma los acuerdos que pusieron
fin a las hostilidades bélicas entre dominicanos




TRINCHERAS DE CAMIONES PARA EVITAR QUE LAS TROPAS DEL CEFA CRUZARAN EL PUENTE DUARTE


CIVILES REBELDES PREPARAN BOMBAS MOLOTOV EN ABRIL DE 1965

NOTIHISTORIADOMINICANA

Por: Francisco Modesto Berroa Ubiera
Historiador
Con dedicatoria especial a nuestro amigo el doctor LEONEL FERNANDEZ, presidente constitucional, por haber hecho justicia con los militares constitucionalistas



LOS ANTECEDENTES DE LA GUERRA

El gobierno del Triunvirato

Tras el golpe de estado a Juan Bosch, la Embajada de Estados Unidos envía un telegrama confidencial al Departamento de Estado en fecha 26 de septiembre de 1963 en donde se informa sobre la propuesta de una Junta de Gobierno hecha por los partidos y los militares.

Los propuestos para la Junta de Gobierno eran los señores: doctor Emilio de los Santos, vinculado a Viriato Fiallo, quien durante el Consejo de Estado presidió la Junta Central Electoral; doctor Ramón Tapia Espinal, ex-Secretario de la Presidencia del Consejo de Estado anterior, y estrechamente vinculado al grupo de Bonnelly, y socio de éste; doctor René Puig, decano de la Facultad de Odontología -en el extranjero-; otros propuestos fueron: el Ingeniero Manuel Tavarez Espaillat, Secretario de Fomento en el Consejo de Estado, y, Max Henríquez Ureña, diplomático trujillista.

El gobierno que fuese establecido gobernaría teóricamente hasta el 27 de febrero de 1967.

Los primeros miembros del Triunvirato (designados por los cívicos, los militares, y la iglesia católica dominicana, con el visto bueno de la Embajada de los Estados Unidos) fueron los señores: Dr. Emilio de los Santos, presidente; Dr. Ramón Tapia Espinal, y, el Ing. Manuel Enrique Tavarez Espaillat, miembros, quienes toman posesión de sus cargos a la 1:00 P.M. del 26 de septiembre de 1963; de inmediato se producen airadas protestas con un saldo de varios muertos y de 650 presos en todo el país.

Con Bosch en el exilio el presidente del Senado Juan Casanovas Garrido logra reunir el Congreso en San Pedro de Macorís y se proclama presidente de la República el 12 de octubre de 1963, desconociendo el régimen de facto.

Asimismo, el 14 de octubre de 1963, Juan Bosch pide a los organismos internacionales y a los dominicanos desde Puerto Rico que se reconociera el gobierno de Casanovas Garrido.

La resistencia popular al golpe y la guerrilla de Manolo

La oposición del Movimiento Revolucionario del 14 de Junio al nuevo gobierno no se hizo esperar.

Los dirigentes de esta organización, Manolo Tavarez y Juan Miguel Román quienes habían vivido en la clandestinidad desde el golpe de septiembre, iniciaron el 28 de noviembre de 1963 una guerrilla con seis focos guerrilleros en distintos puntos del país:

1. el "Frente Guerrillero Enrique Jiménez Moya" operó en Las Manaclas;
2. el Gregorio Luperón estuvo ubicado en El Limón;
3. el Mauricio Báez, en la Berrenda, Miches;
4. el Juan de Dios Ventura Simó, en La Horma, San José de Ocoa;
5. el Francisco del Rosario Sánchez en Baoruco, Enriquillo;
6. Y otro en Los Quemados de Bonao, con una participación de 250 hombres en total.

Los jóvenes guerrilleros inexpertos en asuntos militares, con armas dañadas, fueron capturados y ejecutados por las tropas militares. Por ejemplo: El domingo 15 de diciembre de 1963 la guerrilla de Miches se enfrenta a patrullas del ejército; mueren cinco guerrilleros, entre ellos Rafael Faxas Canto y Luís Ibarra Ríos.

En Santo Domingo, la capital dominicana, operó con ciertas dificultades un Frente Urbano del MR-14 de Junio conformado por los señores: doctores: Juan B. Mejía, Roberto Duvergé, Benjamín Ramos, y Mario Fernández Muñoz, y por el Ingeniero Pedro Bonilla. La Juventud del 14 de Junio, dirigida por Luís Montás (a) Pin, le brindó apoyo operativo al Frente Urbano, aunque con poco éxito.

Se produce un informe del Consejo de Estado, usando como vocero a Manuel Tavarez Espaillat, informando el 20 de diciembre que en el país se había producido una guerrilla armada dirigida por Manolo Tavarez y Juan Miguel Román; que operaban en el país de seis focos guerrilleros; que sólo quedaba en operación el foco que se localizaba en El Rubio.

El 23 de diciembre fueron muertos 15 guerrilleros, incluyendo a Tavarez Justo; Fidelio Despradel y el Dr. Emilio Cordero Michel, Comisario político de la guerrilla, fueron capturados. Ese día se produce la renuncia del Triunviro Emilio de los Santos, sustituido por el Canciller Donald Read Cabral, quien quedaría gobernando casi solo tras la renuncia de los dos triunviros restantes: Ramón Tapia Espinal fue sustituido por Manuel Cáceres Troncoso, y luego se produce la renuncia de Manuel Enrique Tavarez Espaillat, y por lo tanto, Read Cabral y Manuel Cáceres Troncoso conforman el gobierno de facto "El Triunvirato", cuando era realmente un Duunvirato.

El día 31 de diciembre fueron suspendidas las garantías constitucionales en todo el territorio nacional. Los principales partidos de aquel entonces: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD.), el Partido Reformista (PR.), el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC.) -llamados popularmente Social pistolas-, el Movimiento Popular Dominicano (MPD), y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio (MR-1J4), hicieron una fuerte oposición a Donald Read y a su gobierno, organizando protestas callejeras y huelgas que eran reprimidas y sus dirigentes perseguidos, siendo algunos apresados y otros asesinados.


El nuevo giro político y la situación económica

Norman Gall escribió en 17 de febrero de 1964 que:

"La República Dominicana, cinco meses después del derrocamiento del presidente Juan Bosch, está volviendo hacía un estado policiaco, con creciente evidencia de brutalidad y corrupción".

Donald Read Cabral gestionó créditos internacionales ante el Fondo Monetario Internacional (FMI.), y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID.), por un monto ascendente a los US $63.0 millones de dólares, endeudando enormemente la nación y destinando estos fondos a obras invisibles. El Gobierno del Dr. Donald Read Cabral, diciembre-1963, abril- 1965, aumentó la deuda externa de US$ 37.30 millones a US$140.40 millones de dólares.

Durante su mandato la corrupción se alzó galopante y fue generalizada. Este gobierno se caracterizó por su interés en promover el negocio particular y familiar de vehículos de motor y otros de intereses familiares, tal el caso de grandes compras por parte del gobierno de vehiculos importados por la firma Read & Pellerano. La corrupción penetró a las Fuerzas Armadas e instituciones del Estado mientras la crisis económica creció y con ella el descontento popular provocando varios conatos de rebelión que finalmente en 1965, generó la guerra de abril de ese año.

precio del azúcar bajó considerablemente; las exportaciones de café se redujeron de un 13 a un 11 por ciento entre 1962 a 1963; la situación económica en 1963 se caracteriza porque las importaciones fueron de RD $225.9 millones de pesos, y en 1964 por RD $265.7 millones, lo que indica un déficit en la balanza comercial de mas de 60 millones. La deuda externa fue ascendiendo hasta llegar a 200 millones en el 1964. El desempleo era del orden de cerca de un 32 por ciento, y una sequía afectaba la producción agrícola y ganadera, sin contar con presas y sin canales de riego. Hasta las ciudades se quedaron sin agua.

El país vivía con mucha corruptela oficial, los bienes de los Trujillo se los repartían los mas "vivos", y el Estado estaba afectado por muchas deudas, queriendo el gobierno imponer la austeridad en medio del despilfarro.

Además los contrabandos de mercancías beneficiaron a los comerciantes vinculados al gobierno del Triunvirato, y en los cuarteles militares surgieron las llamadas Cantinas Militares aprovisionadas con mercancías que ingresaban al país sin pagar aranceles, por lo cual, establecieron una competencia desleal frente al comercio importador nacional, perjudicando severamente a los importadores tradicionales.

Guerra civil y patria de Santo Domingo (1965)

La conspiración de los civiles y militares constitucionalistas en favor de un contragolpe se inicia en 1964 con el liderato del Dr. Rafael Molina Ureña y del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez.

Este contragolpe tenía como objetivos restaurar la constitución de 1963 y traer de nuevo a Bosch al gobierno.

Molina Ureña contaba con el respaldo del joven líder popular José Francisco Peña Gómez, y de los señores Manuel Espinal, Lembert Peguero, Antonio Guzmán y Leopoldo Espaillat Nanita, quienes organizaron a su alrededor a intelectuales y profesionales partidarios del contragolpe, y a quienes se unieron don Pedro Casals Victoria (ex ministro de Finanzas) y Virgilio Mainardi Reyna (ex-gobernador de Santiago).

En mayo de 1964 se organiza la huelga general con el apoyo de los grupos sindicales ASOCHOIN, FOUPSA y POASI, influenciadas por el PRD. y por sus líderes: Miguel Soto, Pedro Julio Evangelista y Marcos Vargas.

En 14 de mayo de 1964 se produce el retorno del coronel Fernández Domínguez (EN). Desde el mes de junio de ese año el coronel Hernando Ramírez (EN) se hallaba en Puerto Rico sosteniendo conversaciones con Juan Bosch.



El pacto de Río Piedras y el movimiento constitucionalista

En enero de 1964 fue firmado el pacto de Río Piedras, comprometiéndose el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC.) con el PRD para restablecer la constitución de 1963 guiados por la consigna: “Retorno a la constitucionalidad sin elecciones”.

Poco tiempo después se dio inicio a un movimiento rebelde que contó con la participación de los militares.

El cor. Fernández Domínguez, permanentemente vigilado, fue sacado hacía España, luego enviado a Chile, y otros fueron cancelados: el mayor Núñez Nogueras, el capitán Héctor Lachapelle Díaz y el capitán Quirós Pérez. Fue cuando Hernando Ramírez se convirtió en el organizador de los militares.

Por lo menos existían cuatro focos conspirativos:

a) un primer grupo en donde se encontraban los oficiales: coronel Fernández Domínguez, mayor Núñez Nogueras, capitán Lachapelle Díaz, coronel Quirós Pérez y coronel Hernando Ramírez;
b) un segundo grupo dirigido por el capitán Peña Táveras;
c) un tercer grupo dirigido por el coronel Neit Rafael Nivar Seijas; y,
d) un cuarto grupo dirigido por don Nicolás Silfa.

La rebelión militar y el contragolpe constitucionalista

A pesar de las diferencias entre los distintos grupos y clanes militares cuando el Secretario de las Fuerzas Armadas general Marcos A. Rivera Cuesta (EN) se presentó al campamento 16 de agosto de la primera brigada del Ejército Nacional el 24 de abril de 1965 para intentar desarticular la conspiración, fue detenido por los coroneles Álvarez Holguín y Hernando Ramírez; la lucha siguió con la revuelta encabezada por el coronel Giovanni Gutiérrez en el campamento 27 de Febrero del Ejercito (ubicado en la margen oriental de la ría del Ozama, hoy de la M. de G.), y ese mismo día se produce un movimiento insurreccional organizado por el coronel Enrique Herrera Marín.

El 24 de abril de 1965 se produce la toma del Palacio Nacional por parte de los militares constitucionalistas siendo arrestado el presidente del Triunvirato (convertido en “Diunvirato”) Donald Read Cabral, conjuntamente con don Manuel Cáceres Troncoso.

las 10:30 AM a 8:00 PM del 24 de abril de 1965 gobernó un Comando Militar Revolucionario integrado por los señores Vinicio Hernández Pérez, Giovanni Gutiérrez Ramírez, Francisco Caamaño Deñó, Eladio Ramírez y Pedro Bartolomé Benoit. Del 25 al 27 de abril de 1965 fue Presidente Constitucional Dr. José Rafael Molina Ureña.

Por lo tanto, los días 25, 26, 27 y 28 de abril de 1965 se manifiesta una cruda lucha por el poder entre los partidarios del retorno a la constitución de 1963, y los partidarios de que se mantuviera un régimen de facto acorde con los intereses de los grupos que se beneficiaban y cebaban de la corrupción

Entre los días 25 al 28 de abril se producen fuertes enfrentamientos entre los militares rebeldes, denominados constitucionalistas porque auspiciaban el retorno del Juan Bosch al poder, y los militares conservadores y golpistas del año 1963 quienes fueron militarmente derrotados en la batalla del Puente Duarte y en otros escenarios donde se registraron enconados combates.

San Isidro en las primeras horas de la tarde del 25 de abril (domingo), despegaron de la pista militar dos aviones de combate Mustang P-51 y un jet Gloster Meteor que fueron enviados por el coronel Wessin para iniciar el ametrallamiento y bombardeo del Palacio sede del gobierno de Rafael Molina Ureña. Simultáneamente se inició la movilización de tropas de artillería, tanques y de la infantería para atacar la ciudad de Santo Domingo.



Para incrementar sus fuerzas los militares los rebeldes comenzaron a repartir armas entre elementos civiles que las requerían a fin de sumarse a la lucha contra el gobierno de Read Cabral.

Buscando evitar los ataques de la aviación una comisión del PRD dirigida por don Antonio Guzmán Fernández visitaron la sede diplomática de los Estados Unidos. Dada la ausencia del embajador Tapley Bennet, el encargado de la embajada Mister William Connet se negó a recibirlos, por lo cual se entrevistaron con el segundo secretario Arthur E. Breiski quien califico a los rebeldes de irresponsables y de ser comunistas.

Por lo tanto, al fracasar esta mediación del PRD, los enfrentamientos se concentraron en el puente Duarte, dado el hecho de que era el único medio de comunicación entre las dos riberas del río Ozama que separaba con sus aguas la zona controlada por los rebeldes y la controlada por los militares partidarios de los Estados Unidos y de los sectores reaccionarios y conservadores.

El martes 27 de abril se incrementaron notablemente los bombardeos de la aviación sobre la cabecera occidental del puente Duarte usando los Mustang P-51 y los Vampiros que cobraron cientos de vidas en un sólo día.

Hubo una nueva tentativa de mediación tras producirse el regreso al país del embajador Tapley Bennet el 27 de abril de 1965, cuando el presidente Molina Ureña visita la embajada de los Estados Unidos con un grupo nutrido de constitucionalistas, civiles y militares. Entre los militares no se encontraba el teniente coronel Caamaño, motivo por el cual el Embajador le hace una llamada telefónica (a Caamaño) diciéndole que sólo él faltaba en la reunión, Caamaño respondió: “Dígale a Wessin que detenga los bombardeos”, pero el embajador Tapley Bennett respondió diciéndole: “Este no es el momento de negociar, sino de rendirse de inmediato”, lo cual fue considerado un insulto por Caamaño y otros militares con honor y amor patrio.

Tras este incidente algunos de los líderes del movimiento constitucionalista buscaron refugio en las delegaciones diplomáticas extranjeras; Molina Ureña refugió en la sede diplomática de Colombia, el coronel Hernando Ramírez también pidió asilo diplomático, sin embargo el coronel Caamaño se presenta en la Embajada y antes de retirarse de la Embajada le dijo al Embajador: “Señor Embajador, permítame decirle que seguiremos combatiendo en el puente Duarte, seguiremos la lucha suceda lo que suceda”.


La batalla del Puente Duarte

Tropas del ejercito, el pueblo dominicano y su líder militar el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó , iniciaron el martes 27 de abril de 1965 una contraofensiva militar contra las tropas del CEFA y del general Elías Wessin conjuntamente con los oficiales de la Cuarta Brigada del Ejército, Coronel Manuel Ramón Montes Arache, Mayor Lora Fernández, Capitán Alejandro Deñó Suero, quienes logran tomar en poco tiempo el control del puente Duarte.

Las luchas entre los leales y los rebeldes se produjeron durante tres días, y finalmente, los leales al Triunvirato, las tropas del CEFA dirigidas por el coronel golpista Wessin y Wessin fueron derrotadas. El puente Duarte fueron cruzados varios camiones que sirvieron de trinchera para impedir el avance de las tropas del CEFA, y cientos de civiles dispuestos a luchar se congregaron en la cabecera occidental del puente Duarte

El coronel Caamaño inspiraba por su arrojo y valentía la confianza de los combatientes civiles y militares, y en muy poco tiempo llego a tener bajo su mando más de 4,000 combatientes, muchos de los cuales fueron encuadrados en unidades político-militares denominadas Comandos.

El miércoles 28 de abril los rebeldes tenían pleno control de la ciudad de Santo Domingo, fueron colocadas ametralladoras calibre 50 y 70 mm., en los techos de los edificios, jóvenes y adolescentes fabricaban bombas molotov para atacar los tanques del CEFA, y tan pronto lograban capturar algún uno de ellos le pintaban la palabra PUEBLO.



La intervención de los marines de los Estados Unidos


Sin embargo el imperio no podía permitir que en su traspatio se restableciera un gobierno que aunque democrático no era de su complacencia, por lo cual el presidente Lyndon B. Johnson ordena a los Marines desarrollar la Operación de invasión denominada Power Pack que movilizo la 82 División Aerotransportada de infantería de Marina bajo el comando del teniente general Bruce Palmer. Esta operación militar seria justificada con el alegato de que el movimiento constitucionalista estaba infiltrado por más de 50 supuestos comunistas, entre los cuales se incluyeron estos nombres: Antonio Abreu Fiallo, Luís Acosta Tejeda, José Estrella J. Armach, Andrés Avelino García, Máximo Bernard Vásquez, Moisés Blanco Genao, Norge Botello Fernández, Benjamín Bujosa Mieses, Pedro Conde Sturla, Lourdes Contreras Pérez, Jaime Capell Bello, Asdrúbal Domínguez G., Félix Servio Ducodray M., Rafael Estévez Weber, Luís Gómez Pérez, Homero Hernández V., Pedro Mir, Diomedes Mercedes B, Dato Pagan Perdomo, Juan Miguel Román Díaz, Jesús de la Rosa, Rafael Taveras Rosario, Hugo Tolentino Dipp, Abelardo Vicioso G., Emma Tavarez Justo, Fidelio Despradel Roque, Delta Bohemia Soto de V., Tony Isa Conde, Narciso Isa Conde, Euclides Gutiérrez Feliz, etc.




El 28 de abril de 1965 se produjo la intervención militar de los “Marines” de los Estados Unidos lanzando tropas de paracaidistas en el hotel El Embajador, y desembarcando inicialmente unos 500 hombres desde helicópteros y otros llegaron por tierra desde el puerto de Haina los cuales se establecieron en el mismo hotel El Embajador y sus inmediaciones para supuestamente salvar las vidas de 2,500 norteamericanos, aunque luego fueron desembarcados miles de hombres.

Según el corresponsal de guerra Tad Szulc:

“Para fines de la primera semana, habían desembarcado 5.000 infantes de marina y tropas paracaidistas. Durante el fin de semana que coincidió con el 19 de mayo, las fuerzas alcanzaron un número mayor del doble, 12.000 soldados. A fines de la segunda semana, el 8 de mayo, se llegó al máximo con 22.000 tropas de los Estados Unidos en la República Dominica y 8.000 marineros que tripulaban 40 barcos a la vista de sus costas.”

Estados Unidos llego a desembarcar un poderoso contingente de cerca de 42,000 soldados, casi todos de la 82 División de Infantería Aerotransportada que establecio su base de operaciones en la base aerea de San Isidro.

Para justificar la agresión se usó como fachada la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) que aporto fuerzas militares de varios países americanos: Costa Rica aporta 20 soldados-policías; la Junta Militar de Honduras aporta 250 Soldados; el gobierno del dictador Somoza de Nicaragua aporta 170 soldados; la Junta Militar de Brasil aporta 1,250 soldados.


De acuerdo con Szulc:

“A bordo del Boxer, el comandante de las fuerzas, capitán James A. Dare, despejaba cualquier duda acerca del motivo por el cual habían desembarcado los marines en Santo Domingo. Al informar a los periodistas dijo que las fuerzas norteamericanas permanecerían allí el tiempo suficiente "para asegurar que se estableciera un gobierno no comunista".

Los norteamericanos contaron con el apoyo de los militares conservadores aglutinados en torno a un gobierno títere denominado Gobierno de Reconstrucción Nacional apoyado por Washington y presidido por el general Antonio Imbert Barreras.

De hecho, en el país existían tres gobiernos:

1) El del general Imbert Barreras que era la versión “Made in USA”:
2) La Junta Militar de San Isidro conformada por los oficiales Coronel Pedro Bartolomé Benoit (AMD); Capitán Olgo Santana Carrasco (MdeG), cor. Enrique A. Casado Salomón (EN), también versión “Made in USA”, establecido desde el 1ro al 7 de mayo de 1965. se estableció.
3) Paralelamente desde el 4 de mayo hasta el 3 de septiembre de 1965 fue Presidente Constitucional el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó (EN) en sustitución del presidente doctor Rafael Molina Ureña.

Aunque luego la Junta de San Isidro fue disuelta, desde el 7 de mayo al 30 de agosto de 1965 fue creado un gobierno de facto de Reconstrucción Nacional, cuyo presidente fue el general Antonio Imbert Barreras, y sus miembros títeres de los Estados Unidos los señores: Carlos Grisolía Poloney, Alejandro Zeller Cocco, Bartolomé Benoit, y Julio D. Postigo; el 10 de agosto ingresa Leonte Bernard Vásquez que coexistía con el gobierno presidido por el coronel Caamaño. Este gobierno recibio la suma de US $750,000,00 para pagar el sueldo de los militares y empleados de Imbert.

El 15 de mayo el presidente Johnson envía a Santo Domingo a los señores Mc George Bundy y Thomas C. Mann para intensificar las labores de búsqueda de una solución a la crisis.

La misión de Bundy consistía en negociar un gobierno constitucional comprometido con los Estados Unidos y con sus intereses en el Caribe. Originalmente la persona escogida para ser presidente fue don Antonio Guzmán, ex ministro de agricultura bajo el gobierno del profesor Bosch, quien sugirió su nombre a Bundy para que ocupara el cargo en la entrevista de ambos en Puerto Rico. Caamaño aceptaría el gobierno de Guzmán pero Imbert se opuso, y aprovecha las negociaciones para lanzar un ataque a los rebeldes en el norte de Santo Domingo, situación que aprovechan el teniente general Bruce Palmer para establecer un cordón de seguridad que corría en línea bisectriz de Este a Oeste, y aislaba a los jefes rebeldes en la parte baja de la ciudad.

Un observador norteamericano opinó que:

En el transcurso de la negociación Guzmán-Bundy y mientras aún seguía en efecto la tregua arreglada por la OEA, las fuerzas de Imbert montaban otra ofensiva contra los rebeldes, esta vez en el sector norte de Santo Domingo. Los tanques y la artillería de Imbert lanzaron un asalto en plena escala que costó centenares de vidas dominicanas, principalmente de mujeres y niños.” (Tad Szulc)

Luego "la fórmula Guzmán" -en favor de la cual había trabajado Bundy por espacio de diez días con todo el prestigio derivado de su cargo en la Casa Blanca- cayó por el suelo en virtud de órdenes recibidas de Washington. El FBI había interceptado una conversación telefónica entre el doctor Bosch y un amigo. Esta conversación, según se informó, incluía la declaración de que si el régimen de Guzmán era instaurado podría haber un nuevo gobierno en el plazo de cinco días. Más o menos en estos momentos el Departamento de Estado envió un memorando a la Casa Blanca recordando que en 1933 se había acusado a los Estados Unidos de imponer un gobierno a Cuba y de que la administración Johnson debía cuidarse de no dar motivo a un cargo semejante.”


Intento constitucionalista de asalto militar al Palacio Nacional

19 de mayo un comando constitucionalistas intenta tomar por asalto el Palacio Nacional como la intención de dar un golpe psicológico al enemigo en tanto este edificio significaba ante el pueblo la representación del poder político-militar, el cual se hallaba en ese momento en poder de las tropas del Gobierno de Reconstrucción Nacional del general Imbert.

En el momento en que las fuerzas revolucionarias constitucionalistas se hallaban avanzando hacia su objetivo militar fueron sorprendidas por francotiradores norteamericanos quienes les hicieron fuego de manera implacable, frustrando la tentativa de asalto del símbolo del poder: el palacio.

En el intento de asalto perdieron la vida el Coronel Rafael Tomas Fernández Domínguez, Ministro de interior y policía del gobierno constitucionalista, el lider revolucionario doctor Juan Miguel Román, alto dirigente del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, Euclides Morillo, un importante cuadro del Movimiento Revolucionario 14 de Junio e Illio Capocci entrenador de los hombres ranas, entre otros destacados constitucionalistas.


Un cordón de seguridad aisló las tropas rebeldes en la parte Sur de Santo Domingo, y el Norte fue ocupado por las tropas del CEFA al mando del general Antonio Imbert Barreras, nombrado por los norteamericanos presidente del gobierno de Reconstrucción Nacional y quien dirige con apoyo logístico de los Estados Unidos la “Operación Limpieza” con un costo para los rebeldes de unos 5,000 muertos.

En 15 de junio de 1965 se verifica el ataque de las tropas de Estados Unidos y de la denominada Fuerza Interamericana de Paz (FIP) a las fuerzas constitucionalistas concentradas en ciudad Nueva, en el Sur de la antigua ciudad de Santo Domingo, resistiendo estoicamente los rebeldes. Héctor Aristy, André Riviere, Manolo González, Pichirilo Mejía, Fafa Táveras, y otros, quienes participan en la resistencia contra los norteamericanos.

Después de varios meses de resistencia, el 31 de agosto de 1965 fue firmado el “Acto Institucional”, y en 11 de septiembre el “Acto de Reconciliación” que pone fin a las hostilidades entre ambos bandos.



Anexo documental:
Discurso del presidente constitucional Francisco Alberto Caamaño durante la entrega del mandato presidencial al pueblo en la Fortaleza Ozama en septiembre de 1965




Señores miembros del Congreso Nacional
Pueblo dominicano:
Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece. Ningún poder es legítimo si no es otorgado por el pueblo, cuya voluntad soberana es fuente de todo mandato público. El 3 de mayo de 1965, el Congreso Nacional me honró eligiéndome Presidente Constitucional de la República Dominicana. Solamente así podía aceptar tan alto cargo, porque siempre he creído que el derecho a gobernar no puede emanar de nadie más que no sea del pueblo mismo.
Bien legítimo era ese derecho, forjado por nuestras grandes mayorías nacionales en las elecciones más puras de toda nuestra historia, y depositado en mis manos en momentos en que el pueblo dominicano se batía, a sangre y fuego, para reconquistar sus instituciones democráticas. Estas instituciones, surgidas de la consulta electoral del 20 de diciembre de 1962, fueron devoradas por la infamia y la ambición de una minoría que siempre ha despreciado la voluntad popular.
Los dominicanos se batían a sangre y fuego, porque esa minoría le arrebató sus libertades el 25 de septiembre de 1963. Esa minoría es la misma que siempre ha robado, encarcelado, deportado y asesinado a nuestro pueblo. Y esa minoría, representada por el Triunvirato que presidió Donald Reid, se llegó a creer que este país le pertenecía y que sus habitantes eran sus esclavos.
Todos esos vicios y errores significaban mayores dolores y miseria para el pueblo. La vida se hacía insoportable. Ni una sola esperanza cabía en el alma de los dominicanos mientras se mantuvieran gobernando los usurpadores del poder. Para que renaciera esa esperanza se hacía necesario volver al gobierno libremente electo, es decir, a la democracia de la Constitución de 1963. Todo indicaba que la minoría gobernante, que pensaba y actuaba como propietaria de la nación, permanecería en el poder aún en contra de los más vivos reclamos populares, orientados hacia el rescate del régimen democrático.
La rebelión armada contra la ilegitimidad de su mando se convirtió entonces en una imperiosa necesidad social. Fruto de esa necesidad, y de la determinación de los dominicanos a ser libres, sin importarles la cuantía del precio, estalla el glorioso movimiento 24 de abril.
Ese Movimiento, inspirado en el más noble espíritu democrático, no era un cuartelazo más. Razón tenía el profesor Juan Bosch cuando dijo, desde su obligado exilio en Puerto Rico, que los dominicanos estábamos librando una revolución social. Así era porque los sectores democráticos del pueblo, tras mucho sufrimiento y mayores frustraciones, habían tomado profunda conciencia de su papel histórico y, hermanados con los militares que respetamos el juramento de defender la majestad de las leyes, se lanzaron a la calle en busca de su libertad perdida.
Heroicamente, con más fe que armas, y con enorme caudal de dignidad, el pueblo dominicano abría de par en par las puertas de la Historia para construir su futuro. Hondas, muy profundas eran las raíces de esa lucha. Desde la Independencia, desde la Restauración, caminaba el pueblo muriendo y venciendo tras su derecho a ser libre. El 24 de abril era un paso gigantesco hacia la construcción de ese derecho y hacia la democracia que lo consagra plenamente.
Los enemigos del pueblo, aquellos que por encima de los intereses de la Patria colocan sus propios intereses en un vano empeño por mantenerse en el poder, hacían correr, como ríos, la sangre generosa. Pero sobre nuestros muertos, nos levantamos siempre con mayor fuerza. La Revolución avanzaba triunfante. América entera miraba con admiración hacia esta tierra, esperando ansiosa nuestro triunfo, porque en él veía una victoria de la democracia sobre las minorías opresoras que azotan, como plagas, todo el Continente Americano.
Desgraciadamente, el 28 de abril, cuatro días después de iniciada la Revolución, cuando la libertad renacía vencedora, cuando todo un pueblo se volcaba fervorosamente hacia el encuentro con la democracia, el Gobierno de los Estados Unidos de América, violando la soberanía de nuestro Estado Independiente, y burlando los principios fundamentales que sostienen la convivencia internacional, invadió y ocupó militarmente nuestro suelo.
¿Qué derecho podían invocar los gobernantes norteamericanos para atropellar así la libertad de un pueblo soberano? ¡Ninguno! Se hacían culpables de un gravísimo delito, que atentaba contra nuestra nación. Contra América y contra el resto del mundo. El principio de No Intervención, base fundamental de las relaciones entre los pueblos civilizados, fue tan brutalmente desconocido que aún se escucha por toda la vastedad del planeta el eco de la más dura repulsa contra los invasores.
En este continente de hermanos, al lado del clamor de los Gobiernos de Chile, Uruguay, México, Perú y Ecuador, que encauzaron su actuación internacional haciendo honor al sentimiento de fraternidad continental de sus respectivos pueblos, se escucha así mismo, en defensa de la No Intervención y de la soberanía de nuestro país, la vibrante y solidaria protesta de millones de latinoamericanos indignados.
La humillación que el gobierno de los Estados Unidos de América del Norte hacía sufrir a la República Dominicana, militarmente invadida, significa también una dolorosa humillación para toda América. ¿Qué normas, qué principios pueden servir a las naciones americanas para hacer valer su vocación y su derecho a la independencia, cuando los gobernantes norteamericanos decidan, con vanas excusas y apoyados en la fuerza de sus cañones, imponerles su destino político? ¿A dónde ir a reclamar para que reconozca el derecho de un pueblo a ser independiente y dueño de su propia vida? ¿Qué organismos, qué instituciones serán capaces de defender esos derechos y de alentar a los pueblos a ejercerlos, sin temor a la intrusión de los que se han erigido en árbitros de la determinación ajena?
Para desgracia de la República Dominicana y para desgracia de América, la Organización de Estados Americanos, en vez de asumir la defensa de nuestra soberanía, en vez de sancionar severamente la intervención militar para hacer de este modo honor a los principios que dice sustentar, no sólo se colocó de espaldas a su propia Carta Constitutiva, sino que también empujó, aún más, el puñal que hoy se clava en el corazón de nuestra patria.
Cuatro días después de la intervención militar norteamericana, la Organización de Estados Americanos decidió que se hiciera «todo lo posible para procurar el restablecimiento de la paz y la normalidad en la República Dominicana». En el texto de la Resolución que expresa lo citado nada se decía acerca de la violación de nuestra soberanía. ¡Nada! Ni una sola palabra hace referencia al monstruoso crimen del 28 de abril de 1965, que por largo tiempo conmoverá a los frágiles cimientos del orden jurídico interamericano. Todo lo contrario. La Organización de Estados Americanos se empeñaba entonces, ignorando y torciendo los principios, en justificar y validar la intervención militar norteamericana. Y así creyó hacerlo creando la Fuerza Interamericana. La Resolución que consagra esa funesta medida, registrada como Documento Rec.2 de la Décima Reunión de Consulta de Ministros Americanos, revela muy a las claras la actitud del organismo regional a ese respecto. En efecto, en ella se lee lo siguiente: «Que la integración de una Fuerza Interamericana significará, ipso facto, la transformación de las fuerzas presentes en territorio dominicano en otra fuerza que no será de un Estado sino de un organismo inter-estatal...»
¡Transformación! He ahí la palabra que delata la convivencia de la Organización de Estados Americanos con los invasores. Se transformaban los «marines» en Fuerza Interamericana. Aquello fue la institucionalización del delito político como norma de las relaciones internacionales de nuestro continente.
La intervención norteamericana vino, pues, a detener el triunfo de la democracia dominicana y a apuntalar a la minoría que le niega y le disputa sus derechos a nuestros pueblos. Tras el llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, obra de los funcionarios de la intervención extranjera, se echó al desprecio al pueblo, se fortaleció la corrupción, y el crimen se extendió por todo el país.
A pesar de la frustración momentánea que en esos trágicos días sufriera la Revolución, el Gobierno Constitucional decidió defender sus derechos. Naturalmente, ante la violencia y la fuerza del poderío norteamericano, representado por más de 40 000 soldados, ya no era posible el triunfo armado del movimiento democrático dominicano. Tuvimos que negociar con los invasores a fin de conservar parte del tesoro de democracia que habíamos comenzado a crear.
En la mes de negociaciones defendimos siempre los principios. Si abandonamos algunas de las conquistas por las que el pueblo dominicano se lanzó a la lucha, no se debió a que los negociadores de la Organización de Estados Americanos trajeran proposiciones de un mayor contenido democrático que el perseguido en nuestros objetivos iniciales. Cedimos solamente ante la realidad que nos imponía la intervención americana. El corredor que las tropas extranjeras establecieron, arbitraria e injustificadamente, dividiendo la ciudad en dos, no tuvo otra razón que la de evitar que nuestra lucha se extendiera, desde esta gloriosa ciudad, hacia todo el resto del país.
Las ansias democráticas habían hecho vibrar la República entera. La causa que con las armas en las manos defendía el pueblo de Santo Domingo era la causa nacional. Esta ciudad cuatro veces centenaria fue la vanguardia, y desde ella nos lanzamos, triunfantes contra los opresores criollos. Se vislumbraba ya la victoria de las armas democráticas, y cuando estábamos a punto de lograrla plenamente, Estados Unidos de América se interpone, invadiéndonos para salvaguardar los peores intereses y las más ruines ambiciones.
Fue entonces cuando tuvimos que ceder en algunos de nuestros objetivos, porque no podíamos vencer con las armas. Pero a pesar de toda la fuerza y de toda la violencia del poderío militar norteamericano, no cedimos por temor o por miedo a ser vencidos. Testigo es el mundo de la lucha que libramos, del coraje y la valentía de ese pueblo en el terreno del honor y en el campo de batalla.
Oportuno es que me detenga aquí para rendir homenaje a los héroes que entregaron sus vidas luchando por la democracia y la soberanía nacionales. Ese Combatiente Desconocido, que reposa en esta Plaza de la Constitución, es el símbolo del sacrificio y del amor de los dominicanos por su libertad. Como él, murieron miles. De ese semillero de héroes crecerá vigoroso el futuro de la patria. Porque héroes son los que dieron la vida tratando de evitar que se creara el corredor internacional que detuvo nuestra marcha victoriosa. Porque héroes son los que, con piedras en las manos, detuvieron los tanques de acero en el Puente Duarte. Héroes son los que defendieron hasta el último aliento la Zona Norte de la ciudad; héroes son los que recibieron, impávidos, los ataques aéreos al Palacio Nacional; héroes los que durante los días 15 y 16 de junio recibieron valientemente la metralla extranjera; héroes los del 29 de agosto; héroes también los que han muerto en todos nuestros frentes, en campos y ciudades defendiendo la integridad nacional.
Nunca tal vez en la vida de los dominicanos se había luchado con tanta tenacidad contra un enemigo tan superior en número y en armas. Luchamos, sí, con bravura de leyenda, porque íbamos desbrozando con la razón el camino de la Historia.
No pudimos vencer, pero tampoco pudimos ser vencidos. La verdad auspiciada por nuestra causa fue la mayor fuerza y el mayor aliento para resistir. ¡Y resistimos! Ese es nuestro triunfo porque sin la tenaz resistencia que opusimos, hoy no pudiéramos ufanarnos de los objetivos logrados.
Nosotros cedimos, es cierto, pero ellos, los invasores que vinieron a impedir nuestra revolución, a destruir nuestra causa tuvieron que ceder también ante el espíritu revolucionario de nuestro pueblo.
Ahí están, hablando por sí solas, las conquistas alcanzadas y que constan, engrandecidas por la sangre de los caídos, en el Acta Institucional y en el Acta de Reconciliación Dominicana. Se nos han reconocido múltiples derechos económicos y sociales. Hemos logrado la fijación de elecciones libres a breve plazo. Hemos conquistado las libertades públicas, el respeto a los derechos humanos; el regreso de los exiliados políticos, el derecho de todo dominicano a vivir en su patria sin temor a ser deportado. Pero, por encima de todo, hemos logrado una conquista inapreciable, de fecundas proyecciones futuras: ¡La conciencia democrática! Conciencia contra el golpismo, contra la corrupción administrativa, contra el nepotismo, contra la explotación y contra el intervencionismo. Hemos conquistado conciencia de nuestro propio destino histórico. En suma, conciencia del pueblo en su fuerza, que si el 24 de Abril le sirvió para derrotar a las oligarquías civil y militar, hoy, nutrida por esa maravillosa experiencia y esta lucha asombrosa le permitirá forjar, en la paz o en la guerra, su libertad y su independencia. ¡Despertó el pueblo porque despertó su conciencia!
Esos son los logros de esta revolución. No solamente nuestros, sino también de América. Los principios que aquí han sido defendidos son los mismos que hoy conmueven a todas sus naciones. Cuando los pueblos situados al sur del Río Bravo expresaban su solidaridad con nuestra lucha, junto al estímulo fraternal iban también, profundamente unidas, sus más caras e íntimas aspiraciones. Desde México hasta Argentina la democracia es el sueño de millones de hombres que quieren convertir en realidad. Sueño de paz creadora, de paz y libertad decorosa. Pero ese bello sueño es turbado, hasta convertirse en pesadilla, por la codicia y la explotación de minorías ajenas al noble ideal de la convivencia humana.
Si algún mérito me cabe por haber participado preeminentemente en esta revolución democrática, gracias al honroso mandato presidencial que me otorgara el Honorable Congreso Nacional, no es otro que el de haber comprendido esa dolorosa realidad de nuestro pueblo, y haber luchado ardientemente por tratar de transformarla en un porvenir cargado de esperanzas.
Creo firmemente que el pueblo dominicano terminará por lograr su felicidad, y el 24 de Abril será siempre un símbolo estimulante hacia la consecución definitiva de ella. Es nuestra obligación, como defensores de la democracia, abonar la siembra generosa que comenzó en esa fecha inmortal. Pero abonarla con entusiasmo creciente, con todo el espíritu, sin vacilaciones, sin descanso. El mejor modo de hacerlo está en la unidad de todos nosotros, en la vigilancia de todos nosotros, dispuestos mañana, como lo hemos estado hoy, a correr todos los riesgos en defensa de la democracia dominicana y del honor nacional.
Ante el pueblo dominicano, ante sus dignos representantes que aquí encarnan el Honorable Congreso Nacional, renuncio como Presidente Constitucional de la República. Dios quiera y el pueblo pueda lograrlo, que esta sea la última vez en nuestra historia que un Gobierno legítimo tenga que abandonar el poder bajo la presión de fuerzas nacionales o extranjeras. Yo tengo fe en que así será.
Finalmente, invito al pueblo aquí reunido a hacer el siguiente juramento:
En nombre de los ideales de los Trinitarios y restauradores que forjaron la República Dominicana.
Inspirados en el sacrificio generoso de nuestros hermanos civiles y militares caídos en la lucha constitucionalista.
Interpretando los sentimientos del pueblo dominicano.
Juramos luchar por la retirada de las tropas extranjeras que se encuentran en el territorio de nuestro país.
Juramos luchar por la vigencia de las libertades democráticas y los derechos humanos y no permitir intento alguno para restablecer la tiranía.
Juramos luchar por la unión de todos los sectores patrióticos para hacer a nuestra nación plenamente libre, plenamente soberana, plenamente democrática.
Francisco Caamaño
Tomado de:
Caamaño, Hugo Ríus Blein y Ricardo Sáenz Padrón, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984.

Saturday, April 10, 2010

La Muerte de Francisco Sánchez del Rosario

NOTIHISTORIADOMINICANA






Blogalaxia


Por: Francisco Berroa Ubiera
Historiador
El monumento de la fotografia que encabeza esta noticia histórica presenta el lugar en donde fue fusilado nuestro héroe nacional, el general Francisco Sánchez del Rosario, quien cayó abatido a balazos por órdenes del general Pedro Santana en cuatro de julio de 1861.

Ese importante monumento fue construido por iniciativa de la Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas Dominicanas en el año 2007, siendo el Ministro de los cuarteles el pundonoroso militar mayor general E.N. Ramón Antonio Aquino García a quien dedico este articulo por su iniciativa patriótica, y en él a todos los hombres de uniforme.

La causa principal de su muerte fue su entereza patriótica. Cuando el 18 de marzo de 1861 se produjo la anexión a España, casi de inmediato comenzaron las protestas antianexionistas.

Sobre esta desacertada decision de Santana, el agente y aventurero norteamericano general William Cazneau le escribió un informe al secretario Black de Estados Unidos comentándole que: "Cuatro quintas partes de los dominicanos sin distinción de clase o de color están aturdidos ante la perspectiva de volver bajo el yugo de España."

A este justificado aturdimiento de los dominicanos siguieron las protestas contra la anexión: externas e internas, cívicas y armadas.

Desde Sudamérica protestaron Chile, Ecuador y Bolivia (1861); y desde Saint Thomas, entonces posesión colonial danesa elevaron su voz de repudio los generales Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral (antes y después de consumada la anexión), quienes al enterarse de que la incorporación a España era un hecho, expresaron de inmediato que "Pedro Santana, el tirano de Santo Domingo...después de estar explotando y tiranizando la República Dominicana por 17 años procedía a eliminar su independencia en favor de una potencia extranjera."

Los patriotas viajaron a Haití, y constituyeron en el vecino país una junta revolucionaria formada por los señores Manuel María Gautier, Valentín Ramírez, José María Cabral, Damián Báez, Pedro Alejandrino Pina, Domingo García, Francisco Saviñón, y otros.

Un poco después protestó enérgicamente el general Fabré Geffrard, presidente de Haití, Estado que veía amenazada su soberanía, causando su protesta que una poderosa escuadra de la marina española comandada por el Almirante Rubalcava se destacara frente a Puerto Príncipe, exigiéndole a Geffrard una indemnización de 200,000 pesos fuertes; un saludo a la bandera española de 21 cañonazos; el control de la frontera con el Este de la Isla, y, que se impidiera mediante la censura gubernamental que la prensa haitiana se ocupara de la cuestión de Santo Domingo, todo lo cual fue aceptado por el gobernante haitiano.

En el plano interno, aparte de las declaraciones antianexionistas, hubo conatos de
rebelión en San Francisco de Macorís (marzo de 1861), en Moca (mayo de 1861), así como en otras localidades.

La aceptación formal de la anexión de Santo Domingo a España se produjo por medio de un Real Decreto dado en Madrid en 19 de mayo de 1861, siendo Santana congratulado personalmente por la Reina Isabel II por medio de una carta firmada en el Palacio de Madrid en 26 de mayo de 1861.

Esta reincorporación daría lugar a la gesta de restauración, entendida como nuestra segunda guerra de liberación nacional, cuyo embrión fue la protesta de la villa de San Francisco de Macorís, encabezada por don Manuel Rojas acompañado de unos 50 patriotas, quienes hicieron descender la bandera española para elevar de nuevo a su sitial glorioso el pabellón dominicano, en 23 de marzo de 1861.

La lucha continuó en Puerto Plata, y se elevó con la voz de la Iglesia, con la protesta que hizo el Padre Meriño en una misa Tedéum que pronunció en la Catedral de Santo Domingo, durante la cual, el ministro de Dios le enrostró a Santana que "el patriotismo era la primera de las virtudes cívicas, es la base de la estabilidad y progreso de los pueblos."

Prosiguió en 2 de mayo de 1861 con el movimiento de José Contreras, José María Rodríguez, José Inocencio Reyes y Cayetano Germosén en la villa de Moca, que tenía una población estimada en 20,000 habitantes. Capturados los insurrectos, el coronel independentista José Contreras, viejo y ciego, fue fusilado por disposición expresa de Santana.

La lucha se enalteció en mayo de 1861, cuando el prócer Francisco Sánchez del Rosario, procedente de Haití, y poco antes en Saint Thomas, con un pequeño grupo de 500 patriotas intentó insurreccionar todo el Sudoeste. Sánchez ingreso al país en mayo de 1861 y sus fuerzas las dividió en tres columnas: Una dirigida por él que se dirigió al Cercado, otra por Fernando Tabera con destino a Neyba, población de 10,000 habitantes que fue rápidamente controlada por los rebeldes, y la comandada por Cabral se dirigió a Las Matas de Farfán, con 2,000 pobladores, siendo el propósito de los expedicionarios tomar el control de San Juan, y luego de todo el sudoeste.

Cuando ingresó al país, que antes se había independizado de Haití, el patriota dijo: "Mas, si la maledicencia buscare pretextos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo diciendo en alta voz, aunque sin jactancia que yo soy la bandera nacional". Traicionado, y sometido a un cerco militar, fue herido, y antes de escapar en la grupa del caballo de Timoteo Ogando, prefirió permanecer al lado de sus hombres, siendo capturado en la loma de Juan Santiago en el trillo que conduce desde Hondo Valle al vecino Haití, fusilado con 21 de ellos en 4 de julio de 1861, entre los cuales se encontraban Manuel Baldemora, Julián Morris, Benigno del Castillo, Gabino Simonó Guante, Domingo Piñeyro Boscán, Félix Mota, Francisco Martínez, José de Jesús Paredes, Rudescindo de León, Juan Erazo, José Antonio Figueroa, Pedro Zorrilla, Juan Dragón, León García, José Corporan, Epifanio Jiménez, Luciano Solís, Juan de la Cruz, Gregorio Rincón, entre otros valientes dominicanos.

Cuenta la historia oral de los sanjuaneros que el gobernador español general Pedro Santana envió a San Juan de la Maguana al general Antonio Abad Alfau Bustamante para garantizar y dirigir el fusilamiento del general Francisco Sánchez, quien fue juzgado con sus compañeros en la Plaza de Armas, y luego de la condena sumaria a la pena de muerte todos fueron traladados al cementerio municipal siendo fusilados al pie del árbol de guázuma que ilustra la foto.

Se sabe que el general Sánchez -herido de bala en los muslos- fue trasladado sobre una mecedora, cargado, y que al momento de ser acribillado -envuelto en la bandera nacional- cayó de bruces al suelo, y en ese momento el general Alfau Bustamante -blanco y rubio pero cruel- se acercó al patriota que convulsionaba, pateándolo lo coloca bocarriba, y colocándole una de sus botas sobre su nariz le dijo con extremada crueldad: "Riete ahora negrito parejero".

JUAN BOSCH Y SUS IDEAS POLITICAS

NOTIHISTORIADOMINICANA




Por: Francisco Berroa Ubiera

Con dedicatoria especial a su excelencia: doctor Leonel Fernández,Presidente Constitucional Dominicano.



En su discurso de toma de posesión como Presidente Constitucional de la República el 27 de febrero de 1963 don Juan Bosch dijo:

“El doctor Segundo González Tamayo y yo acabamos de jurar que desde nuestros cargos de Vicepresidente y Presidente de la República cumpliremos y haremos cumplir con la constitución y con las leyes que nos gobiernan; porque en una democracia no debe haber más gobierno que el de las leyes, y los hombres, cualesquiera que sean sus posiciones, están llamados a ser sólo ejecutores de esas leyes”.
“Ahora bien, al mismo tiempo que ejecutores de las leyes, nos toca ser representantes y defensores del pueblo; y en nombre de ese pueblo que está aquí, frente a nosotros, y también mucho más lejos en ciudades y villorrios apartados, solicitamos del Congreso Nacional leyes indispensables para afirmar en este país, no sólo la democracia política, sino también la democracia económica y la justicia social. De Ustedes, senadores y diputados elegidos por el pueblo –sean del partido que sean-, el Gobierno que se inicia hoy espera un trabajo continuo para darles a los dominicanos un puesto bajo el sol entre los países avanzados.”




Siendo Presidente, declaró el 13 de marzo que:
"En América Latina en estos momentos no hay alternativa. Ahora no hay lugar para dictaduras personalistas como la que nosotros sufrimos. El dilema es uno solo y bien claro. O democracia o comunismo, y comunismo significa muerte, guerra, destrucción y perdida de todos nuestros bienes".




Y en su discurso del 23 de abril de 1963, Juan Bosch definió su humildad con estas palabras:

"Cuando tomé posesión del cargo de Presidente de la República lo hice en traje de calle, sin banda presidencial, sin honores militares, porque la democracia tiene que ser humilde. Uso automóvil particular, con placa particular, automóvil que no es de pescuezo largo, porque la democracia tiene que ser humilde. La humildad en mí no significa esfuerzo. Soy naturalmente humilde".


Declara el 26 de septiembre de 1963, un día después del golpe de estado, que:

"Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura. Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y desarrollar su democracia con libertades humanas, pero también con justicia social. En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre, ni hemos ordenado una tortura, ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera a parar a manos de ladrones. Hemos permitido toda clase de libertades y hemos recibido toda clase de insultos porque la democracia debe ser tolerante; pero no hemos tolerado persecuciones, ni crímenes, ni torturas, ni huelgas ilegales, ni robos, porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad. Los hombres pueden caer, pero los principios no".

JUAN BOSCH Y EL GOLPE DE ESTADO DE 1963

NOTIHISTORIADOMINICANA

25 de Septiembre, 2007
La Historia Secreta del Golpe de 1963




La Historia Secreta del Golpe de Estado de 1963 es un conjunto de tres discursos que el profesor Bosch dijo a través de Tribuna Democrática los días 25, 26 y 28 de septiembre de 1970, al cumplirse siete años del golpe militar que derrocó el gobierno que él presidía, y se publica ahora en POLITICA: Teoría y Acción porque en los trece años que han pasado desde entonces han entrado en la mayoría de edad muchos dominicanos, por lo menos, unos 750 mil, que no conocieron esa historia cuando fue dicha y publicada en varios periódicos hace ahora trece años.

Al ponerla a disposición de esta revista para que la publicara en ocasión del cumplimiento de los veinte años del golpe de 1963, el profesor Bosch le hizo algunas pequeñas correcciones pero ninguna de ellas en la descripción de los hechos y sus causas sino sólo en consideraciones políticos sobre la parte que jugó en esos acontecimientos el presidente Kennedy.

Queremos llamar la atención de los lectores sobre un aspecto de ese trabajo que consideramos muy importante, y es que en él se dijo por primera vez que el golpe de Estado de 1963 fue ordenado por la Misión Militar norteamericana, y se dan los datos comprobatorios de esa afirmación, y sin embargo, todavía hoy, a veinte años de aquel día, los políticos dominicanos, y especialmente los del PRD, se refieren a ese episodio de nuestra historia achacándoles la decisión de dar el golpe a los jefes militares dominicanos.
I
Hay muchos dominicanos, y yo diría que una mayoría de dominicanos, que han estado creyendo durante siete años que los autores del golpe de 1963 fueron los militares que firmaron el documento mediante el cual se declaró derrocado el gobierno que el pueblo había elegido nueve meses y cinco días antes. Pero sucede que muchos de esos militares no tuvieron nada que ver con el golpe. Sus firmas aparecen en la proclama porque estaban en el Palacio Nacional la noche del 25 de septiembre, no porque tomaran parte en los acontecimientos. Es más, algunos llegaron al Palacio sin saber qué era lo que estaba sucediendo allí, cosa, por ejemplo, que le pasó al general Belisario Peguero; otros firmaron la proclama mientras decían que ese golpe era un error que iba a costarle muy caro al país, y tal fue el caso del general Renato Hungría; otros la firmaron porque creyeron que si no lo hacían perderían sus rayas y hasta sus uniformes. El ex-general Elías Wessin-Wessin declaró hace algún tiempo, mientras se hallaba en los Estados Unidos, que fue él quien derrocó al gobierno constitucional de 1963, y que si tuviera que hacerlo otra vez lo haría de nuevo; pero el ex-general no fue ni el autor ni el jefe del golpe. A él lo llevó al Palacio Nacional el ex-general Atila Luna, a las tres de la mañana, cuando ya la suerte de la República había sido resuelta por otros, y lo mismo que hicieron otros, puso su firma en la proclama sin llegar a darse cuenta de lo que iba a significar la noche del 25 de septiembre en la historia dominicana. Al hacer esas declaraciones que hizo, el ex-general Wessin-Wessin estaba ganando indulgencias con camándula ajena, si bien esas indulgencias no lo eran, y más bien eran todo lo contrario.

Una Historia Desconocida La historia desconocida del golpe va a ser contada ahora, al cabo de siete años, porque hizo falta todo ese tiempo para que yo fuera reuniendo los detalles, algunos de los cuales estaban guardados en el mayor secreto, como si fueran oro en polvo. Pero en esa historia no voy a referirme a los antecedentes políticos, que reservo para otra ocasión; voy a hablar de los hechos, tal y como éstos se produjeron.

A mediados del año 1963 recibí una llamada telefónica de Juan M. Díaz, un dominicano que vive en New York desde hace por lo menos treinta y cinco años; me dijo que quería verme y llevarme una persona y que se trataba de algo urgente. Le respondí que fuera a mi casa a medio día, y cuando fue me presentó a su amigo: era el ex-general haitiano Leon Cantave, un hombre alto, claro para ser haitiano, de pelo blanco, que había sido jefe del ejército de Haití en los primeros años del régimen de Duvalier. Díaz y Cantave iban a pedirme que les facilitara medios, armas y una base en territorio dominicano para preparar una expedición contra el gobierno de Duvalier. Antes que ellos, otros haitianos me habían pedido lo mismo, y entre ésos recuerdo al padre Jacinto, a Pierre Rigaud, a Louis Dejoie; a todos los cuales les había respondido lo mismo que les dije ese día a Juan M. Díaz y al ex-general Cantave: que el gobierno que yo presidía no podía intervenir en los asuntos de otro país porque el día que lo hiciera no tendría autoridad moral para impedir que otro gobierno interviniera en los asuntos dominicanos. "Nosotros", les dije, "estuvimos preparados en el mes de abril para actuar contra Duvalier porque éste invadió con su policía la Embajada dominicana en Haití, y eso se considera en todas partes, del mundo como una agresión contra la soberanía del Estado al cual pertenece la Embajada; pero no podemos entrar en actividades ocultas y conspirativas contra Duvalier, porque éso sería intervenir en los asuntos políticos de los haitianos y además es contrario a los principios de un gobierno democrático, pues en el
régimen democrático no se hacen ni deben hacerse cosas ocultas. En el sistema democrático, el pueblo debe estar enterado de lo que haga su gobierno".

Debo decir que me sorprendió la rapidez con que Juan M. Díaz y Cantave aceptaron lo que les decía. De hecho, no trataron de convencerme de que debía complacerlos, y se fueron, y yo me quedé pensando en lo rara que parecía su actitud, porque viajar desde New York hasta Santo Domingo para plantear un asunto tan importante e irse sin hacer esfuerzos para conseguir lo que habían venido a buscar era algo que no me parecía normal. Pero como ustedes verán, lo que pasaba era que esa visita tenía un propósito secreto, pues al ex-general Cantave no le hacía falta que yo le dijera que sí ni le importaba que le dijera que no. Por detrás de él había una fuerza poderosa, mucho más poderosa que la del presidente de la República Dominicana. Lo único que necesitaba esa fuerza era usar la visita del ex-general Cantave a mi casa, sin importarle lo que yo le hubiera dicho. Y así fue.

A principios de julio recibí una nota de un haitiano en la que me decía que deseaba verme para explicarme por qué había abandonado el campamento de Sierra Prieta. Me quedé sorprendido al leer la nota, porque no tenía la menor idea de que había un campamento de haitianos en Sierra Prieta, que como ustedes saben está cerca de Villa Mella, y por lo tanto cerca de la Capital. Le mandé decir al haitiano que fuera a verme en la noche, y al hablar con él me enteré de que allí, en Sierra Prieta, había unos 70 ú 80 haitianos haciendo ejercicios militares y prácticas de tiro bajo
el mando del ex-general Leon Cantave y de algunos ex-oficiales haitianos; y me enteré de algo asombroso, increíble: que eso estaba haciéndose con el conocimiento del ministro de las Fuerzas Armadas dominicanas, el general Elby Viñas Román. Esa misma noche hice citar a los generales Viñas Román y Renato Hungría. Este último era jefe de Estado Mayor del Ejército. Cuando les pregunté si era verdad que en Sierra Prieta había haitianos haciendo entrenamiento militar, el general Viñas Román contestó que sí, y al preguntar yo que quién había autorizado eso me respondió que él había dado las órdenes porque el ex-general Cantave le había dicho que yo había aprobado esa medida, pero que si yo no estaba de acuerdo con lo que estaba haciéndose daría inmediatamente las órdenes para que los haitianos abandonaran el lugar. "Claro, general", le dije. "Yo no puedo aprobar nada parecido a eso, y en lo
sucesivo, antes de lanzarse a tomar decisiones de naturaleza política, espere ordenes mías y no se atenga a lo que le diga en nombre mío cualquier persona, y mucho menos un extranjero". El general Viñas Román dijo que así lo haría y nunca más volví a oír noticias de haitianos que se entrenaban en nuestro país. Pero ahora, al cabo del tiempo, después de haber hecho las debidas averiguaciones, estoy en condiciones de decir que una semana después del día en que el general Viñas Román me dijo que no volvería a actuar como lo había hecho, el ex-general Cantave estaba
de nuevo en Sierra Prieta, entrenando haitianos, entre los cuales había una mayoría de cortadores de caña de los ingenios y algunos soldados de Duvalier que habían cruzado la frontera huyendo del dictador de Haití. Entre esos supuestos desertores había espías de Duvalier. Por medio de esos espías, Duvalier se hallaba enterado al día de lo que estaba pasando en Sierra Prieta, a pocos kilómetros de la Capital dominicana. Lo que sabía Duvalier en Puerto Príncipe lo sabían aquí los agregados militares de los Estados Unidos, y lo sabía el embajador norteamericano John Bartlow Martin, que después de la intervención de su país en el nuestro escribió un libro enorme lleno de mentiras destinadas a ocultar su papel en esos hechos; pero no lo sabía el presidente de la República Dominicana. Esa vez no apareció un haitiano que me informara de lo que estaba sucediendo, porque los responsables del engaño habían
tomado todas las medidas para que yo no supiera la verdad.

Las Guerrillas de Cantave


Como una prueba de carácter político, no documental, de que el plan estaba dirigido desde Washington, voy a dar estos datos: En la noche del 2 de agosto, Cantave y los haitianos que estaban entrenándose en Sierra Prieta fueron embarcados en camiones que tomaron el camino de Dajabón, adonde llegaron temprano el día 3; y ese día 3 los
Estados Unidos anunciaron oficialmente que cerraban la misión de la AID en Haití. Esta medida tenía como finalidad hacerles saber a los antiduvalieristas de Haití que los Estados Unidos rompían totalmente con Duvalier, y que por tanto el ataque que iban a llevar a cabo inmediatamente Cantave y sus hombres contra el gobierno de Duvalier tenía el apoyo norteamericano.

Los hombres de Cantave fueron llevados hasta la bahía de Manzanillo, en el lugar donde desemboca el río Masacre.

Iban con uniformes y zapatos nuevos y con las armas que se les habían cogido en junio de 1959 a los expedicionarios que habían venido de Cuba por Constanza, Estero Hondo y Maimón, con el propósito de derrocar a Trujillo. Al amanecer del 5 de agosto, los haitianos penetraron en su país a través de unas siembras de cabuya propiedad de una firma norteamericana, llamada Plantación Delfín, donde les tenían preparados camiones y yipis. La prensa de los Estados Unidos comenzó a publicar noticias en las que se decía que en el norte de Haití había sublevaciones contra el gobierno de Duvalier y que desde cierto lugar del Caribe habían llegado varias expediciones. Sinceramente les digo que yo no podía sospechar que ese ataque había salido de la República Dominicana. Es más, el Embajador Martin estuvo a verme —recuerdo que era de noche— y cuando le pregunté de dónde creía él que habían salido las fuerzas que estaban atacando Haití me respondió que creía que de Venezuela, a lo que yo le respondí con una pregunta, que fue ésta: "¿Es que en la Florida hay algún lugar que se llame Venezuela?". La Florida, como ustedes saben, es territorio norteamericano, un estado de los Estados Unidos, que es lo mismo que si dijeramos una provincia. El embajador Martin era —y debe seguir siéndolo— un hombre sin sentido del humor, y sin embargo al oírme se echó a reír. Ahora, cuando sé la verdad, me doy cuenta de que se reía porque le resultaba gracioso engañar al presidente del país ante el cual él representaba al presidente del suyo. Sólo que John Bartlow Martin, como les sucede a tantos en el mundo, no alcanzaba a darse cuenta de que a menudo el que cree que engaña a los demás está engañándose a sí mismo, y que en una actividad tan complicada como es la política, por el camino del engaño se llega indefectiblemente a la tragedia, como iba a suceder en la República Dominicana, para desgracia de John Bartlow Martin y de su país.

II

El día 16 de agosto se cumplían cien años de haber comenzado la guerra de la Restauración. Esa guerra, llevada a cabo contra España, es un acontecimiento histórico de gran importancia para nuestro pueblo, y aunque nosotros no estábamos en condiciones de hacer grandes fiestas, porque la situación del país no permitía que hiciéramos gastos, el gobierno quiso darle a ese día la categoría que merecía, y entre los actos destinados a conmemorar el primer siglo del comienzo de la guerra se hallaba la inauguración de una escuela en Capotillo. Fue en ese punto, llamado en aquella época Capotillo Español, donde comenzó la lucha cien años antes, bajo la jefatura de Santiago Rodríguez.

Verdaderamente, era una pena para el país que a los cien años del histórico 16 de agosto de 1863 los niños del lugar donde había empezado la guerra de la Restauración no tuvieran escuela. Pero ese día se inauguró una, con la presencia del presidente de la República y el ministro de Educación, Buenaventura Sánchez, así como de otras
autoridades. Lo más lejos que yo tenía en ese momento era que la gente de León Cantave, que había sido derrotada por las fuerzas de Duvalier hacía menos de diez días, había cruzado la frontera muy cerca de ese punto y estaba operando en territorio de Haití.

Efectivamente, al ser derrotado Cantave volvió a nuestro país y se acantonó en Don Miguel, a la vista de la frontera haitiana; allí estableció su campamento en una finca que tenía siembra de tabaco. Yo noté en esa ocasión un exceso de militares y cuando pregunté a qué se debía se me explicó que estaban tomándose precauciones porque se habían recibido noticias de que había un complot para matarme. No había tal complot. Lo que sucedía era que al atardecer del día anterior, 15 de agosto, un grupo de la gente de Cantave había cruzado la frontera y se había internado en
Haití, en dirección hacia un lugar llamado Mount-Organisé, y los militares, que no me habían informado de nada, tenían temor de que pudiera pasar algo que sacara a la luz el plan, razón por la cual no querían que estuviera en Capotillo más tiempo del necesario.

Hay que darse cuenta de que todo lo que estaba haciéndose se hallaba dirigido por extranjeros; que unos cuantos señores extranjeros planeaban lo que los soldados dominicanos debían hacer, y que éstos lo hacían sin el conocimiento del presidente de la República; y en cambio, Duvalier estaba al tanto de los menores detalles de esos movimientos y creía, con razón, que era yo quien daba las órdenes. Duvalier conocía los planes tan detalladamente que en la noche anterior cambió la tropa que tenía en Mount-Organisé, porque tenía el temor de que entre esa tropa hubiera gente combinada con Cantave. Los hombres de Cantave fueron derrotados fácilmente y volvieron a territorio dominicano; esa vez entraron por la Trinitaria. Ese 15 de agosto, una organización internacional de abogados que estaba establecida en Suiza, es decir, a miles de kilómetros de la República Dominicana y de Haití, hizo unas
declaraciones muy fuertes contra Duvalier que fueron publicadas ese mismo día en varios países de América, transmitidas por agencias norteamericanas de noticias. En esas declaraciones se explicaba que Duvalier era un tirano, que se mantenía en el poder gracias a su organización de asesinos llamada Tonton-macutés; que en Haití no había la menor libertad ni para las personas ni para las organizaciones. Todo eso era verdad, pero cuatro años después vino a saberse que esa organización internacional de abogados recibía dinero de los servicios secretos de los Estados Unidos; de manera que la publicación de ese documento, justamente el día en que fue lanzado el segundo ataque de las gentes de Cantave contra Duvalier, es otra prueba indirecta de quienes eran los que estaban dirigiendo las operaciones de Cantave en territorio dominicano.

Unos días después del 15 de agosto, Cantave envió otro grupo a Haití. Ese grupo llegó a Ferrier, muy cerca de la frontera, mató al síndico y volvió a su campamento en nuestro país. Mientras tanto, desde varios lugares del Caribe llegaban a Santo Domingo exiliados haitianos que iban a reunirse con Cantave. En total, el ex-general haitiano llegó a reunir, entre el 20 y el 25 de agosto, 210 hombres. En la noche del 26 de este mes un avión pesado de transporte dejó caer cerca de Dajabón una importante cantidad de armas, entre las cuales había morteros, bazukas, ametralladoras calibre 30, rifles M-1, que eran entonces los mejores que tenía el ejército norteamericano, y ametralladoras de mano M-3. El avión que trajo esas armas a nuestro país venía del campamento Romey, en Puerto Rico, una de las grandes bases militares de los Estados Unidos en el Caribe. Mientras tanto, los agentes políticos que trabajaban con el embajador John Bartlow Martin organizaban la acción política que debía debilitar al gobierno dominicano, tales como aquellas conocidas manifestaciones cristianas, y el propio embajador, queriendo meterme en
una trampa, me propuso el 16 de agosto, en Santiago, que procediera sin pérdida de tiempo a cambiar de política; que expulsara a los comunistas y usara mano dura con los trujillistas. Cuando me habló así le miré de tal manera que él comprendió que había metido la pata y comenzó a pedirme excusas y a explicar que él no quería darme órdenes, que sólo estaba dándome consejos como amigo, no como embajador. Yo me levanté sin responderle y me fui a atender a unos amigos que habían llegado a saludarme. Ese mismo día se celebraron varias concentraciones dizque cristianas en diferentes lugares del país y el cónsul norteamericano en Santiago, a quien la gente le llamaba don Pancho, llegó a la casa de Antonio Guzmán, donde me hospedaba, y protestó en alta voz ante el embajador, el Nuncio Clarizio y otras personalidades por la forma excesivamente violenta en que se atacaba al gobierno en esos mítines. El cónsul don Pancho fue sacado del país al reventar la revolución de 1965, y por la forma en que actuó el 16 de agosto de 1963 y por esa sacada del país en 1965 se ve que no estaba de acuerdo con los planes de sus jefes o que no se le habían comunicado esos planes.

Hablo de estas cosas no por el gusto de recordar asuntos desagradables, porque los políticos que viven pensando en lo que pasó y no en lo que está pasando o va a pasar se vuelven resentidos, y los resentidos no están en capacidad de dirigir a nadie. Estoy haciendo la historia secreta del golpe de Estado de 1963 para que el pueblo conozca los hechos y pueda hacer juicios correctos, y sobre todo para que los jóvenes dominicanos que están entrando o van a entrar en la vida política queden enterados de todo lo que puede suceder en un país como el nuestro, donde un poder extranjero está en capacidad de tomar decisiones que comprometen la vida misma del gobierno dominicano, en lo nacional y en lo internacional, sin que nadie en el gobierno se entere de lo que está pasando.

En toda esta historia, que duró tres meses, no hubo una persona, campesino, obrero, empleado público, dirigente del PRD o de otro partido, que se me acercara a darme una información sobre los movimientos de Cantave; nadie, excepto el haitiano que me contó a principios de julio que él había salido del campamento de Sierra Prieta. Es más, preocupado, por las acusaciones de Duvalier, llamé a algunos militares y les pedí que vigilaran a los hombres de Duvalier; que metieran en Haití gente práctica en los sitios fronterizos para que observaran si Duvalier hacía movimientos de tropas. La OEA celebraba reuniones y mandaba comisiones que se veían conmigo, y yo hablaba con los comisionados en la forma más inocente, sin tener la menor idea de que cualquiera cosa que dijera podía tomarse como una referencia a las fuerzas de Cantave, que seguían acantonadas en territorio dominicano, cuando lo cierto era que yo ignoraba de manera absoluta que Cantave y sus 210 hombres tenían una base en nuestro país.

El Derrocamiento

Debo decir con toda franqueza que no creo que las dos cosas —los ataques contra Haití y las concentraciones cristianas— fueron planeadas con el fin de tumbar al gobierno constitucional. Al repasar los hechos de aquellos días con los informes que tengo ahora llego a la conclusión de que la utilización del territorio dominicano para tratar de derrocar a Duvalier comenzó como un plan aislado cuyo único propósito era acabar con el régimen de Duvalier, que había sacado de Haití a la misión militar norteamericana, cosa que los yanquis no podían tolerar. Los Estados Unidos tenían desde hacía 30 años el compromiso internacional, establecido en tratados aprobados por su gobierno y por su Senado, de no intervenir en los asuntos políticos de otros países de América; pero desde 1954 habían hallado la manera de violar esos tratados organizando expediciones secretas, como fue la de Castillo Armas, que derrocó el
gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala, y la de Bahía de Cochinos, llamada a tumbar el de Fidel Castro en Cuba en abril de 1961. Pero la expedición de Castillo Armas fue organizada en Nicaragua y Honduras con el conocimiento y la ayuda de los gobiernos de Nicaragua y Honduras, y la de Bahía de Cochinos se organizó en Guatemala y en Nicaragua también con el conocimiento y la ayuda de los gobiernos de Guatemala y Nicaragua; y en el caso de la de Cantave no se podía contar con la ayuda del gobierno constitucional dominicano porque ese gobierno respetaba sus compromisos y sus principios, y esos compromisos y esos principios estaban regulados precisamente por tratados internacionales iguales a los que habían firmado los norteamericanos, en virtud de los cuales nuestro país no podía intervenir en la vida política de otro. Los que decidían la política latinoamericana de los Estados Unidos comprendieron rápidamente que el gobierno que yo presidía no se prestaría a hacer el papel que habían hecho los de Honduras y Nicaragua en 1954 y los de Guatemala y Nicaragua en 1961; por eso organizaron ocultamente el campamento de Cantave en Sierra Prieta, y volvieron a organizarlo más ocultamente todavía después que yo di órdenes, a mediados de julio, de que fuera disuelto; y por eso mantuvieron en secreto todas las actividades de Cantave y de sus hombres en territorio dominicano, desde julio hasta que el gobierno fue derrocado el 25 de septiembre.

Mi impresión es que la organización de las fuerzas políticas opuestas al gobierno fue una consecuencia de los fracasos de la acción militar de Cantave, y que en ningún momento se pensó usarlas para derrocar al gobierno. A mi juicio, lo que se perseguía era colocar al gobierno en posición de debilidad, de tal modo que si yo descubría la verdad sobre Cantave y sus hombres no pudiera tomar ninguna medida contra los que estaban en ese juego sucio. Lo que el embajador John Bartlow Martin llamaba consejos de amigo eran parte del plan para debilitar políticamente al
gobierno. Ahora bien, los acontecimientos se presentaron de tal manera que al final hubo que derrocar al gobierno para evitar que el presidente Kennedy quedara desacreditado ante todos los jefes de Estado del mundo por lo que su gobierno estaba haciendo en la República Dominicana, pues hasta ese momento nunca se había hecho nada semejante a lo que estoy contando.

Las Guerrillas y el Embajador Martín

Martin es un típico oportunista. Sin tener la menor experiencia ni la menor capacidad para el cargo, logró su nombramiento de embajador en Santo Domingo a través de Adlai Stevenson, hombre muy débil, a quien Kennedy llamaba "mi mentiroso oficial", porque era a él a quien se le encargaba decir en las Naciones Unidas las mentiras que tenía que decir para defender el gobierno de su país. Stevenson fue el "mentiroso oficial" no sólo de Kennedy, sino también del sucesor de Kennedy, el señor Trujijohnson. A Martin todo lo que se refería a Haití le quitaba el sueño.

Una vez, estando yo en mi oficina del Palacio con el ministro de Relaciones Exteriores, señor Ernesto Freites, Martin entró allí pálido como un papel, cayéndose como si estuviera borracho y gritando como un loco. Yo le miré fijamente y le dije estas palabras: "Embajador, usted olvida que está hablando con el presidente de la República". Martin volvió en sí, se puso a secarse un sudor que empezó a salirle de pronto por la cara y pidió perdón. Lo que lo había vuelto loco, según dijo, eran los problemas ron Haití. Pero en el mes de agosto estaba otra vez loco con los problemas de Haití, pues una tarde se presentó en mi casa a decirme que tenía buenas noticias para mí; que Duvalier saldría de Haití dentro de pocas horas; que ya había un avión esperándolo en el aeropuerto de Puerto Príncipe y que había pedido autorización para hacer un aterrizaje en New York, de donde seguiría hacia Francia y de ahí a Argelia. A las ocho de la noche me llamó para pedirme una entrevista urgente; fue a casa y lo que hizo fue repetir lo que había dicho en la tarde. En esa ocasión le dije que a mi juicio Duvalier estaba engañando a todo el mundo y que sólo debía creerse esa patraña cuando efectivamente llegara a Francia. Martin se fue, y oigan esto: a las 12 de la noche llamó para confirmarme lo que me había dicho ya dos veces, y lo que es más asombroso, volvió a llamarme a las 2 y 30 de la mañana para reconfirmarlo, lo que indica que el problema lo tenía fuera de sí debido a que la conciencia le reprochaba algo; y por último, el colmo de los colmos, se presentó en mi casa, manejando él mismo un yipi, a las cuatro y media de la mañana, para decirme que Duvalier saldría de Puerto Príncipe media hora después, a las cinco.

El embajador podía quedarse despierto la noche entera excitado con una noticia que no tenía el menor fundamento, porque al día siguiente disponía de todo el tiempo para dormir a pierna suelta; pero yo, que tenía que trabajar como un mulo, y que desde el principio estaba convencido de que la noticia era absurda, no disponía del día para dormir.

Sin embargo en la cabeza del embajador no entraban esas ideas, porque él actuaba, sin darse cuenta, a impulsos de su alma atormentada por el papel bastante turbio que estaba jugando.

Es el caso que el embajador Martin creía que la presencia de Cantave y de sus hombres en territorio dominicano, hecho que él conocía muy bien y del cual nunca me habló, ni directa ni indirectamente, había provocado una crisis en el régimen de Duvalier, y que éste, debido a esa crisis, iba a huir de Haití. Yo no disponía de tantos elementos de juicio como Martin, porque no tenía la menor idea de que Cantave y su gente estuvieran en Santo Domingo, y mucho menos en la frontera haitiana; pero estaba seguro de que las noticias del embajador carecían de fundamento y de que Duvalier seguiría en Haití hasta el día de su muerte. Pero el embajador, que para tranquilizar su alma necesitaba que Duvalier desapareciera antes de que su juego quedara al descubierto, veía ya sus deseos convertidos en realidad, fenómeno sicológico frecuente en las personas de mentes débiles, y a veces caía en sospechas porque pensaba que yo sabía lo que él estaba haciendo, y entonces escribía en sus notas, según dice él mismo, que yo le pedía a Kennedy que nombrara otro representante en su lugar.

La alegría del embajador debida a la idea de que Duvalier iba a desaparecer y el miedo de que yo pidiera su salida del país tenían un mismo origen; y sucedía que ni la alegría ni el miedo estaban fundamentados en la realidad; pues ni Duvalier desaparecería ni yo pensaba pedirle a Kennedy que me enviara otro embajador, simplemente porque no tenía la menor noticia de cuáles eran sus actividades secretas en relación con Haití, o lo que es lo mismo, en la política internacional dominicana.

Así iban pasando los días, hasta que llegó el mes de septiembre, y con él el día 22, fecha en la cual los jefes norteamericanos de la operación Cantave lanzaron al
ex-general haitiano por última vez a través de la frontera.

III

Volviendo al golpe del 25 de septiembre de 1963 diré que al cabo de mucho tiempo de investigar, de buscar la causa secreta de ese hecho, estoy en condiciones de decir que durante los meses de agosto y septiembre de aquel año el general Viñas Román viajó varias veces a Dajabón sin informarme adónde iba y a qué iba, y que fue él quien le transmitió a Cantave la orden, que a su vez habían dado los miembros de la misión militar norteamericana en el país, de que el próximo ataque a Haití debía ser por Juana Méndez y que la fecha de ese ataque debía ser el 22 de septiembre. Juana Méndez queda frente a Dajabón y tan cerca de esta ciudad dominicana que necesariamente el ataque a una provocaría pánico en la otra. De acuerdo con mis noticias, Cantave se oponía al ataque a Juana Méndez, pero se le hizo saber que si no se producía ese ataque en la fecha señalada, su campamento sería destruido. En ese campamento había haitianos que habían llegado de New York, enviados por organizaciones que recibían fondos de la CIA, y volvieron a New York después del último fracaso de Cantave.

Bien: La fecha fijada fue el 22 de septiembre, y la hora para cruzar la frontera, las 10 de la noche. El día 20 comenzó en Santo Domingo la huelga de los comerciantes. Ese día era viernes. El plan de los que habían organizado la huelga
era que ésta continuara el sábado 21, y como el ataque a Haití sería el domingo en la noche, y se suponía que el lunes 23 se estaría peleando en Juana Méndez, si la huelga seguía el lunes el gobierno dominicano se vería en una situación de debilidad tan grande que no podría hacer el menor movimiento en relación con el ataque a Haití que estaría llevándose a cabo desde territorio dominicano. La situación estaba llamada a empeorar, porque los autores secretos del plan habían maniobrado de tal manera que el propio viernes día 20, en medio de la huelga de los comerciantes, los trabajadores de Haina y de otros ingenios del gobierno anunciaron una huelga que comenzaría el lunes día 23, a las 7 de la mañana, es decir, a la hora en que Cantave y sus hombres estarían atacando Juana Méndez, a la vista de los habitantes de Dajabón. Pónganse ustedes a pensar un momento en cuál era realmente el estado general de confusión del país, cuando resultaba que los trabajadores del azúcar, y más propiamente los de los ingenios del gobierno, la gente a quien más debía interesarle que el gobierno constitucional de 1963 se mantuviera en el poder, caían en hacerles el juego, de la manera más inocente, a los que estaban colocando al gobierno entre la espada y la pared. La mayoría del comercio de la Capital había cerrado el viernes, y el mismo viernes, en horas de la noche, los trabajadores azucareros anunciaban que la huelga de ellos comenzaría el lunes día 23.
Por suerte, aunque el comercio al por mayor; o al menos su mayoría, siguió la huelga el sábado, el comercio al detalle, tanto de telas como de comestibles, abrió sus puertas el sábado temprano. Las estaciones de radio que habían estado incitando a la huelga desde el amanecer del viernes habían sido silenciadas mediante el procedimiento de cortarles la corriente eléctrica, cosa que pudo hacerse porque todas ellas le debían dinero a la Corporación Eléctrica, y algunas le debían varios meses de corriente. Por otra parte, mucha gente del pueblo protestaba por el cierre de los comercios, y los detallistas, por su posición de explotados y por su contacto permanente con el pueblo se daban cuenta de que la huelga no tenía justificaciones sociales ni económicas, que era un movimiento de tipo político en el cual ellos no tenían ningún papel que jugar poniéndose frente al pueblo. El sábado, pues, la huelga había fracasado, a pesar de que ese día los periódicos daban la noticia de que el lunes comenzaría la huelga de los trabajadores de los ingenios del gobierno. El mismo sábado apareció en espacio pagado un artículo del Dr. Balaguer, que se hallaba en New York, y verdaderamente, se trataba de un artículo demoledor contra el gobierno. Unos diez meses antes yo había estado en New York, como presidente electo, y había ido a visitar al Dr. Balaguer, a quien le dije en esa ocasión que él mismo podía escoger la fecha de su retorno al país y que me avisara para ofrecerle las
garantías del caso. En el mes de junio, según creo recordar, el viceministro de la Presidencia me comunicó que el Dr. Balaguer había pedido varias veces que se le enviara su pasaporte diplomático, al cual tenía derecho por ley, y que su petición no había sido atendida, y di órdenes inmediatas para que se enviara a la Presidencia el pasaporte y que tan pronto llegara, el propio viceministro, señor Fabio Herrera, fuera a la casa de las hermanas del Dr. Balaguer para entregarlo a una de ellas. Así se hizo. Como todos los dominicanos, fueran cuales fueran sus ideas políticas, el Dr. Balaguer tenía derecho a vivir en su país, y no era el gobierno el que podía decidir sobre eso; era la Constitución de la República la que garantizaba el derecho de cualquier ciudadano a entrar en el territorio nacional y salir de él cuando quisiera. El embajador Martin, el hombre más mentiroso que he conocido en toda mi vida, refiere que yo había dado orden para que los miembros del Consejo de Estado no salieran del país, y para probarlo dice que Donald Reid debía ir a los Estados Unidos a llevar una hija que debía ser sometida a tratamientos médico, y que yo lo impedí.

Pues, bien, eso, como el 90 por ciento de lo que dice Martin, es una charlatanería; pero una charlatanería que tiene su explicación. En días pasados le explicaba a cierta persona que si un compañero o amigo suyo comienza de buenas a primeras a hablar mal de él, a decir mentiras sobre él, a calumniarlo, a tratar de desacreditarlo, averigue qué cosa mala contra él hizo esa persona; pues sucede que el que hace algo malo, comete una traición, actúa contra un amigo y compañero o se va con los enemigos de ese amigo, es generalmente una persona débil de mente o de carácter, que no tiene suficiente fortaleza mental o suficiente carácter para reconocer que ha actuado mal contra un amigo y compañero, para confesarlo y decidirse a actuar en lo sucesivo correctamente, y entonces el movimiento natural de
su alma es volverse contra ese amigo y compañero a quien traicionó y tratar de desprestigiarlo, porque así él mismo acaba convenciéndose de que lo malo que hizo estuvo bien hecho. Ese fue el caso del embajador Martin; pero al embajador Martin se le fue la mano y dijo tantas y tantas mentiras que se desacreditó en su propio país. La causa de esas mentiras fue que Martin engañó al gobierno dominicano. Para encubrir la verdad, para que yo no tuviera autoridad moral si algún día decía la verdad; para no quedar en su país como lo que es, Martin pretendió desacreditarme escribiendo un libro lleno de falsedades.

Entre ellas está el cuento de que yo había prohibido la salida del país de los miembros del Consejo de Estado. Si yo hubiera sido hombre capaz de rebajarme a perseguir a alguien, el pueblo dominicano tendría pruebas de eso, porque aquí todo se sabe; y si yo hubiera sido capaz de solicitarle alguna vez a un juez que hiciera tal o cual cosa en perjuicio de un acusado, el pueblo entero lo sabría, porque o bien el juez o bien su secretario o bien un empleado del tribunal lo hubieran dicho. Ni yo le hubiera coartado jamás al Dr. Balaguer el derecho de vivir en su país ni le hubiera coartado nunca al Dr. Reid Cabral el derecho a salir del país.

La Causa Secreta del Golpe

Pero volviendo a los haitianos de Cantave, causa secreta del golpe del 25 de septiembre, ellos habían cruzado la frontera a las 10 de la noche del domingo día 22. A las seis de la mañana del lunes día 23 de septiembre, hallándome en mi oficina del Palacio Nacional, se me acercó el coronel Julio Amado Calderón, jefe del Cuerpo de Ayudantes, para decirme que la radio estaba informando que desde Haití se estaba disparando sobre Dajabón, y que la población de esa ciudad dominicana abandonaba el lugar a toda prisa. Lo que sucedía en realidad en ese momento era que Duvalier, avisado por sus espías, esperaba el ataque a Juana Méndez y sus fuerzas rompieron fuego contra las de Cantave a las 5 de la mañana, y muchos de los tiros que disparaban las fuerzas de Duvalier llegaban a Dajabón.

Inmediatamente hice llamar al general Viñas Román y le pedí que convocara a una reunión de los altos jefes militares. En esa reunión sólo hablé yo, porque los altos jefes militares no decían nada. Me resultó sospechoso que ante la noticia de que Dajabón estaba siendo atacada ninguno de ellos demostrara la menor preocupación, pero así fue. Esa falta de interés en militares dominicanos ante la noticia de que estaba produciéndose un ataque a una ciudad dominicana era algo para mí increíble, pero yo no podía imaginarme, ni por asomo, la verdad de los hechos.

Todavía hoy, al cabo de siete años, y conociendo como conozco ahora uno por uno los detalles de aquellos sucesos, me sigue pareciendo increíble lo que sucedió. Me doy cuenta de que lo que se hace en el terreno militar puede guardarse en secreto, porque la organización militar está preparada para eso; pero lo que me parece increíble es que los miembros de la misión militar norteamericana tuvieran tanta autoridad sobre los jefes militares dominicanos como para convencerlos de que debían actuar sin darle a entender nada al presidente de la República.

En la reunión con los jefes militares pedí que salieran hacia Dajabón algunos aviones, pero que tuvieran mucho cuidado con lo que hacían; que no se produjera ninguna provocación ni ningún movimiento que pudiera costarle la vida a un militar dominicano; ordené imprimir inmediatamente hojas sueltas en francés para ser tiradas desde el aire amenazando a Duvalier con medidas enérgicas si no detenía el ataque, y además hacer radiaciones en español, francés y patuá diciendo más o menos lo mismo; por último, le pedí al Dr. Héctor García Godoy, ministro de Relaciones Exteriores, que reuniera el cuerpo diplomático para informar a todos los representantes extranjeros de lo que estaba sucediendo. A las once de la mañana fue a verme un dirigente del PRD para decirme que según le habían informado, los sucesos de ese día obedecían a un plan para tumbar al gobierno; estaba simulándose un ataque haitiano a nuestro país para poder decirles a los soldados que yo estaba llevándolos a una guerra contra los haitianos; pero ese dirigente tampoco sabía nada sobre la participación de Cantave y de sus hombres en el plan, porque no me mencionó ese punto, y como yo no sabía nada, no le hice preguntas sobre él. Tampoco sabían una
palabra el jefe del Cuerpo de Ayudantes ni sus hombres; no la sabía el jefe de la Seguridad Nacional; y lo que es más, los propios militares que actuaban en Dajabón, los que tenían el contacto directo con Cantave, ignoraban el verdadero plan político que se ocultaba tras la operación. Peor aún, y seguramente al oír esto ustedes se asombrarán tanto como yo me asombré cuando supe la verdad: el propio general Viñas Román ignoraba el plan. El se había prestado a recibir órdenes de "la misión militar norteamericana a espaldas del presidente de la República, lo cual desde luego es algo incalificable; pero no tenía la menor idea de que estaban utilizándolo para tumbar al gobierno. El jefe militar que sabía lo que iba a suceder era el jefe de la aviación, general Atila Luna, pues era en él en quien confiaban en realidad los miembros de la misión militar yanqui, especialmente el coronel Luther Long, agregado
aéreo. El domingo, es decir, el día anterior a la reunión de que he hablado hace un momento, el general Luna había enviado un piloto a Barahona con un sobre cerrado en el que se explicaba el plan, pero eso vine a saberlo yo en 1965, es decir, un año y ocho meses después de haberse producido el golpe de 1963. El mismo lunes día 23 llegó al país, por San Isidro, el comandante de la marina yanqui William E. Ferrall. Todavía a esta hora ignoro cuál fue el papel de Ferrall en los hechos, pero me imagino, y sería un inocente si creyera que él no estaba al tanto de la trama.

Mientras tanto, el gobierno estaba haciendo un papel ridículo ante la OEA, porque estábamos acusando a Haití de atacar nuestro país, y yo creía absolutamente que era así, cuando la verdad era que Haití estaba solamente defendiéndose de un ataque que había sido hecho desde nuestro país, y además un ataque que era el cuarto en dos meses.

En la tarde de ese lunes día 23 mandé buscar varias veces al general Viñas Román, que no dio señales de vida.

Mucho tiempo después supe que había ido a Dajabón, adonde Cantave y sus hombres, menos los muertos y los prisioneros, habían vuelto derrotados. En las primeras horas del martes 24, día de las Mercedes, al leer El Caribe hallé una larga descripción de lo que había pasado en Dajabón el día antes. La había escrito el periodista Miguel A. Fernández, quien por lo que leí tampoco sabía que Cantave y sus gentes habían pasado a Haití desde territorio dominicano. El periodista decía en un párrafo lo siguiente: "Oficiales del Ejército dominicano expresaron que la República Dominicana no tuvo nada que ver con el ataque. Esto fue confirmado por el propio León Cantave"; y más adelante agregaba que Cantave "Se negó a contestar cuando se le preguntó de qué punto partieron los rebeldes esta Madrugada, alegando que ello es estrictamente confidencial" y que "cuando cualquier país protege o ayuda a un movimiento como el de esa naturaleza, no se puede denunciar". Pero sucedía que en la página 12 de ese ejemplar de El Caribe había una foto de Cantave, tomada en el momento en que bajaba de un avión militar dominicano que lo había traído a la base de San Isidro, y cuando vi a aquel hombre tan bien vestido, con dos maletines en la mano, me di cuenta inmediatamente de que el había partido hacia Haití desde territorio dominicano, puesto que no era posible que hubiera estado peleando en Haití con ropa tan buena, con corbata y con maletines de buena clase. Deduje que Cantave se había cambiado de ropa al entrar derrotado en tierra dominicana, y que por lo tanto había dejado esa
ropa y esos maletines en territorio nuestro antes de entrar en Haití; en consecuencia, él había partido para Haití desde algún lugar de nuestro país. En ese momento me di cuenta de que se me había estado engañando; de que alguien había estado jugando de la manera más irresponsable con el destino de la República, y que ese alguien no eran los militares dominicanos, porque los jefes militares del país no eran capaces de inventar y de llevar a cabo un plan semejante. Tomé inmediatamente las medidas del caso y a media mañana ya, estaba enterado de que en la noche anterior había habido movimiento de altos oficiales en el Palacio Nacional, donde estaba el Ministerio de las Fuerzas Armadas, y que en las reuniones había tomado parte el coronel Luther Long. A medio día pude localizar al general Viñas Román, a quien le mostré la fotografía de Cantave que apareció en El Caribe, y le dije que esa fotografía demostraba que había salido de suelo dominicano, a lo que respondió que a él le parecía lo mismo; inmediatamente llamé al ministro García Godoy y le pedí que se dirigiera a la OEA solicitando una investigación de los
hechos acaecidos el día anterior en la frontera de Dajabón. Poco antes de morir, el Dr. García Godoy hizo en la revista Ahora una larga historia sobre esa petición mía, pero por lo visto había olvidado que después de ese momento no hablamos más del asunto, porque esa misma noche quedé preso en el Palacio Nacional. El cable enviado por el ministro García Godoy al Embajador dominicano ante la OEA, o la llamada telefónica —porque ignoro si el ministro García Godoy se comunicó con él por cable o por teléfono— fue lo que determinó el golpe de Estado, dado la noche del 24 al 25. Pues los servicios: norteamericanos en nuestro país interceptaban todas las comunicaciones, y al interceptar ésa el embajador Martin y la misión militar se dieron cuenta de que la increíble historia de las invasiones de Cantave, los tres meses de campamentos y movimientos secretos iban a ser conocidos en todo el mundo; que ese conocimiento iba a producir un escándalo enorme en los Estados Unidos y en muchos otros países porque hasta ese día no se había dado en el mundo el hecho de que un gobierno amigo, que tenía relaciones diplomáticas y consulares con el de otro país, en este caso el de la República Dominicana, se dedicara a organizar un campamento de extranjeros armados con la finalidad de que esos extranjeros atacaran un país fronterizo sin que el jefe del Estado del país donde se estableció el campamento supiera una palabra de lo que estaba sucediendo. Del escándalo que
produciría el conocimiento de tales hechos iba a salir muy mal parado el prestigio de John F. Kennedy puesto que a él iba a tocarle ser el primer gobernante del mundo que sería acusado de haber cometido un desafuero semejante, de haber ordenado la ejecución de una violación tan escandalosa de las normas que gobiernan las relaciones entre los Estados y sus jefes.

Así pues, para salvar el prestigio de Kennedy y de los altos funcionarios de su gobierno que pusieron en práctica el plan de las guerrillas haitianas del ex-general León Cantave, incluyendo entre ellos al embajador Martin, se tumbó el gobierno de la República Dominicana, que había sido elegido diez meses antes con una mayoría aplastante de votos sobre el partido que ocupó el segundo lugar en las elecciones de 1962, y ese derrocamiento condujo a la Revolución de abril de 1965, con todos sus muertos y sus sufrimientos, a la intervención militar de' los Estados Unidos, al río de sangre que ha seguido corriendo aquí desde entonces.

Esa es la historia secreta del golpe del 25 de septiembre de 1963. Muchos de los datos de esa historia secreta están en el libro llamado Papa-Doc, de los escritores Bernard Diederich, neozelandés casado con una haitiana, que vivió largo tiempo en Haití y vive ahora en México, y su colaborador Al Burt, norteamericano; los demás los recogí yo de boca de revolucionarios haitianos que tomaron parte en los movimientos de Cantave, a los cuales conocí en Puerto Rico, aquí, en 1965 y 1966, y en Francia; otros los he obtenido aquí, después de volver al país en abril de este año.

A cualquiera que haya dicho o diga que yo conocí los hechos antes, pídanle que presente las pruebas; y si no las presenta, juren que está hablando mentira.


Publicado en la Revista "Politica: teoría y acción", en septiembre de 1983.