Es un blog especializado en publicaciones sobre historia dominicana, y de otros países, su autor es Francisco Modesto Berroa Ubiera, Profesor Títular de la Escuela de Historia, y ex-director del Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Saturday, August 29, 2009
PEDRO SANTANA: ENTIERROS Y DESENTIERROS
NOTIHISTORIADOMINICANA
Por:
Francisco Berroa
Anque muchos dominicanos piensan que el general dominicano Pedro Santana Familias era nativo del Seibo, la verdad es que nació en Hincha -hoy Hinche, Haití- en 29 de junio de 1801. Siendo aún un niño vivió con su familia en Sabana Perdida, y luego se traslada a la ciudad de El Seibo.
Ahora no pretendemos hacer la biografía del general Santana. Nos conformamos en esta entrega con establecer que su muerte se produjo el martes 14 de junio de 1864 de una inflamación cerebral según indica el prebístero Jaime Agustín en el libro XIII de Óbitos de la Catedral, cajón 11, legajo 1, al folio 92 y bajo el núm. 184.
Sobre el entierro de Santana muy poco se ha dicho.
Dado el temor que existía de que sus restos fuesen "vandalizados" por sus opositores políticos fue decidido enterrarlo en el patio de La Fuerza, es decir, de la Fortaleza Ozama, en donde descansaron por unos 15 años bajo protección militar, siendo desenterrado por ordenes del general Francisco Gregorio Billini, e inhumado nueva vez en la iglesia Regina Angelorum; sacados más tarde de allí, fue inhumado en la Catedral de Santo Domingo, Primada de América, por el padre Fernando Arturo de Meriño quien gobernó de 1880 a 1882; luego, llegado el siglo XX, el presidente Rafael L. Trujillo Molina ordena su exhumación de la Catedral siendo sus restos trasladados al ayuntamiento de El Seibo donde reposaron por poco tiempo, siendo ulteriormente inhumado en la iglesia de esa ciudad en 1931.
Permanece allí hasta el año de 1977 cuando un decreto de Joaquín Balaguer ordenó su nueva exhumación y nuevo entierro en el Panteón Nacional.
Se sabe que la muerte del general Pedro Santana se produjo en un momento caracterizado porque se le avecinaba un juicio militar, el cual sería realizado en La Habana de Cuba, inculpado de negligencia en el servicio, y por haber desobedecido las órdenes de los oficiales superiores hispanos.
Sin embargo, la historia oral recoge la versión de que después de la derrota sufrida por él en la batalla de Arroyo Bermejo en 29 de septiembre de 1863, lo mismo que las derrotas sufridas por él en combates y batallas posteriores, provocaron en Santana un estado de miedo y un síndrome de temor que le afectó hasta su psiquis, en un momento en el cual pendía sobre su cabeza, como una espada de Dámocles, la amenaza del valiente y joven general restaurador, Gregorio Luperón, quien había jurado fusilarlo para hacer cumplir una orden del Gobierno Provisional Restaurador que lo declaraba traidor a la República y ordenaba su fusilamiento sumario sin previo juicio.
Tuesday, August 11, 2009
LA MUERTE DE ULISES HEUREAUX EN MOCA
EL GENERAL ULISES HEUREAUX A CABALLO
LILIS Y SUS COLABORADORES
LILIS EN SU DESPACHO PRESIDENCIAL
LA GUARDIA DE LILIS EXHIBE SUS ARMAS
NOTIHISTORIADOMINICANA
Por: Francisco Berroa Ubiera
Historiador
La muerte violenta del presidente dominicano general Ulises Heureaux Lebert, mejor conocido como El Manco Lilís, se verificó en la ciudad de Moca en 26 de julio de 1899. Sin embargo, se conoce muy poco sobre cómo fue ultimado el Pacificador de la República.
Veamos los antecedentes inmediatos del magnicidio del 26 de julio de 1899: Antes del famoso asesinato, se sabe el Dictador fue advertido por la curandera “Comai” Dominga Mañón quien le llegó a decir personalmente que se cuidara en el curso del viaje que haría a la región norte, es decir, al Cibao.
Sin darle la mayor importancia a la advertencia de la nigromante, el general Lilís viajó en el barco "Presidente" desde Santo Domingo a la bahía de Samaná, y desembarca en el puerto de Sánchez –casi en la desembocadura del río Yuna-, y cuando llega al muelle de esta ciudad despide a todos sus escoltas y al Estado Mayor bajo el mando del general Jorge Núñez.
Entonces Lilís decide utilizar los servicios del ferrocarril Sánchez-La Vega para viajar por tierra hasta la ciudad de La Vega, y desde ahí dirigirse luego a Moca, Santiago, y a Puerto Plata, desde donde -según su plan- retornaría en el barco que le esperaría anclado en ese puerto del Atlántico.
Los militares que le acompañaron en este último viaje fueron solamente los oficiales de su escolta Guarín González y Demetrio Rodríguez. La historia oral le atribuye a Lilís haber dicho al iniciar la marcha hacía La Vega: “Vamos solos y el que tenga miedo que compre un perro prieto”.
Aparte de la premonición de Dominga Mañón, otra advertencia hecha a Lilís provino del general don Zoilo García, el gobernador de La Vega, quien le expresa que tenía informes de que en la villa de Moca existía una trama en su contra con el fin de quitarle la vida, no obstante, Ulises Heureaux, valiente e impetuoso, salió de La Vega en 25 de julio rumbo a la ciudad de Moca, y en la noche de ese día asistió a un baile en su honor en dicha urbe cibaeña. Desde que El Manco llega a Moca despide a los hombres armados aportados por don Zoilo García.
Después de permanecer en la ciudad de Moca hasta el día siguiente realizando visitas y sosteniendo reuniones con la elite política de aquella ciudad, el general Heureaux decide despedirse de sus amigos, partidarios y seguidores, especialmente de don Jacobo de Lara y de Carlos M. De Rojas, tomando el camino de Santiago, pero cuando llegaba a la salida del pueblo pretexta ante sus compañías un olvido para justificar su retorno al negocio de su compadre Jacobo de Lara alegando haber dejado inconcluso un negocio de compra de muebles, pidiéndole a sus custodios Demetrio y Guarín que le esperasen en la salida a Santiago.
Lilís entonces regresó solo al comercio de su compadre y amigo, una vez allí encontrándose con un catálogo en las manos, y en compañía de sus amigos: Lara, Carlos M. Rojas y Lucas Guzmán a las 4:00 P. M., uno de los conspiradores envío a un limosnero para distráelo y obligarlo a moverse, salir al balcón del local del negocio, y meterse la mano buena en la faltriquera, aprovechando la ocasión el joven Jacobino de Lara para dispararle en parte posterior de la cabeza , en la nuca, aunque también se llegó a decir entre los mocanos que Lilís antes de morir hizo un disparo con el cual ultimó al limosnero Eugenio Ignacio (a) Pío de un balazo en la boca, pero esta versión ha sido desmentida por una hija del Dictador quien sostiene que por la versión que a ella le ofreció personalmente don Jacobo de Lara el primero en disparar fue su propio hijo Jacobino, dicho sea de paso el ahijado de Lilís.
El general Ulises Heureaux recibió siete balazos; el primero se lo dió Jacobito De Lara quien disparó por una rendija escondido detrás de una puerta de dos hojas causándole un raspón en el cuello; luego recibe un disparo en el brazo izquierdo, que le penetró por la cadera, hecho por Ramón Cáceres (Mon), quien ademas le disparó cuatro balazos en el pecho, y cuando Lilís pudo correr, lo hizo pero cayó en plena calle, debajo de un árbol de guásuma, en donde recibió un último disparo, casi a quemarropa, de parte de Ramón De Lara (Mon) que le perforó nuevamente el pecho.
El cadáver del presidente muerto fue levantado por el coronel Cunete Pérez, acompañado de Manuel M. Molina y Leopoldo Comprés. Fue bañado y arreglado por el Dr. Morín y por el farmacéutico M. M. Sanabia, y luego trasladado a Santiago por el gobernador de Santiago general Pedro (Perico) Pepín.
Don Ezequiel Hernández, a la sazón Fiscal de Moca, halló en poder del Dictador muerto un rollo de billetes de RD $ 5.00 y $2.00 pesos de denominación los cuales usaba para regalar a los pedigüeños; un reloj de oro con leontina; unos espejuelos con montura y estuche de oro que no aumentaron ni la previsión ni la visión del Tirano; cuatro botones de oro para pechera que no ayudaron a detener los disparos que rompieron su pecho; dos anillos de oro con piedras preciosas que con el tiempo se hicieron feas; un revolver Smith-Wesson de 9 mm., que no le fue útil para repeler a sus agresores, y en fin estos bienes les fueron entregados a don José de Jesús Álvarez para que a su vez los entregara a los herederos del poderoso difunto. El velorio del cadáver se inició en Moca, pero la noche del 26 de julio la casa donde se hallaba el difunto fue tiroteada por sus matadores provocando una estampida humana entre los asistentes al acto de despedida del difunto, y en medio del corre corre cayeron las velas y los velones y hasta la mortaja cogió fuego al dispersarse los asistentes.
En Santo Domingo el Congreso de la República decretó nueve días de duelo y desde La Fuerza –nombre de la fortaleza a orillas del río Ozama- las baterías disparaban un cañonazo cada 15 minutos. El jueves 27 de julio el Listín Diario titula: “Sensacional. Muerte del General Heureaux. La Insólita Noticia. Detalles Oficiosos. Expectación”.
El entierro finalmente se hizo en la Catedral de Santiago el día 28 de julio de 1899 en medio de un temporal violento.
Debido a la muerte sangrienta del presidente Heureaux no se concluyó un nuevo acuerdo de empréstito que el dictador se hallaba negociando con el prestamista inglés F. H. Morris, lo cual revela el grado de insolvencia económica del gobierno en el año de 1899
De acuerdo con el historiador Luis Felipe Mejía en su obra “De Lilís a Trujillo”, la lista de los conspiradores la encabezaron Horacio Vásquez y Ramón (Món) Cáceres quien había organizado la conjura en su natal Estancia Nueva. Otros conspiradores se hallaban en plena adolescencia: Casimiro Cordero, Pablito Arnaud, Vicente y Blas de la Maza, Doroteo Rodríguez y los hermanos Ramón y Jacobito de Lara, el último de diez y siete años. Colaboraron con ellos, además,los señores Evaristo Nivar y don José Brache, Secretario de la Gobernación de Moca, quien se encargó de avisarles el momento oportuno para el tiranicidio. Todos ellos eran expresión de una juventud idealista, quienes firmes y resueltos, optimistas y desafiantes decidieron en una reunión vespertina poner fin a la larga noche de opresión que arropaba al pueblo dominicano. Ni los dineros de los empréstitos, ni sus espías, y mucho menos el poder militar con que contaba, pudieron impedir su muerte. Con este magnicidio se comenzó a reivindicar la libertad conculcada.
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