NOTIHISTORIADOMINICANA
Lilís: "Soy como el mono...".
Por: Francisco Berroa Ubiera
El tirano dominicano Ulises Heureaux Level (a) Lilís, nació en una humilde cuna en la ciudad de Puerto Plata el 21 de octubre de 1845. Fueron sus padres: El ciudadano haitiano D'assá Heureaux, y la señora Josefa Level, oriunda de Saint-Thomas.
Al nacer fue declarado con el nombre de Hilarión Level , y a los 18 años se enlistó en las filas del ejército restaurador bajo las órdenes del general Gregorio Luperón, siendo Alférez en 1865; Teniente en 1866; Capitán en 1867, y Comandante del Batallón de San Felipe en 1868; alcanzando el rango de Coronel en ese mismo año. Durante la campaña contra Báez (1868-74) logra ser proclamado General tras rescatar el cuerpo inerte de Andrés Ogando, muerto en el sitio de Rincón de Barahona en 1872.
Luego se dirigió al exilio y actúa con Luperón desde el buque “El Telégrafo” usado militarmente para enfrentan a Báez e impedir la anexión a los Estados Unidos; posteriormente fue Ministro de Guerra del presidente Luperón, y su Delegado Especial en el Sur desde 1879 a 1880; además fue Ministro de lo Interior y Policía del padre Fernando A. De Meriño durante su gobierno (1880 a 1882).
Lilís fue un político hábil, y además, fue un hombre con una gran inteligencia, aunque con poquísima formación académica. Aún así fue capaz de gobernar la República Dominicana con mano férrea, primero desde 1882 a 1884, y, luego agota un segundo mandato de 1887 a 1889, para entonces recurrir al expediente de la reelección indefinida, manteniendo absoluto control sobre el Estado hasta que se produjo el tiranicidio acaecido en la ciudad de Moca el 26 de julio de 1899.
Uno de los elementos que le permitió al presidente Heureaux mantenerse en el poder fue el cuantioso flujo de dinero obtenido durante sus gestiones de gobierno por medio de los empréstitos, internos y externos, especialmente los últimos; y en menor medida por el flujo de dinero proveniente de sus amigos prestamistas, quienes ponían en sus macabras manos cuantiosas sumas de dinero a cambio de sus usuales favores: protección personal, el otorgamiento de "facilidades" para la importación de mercancías, la impunidad frente a la evasión de impuestos fiscales y aranceles (contrabando), ciertas concesiones especiales, y hasta por facilitarles el uso restringido y bien dirigido de la represión contra los deudores morosos de los financistas que auspiciaban sus proyectos de dominación política.
Los recursos económicos obtenidos de esta forma Heureaux los empleó para pagar el precio de los Hombres Boas, subespecie de los homínidos caracterizada por su infamia natural y por su reconocida vileza, y por un insaciable apetito para el robo y el crimen, de sentimientos bastardos, y de gran peligrosidad cuando se les tiene como enemigos; este espécimen era y es abundante en nuestra fauna política.
Lilís también gastó muchos recursos monetarios disolviendo conjuras y disgregando rebeliones, o para mantener la incondicionalidad de los beneficiarios de los contratos de las obras públicas del estado, que eran por lo común, sus propios amigos, sus generales y los caudillos subordinados al dictador negro.
Él dispuso de miles de libras esterlinas para dotar a las Fuerzas Armadas de modernos y sofisticados armamentos: compró tres fragatas de vapor para la Marina de Guerra, y fusiles y cañones para el Ejército, considerado por él como su tropa privada.
Asimismo, invirtió cuantiosos recursos organizando un moderno aparato de inteligencia y vigilancia, es decir, un servicio de caliesaje organizado a escala nacional.
Pudo además ejercer el terrorismo de estado con una comprobada efectividad, demostrada por la elocuencia de los hechos, y por sus incontables crímenes de asesinato.
Su otro resorte de poder fue la corrupción. Corrompió y engañó a los campesinos haciéndose pasar por brujo; corrompió a los pueblitas o citadinos llenándoles el vientre y ofreciéndoles inciertas y futuras prebendas; a los intelectuales los envileció con sus exagerados elogios y los consideró "hombres de varita", es decir, simples maestros; corrompió a las mujeres haciéndolas sus amantes y concubinas, prostituyéndolas, y exhibiendo una concubina en cada población.
Lilís repartió los bienes del erario con una mano, y con la otra se llenaba sus bolsillos para satisfacer su peculiar egocentrismo, y así fue derrochando los bienes del pueblo que en el fondo odiaba, gastando los bienes de sus gobernados en fiestas y regalos, joyas y perfumes, amantes y amigos, trajes e insignias, siempre actuando en armonía con su espíritu disoluto.
El presidente Ulises “El Manco” sustento el quehacer político en las lealtades primordiales: los lazos de compadrazgo, el amiguismo, distinguiendo al caudillo del paraje más recóndito de la geografía nacional, y por qué no, también se basó en el destinismo y el providencionalismo. Como sostenía el Dictador en 1892:
"He considerado siempre que la misión particular que me esté reservada por el destino, debía formar contraste con la impaciente soberbia de mis adversarios, y es obedeciendo a esa especial consideración como he podido hacerme superior a ellos, en la templanza de mi carácter".
Posiblemente él conocía en su época más que nadie la psicología social del dominicano, convirtiéndose en un gran simulador, y haciendo ejercicio de una suerte de mutismo social.
Algunas veces se hizo el sufrido para obtener el apoyo de los demás, expresándose en estas ocasiones de esta manera: "...Hay días que deseo morir pero Dios no quiere hacerse cargo de mí; los que quieren hacerse cargo de esa prerrogativa no me convienen y por lo mismo tengo que caminar con la cruz hasta el calvario".
Y según le era conveniente, decía: "...En la confianza está el peligro", y desconfiaba de todos, declarándose asimismo como oportunista, sosteniendo: "Ante todo soy oportunista", y llegó en más de una ocasión a dar este consejo: "La habilidad política consiste en muchas cosas distintas, pero en ella hay puntos que no deben dejar de apercibirse, tales como la atracción, el disimulo, la prudencia, la persistencia, sin dejar de ser bajo ningún caso oportunista".
Nuestro Lilís El Manco conocía muy bien al medio social dominicano y la forma de pensar de los grupos sociales constituidos. Conocía el comportamiento político de su época, y por ello tomó precauciones para evitar que le sacaran el jugo, "y luego me arrojen al fuego como bagazo", y además creyó que "en el país en que vivimos, el día que le sepan encontrar al hombre la vuelta, lo enderezan, y entonces viene a ser uno nulidad como todos los que han sido puestos a prueba", por lo cual, recomendaba el uso del “...disimulo que conviene al trato de nuestros adversarios, es necesario tener la sonrisa en los labios para excitarlos al beso de Judas".
Para diferenciarse del resto de sus conciudadanos el caudillo de Puerto Plata gastó miles de papeletas en caros uniformes, usados por él impecablemente limpios, luciendo vistoso y atractivo a pesar de su tez oscura, y sus facciones ordinarias, opacando de esta forma la presencia de sus funcionarios y conmilitones.
Pagaba la adulación con favores y dinero; sus aduladores eran distinguidos y esta conducta provocaba mas adulación, aunque en el fondo de su ser atormentado odiaba a sus zalameros, y se distinguió por no tener amores en política.
El Manco Lilís trataba a los demás según el trato recibido, nunca impaciente ni cobarde, esquivo y cuidadoso, siempre hizo creer que tenía poderes sobrenaturales y que se hallaba protegido por pociones mágicas, al decir del doctor Balaguer, su pariente lejano, en su obra "Los Carpinteros", Lilís se hallaba "untao", y por ello se hizo asimismo acreedor de un halo de malignidad, lo cual hacía valer en afirmaciones de este tipo: "La escritura enseña que Caín mató a su hermano Abel, ¿por qué?, ¡Por envidia! y Abel estaba reputado por bueno".
En consecuencia, él creyó que debía ser siempre malo, y no guió sus actos de gobierno ni por ideologías ni por sentimientos. De él opinó el prócer puertorriqueño Ramón Emeterio Betances:
"Va a la iglesia, se arrodilla y reza como ciertos bandidos italianos que después de asesinar a un hombre, hacen acto de contrición, y vuelven luego, sin embargo, a las andadas."
"Este indigno farsante cree, además, en los milagros de la virgen de la Altagracia, de Higüey, que piensa él, ha hecho de un vagabundo un Presidente de la República."
"Repite frecuentemente esta sentencia: "Quien roba un huevo roba un buey".
"Ahora bien: los huevos, es decir, los bueyes de este bandolero con insignias de magistrado, son los empréstitos."
"Varios [empréstitos] considerables, ha contraído en nombre de la República, apropiándoselos todos con inaudito cinismo."
"Yo no he robado al país" -dice en estos casos, con la vocecita de siempre-. "Los robados son los extranjeros".
Este hombre de las sombras fue un sobresaliente y aventajado discípulo de Maquiavelo, y según él entendía el fin justificaba los medios. Hubo ocasiones en que intentó conjugar su espada de soldado con la pluma del estadista, pero el intento le fracasó, sin embargo, aunque con deficiencias ortográficas y sintácticas, escribía con pasión, tratando de hacer de su epistolario un recetario de formulas políticas para sus amigos, dándose ínfulas de maestro, por ello entendía como Maquiavelo que: "...A los hombres hay que ganarlos con beneficios o destruirles, porque se vengan de las pequeñas ofensas, de las grandes no pueden; así que la ofensa que se haga a un hombre debe ser tal que no de lugar a la venganza".
Una de sus historias menos conocida es la de su tirantez con el general Eugenio Generoso De Marchena en 1892. Ese año el país se enrumbó hacía un certamen electoral, y en consecuencia, el Presidente se interesó en saber quiénes bajo su manto de protección aspiraban al ejercicio del poder; prometiendo en tal virtud comicios libres y limpios, y su plena abstención en los mismos.
Entonces se le creyó, y así surgieron las candidaturas de los generales Abelardo Nanita y Eugenio Generoso De Marchena, ambos del entorno del Mandatario. Al primero, el dictador lo consideraba su amigo leal, y nunca un adversario, por lo cual le dejó gastar algún dinero que él mismo le facilitó, y le permitió armar cierto alboroto, aunque fuese a la sazón su Ministro de Guerra y Marina; el segundo si era de temer, porque Lilís le reconocía sagacidad política, audacia militar, inteligencia poco común, y cierto poder económico que el mismo le había patrocinado.
El general de Marchena había sido servidor incondicional del Ejecutivo, desempeñándose en varios cargos públicos: fue gobernador de la provincia de Azua, Delegado Político del Dictador, y en otra oportunidad su Agente Financiero y Embajador Plenipotenciario en Europa, en donde realizó las gestiones que culminaron con la aprobación del empréstito por la suma de 770,000.00 libras esterlinas con la Casa Westemdorp de Holanda en 1888, repartiéndose ambos en secreto una fructífera comisión que les benefició mutuamente.
Era además el Inspector General del Banco Nacional de Santo Domingo, de capital francés, establecido en nuestra nación gracias a una concesión facilitada por el mismo Heureaux a su amigo De Marchena para instalar en la República la Sociedad de Crédito Inmobiliar de París en 1889, y que éste usó para lograr con ciertas ventajas personales el establecimiento de la entidad bancaria. Asimismo, juntos obtuvieron un nuevo préstamo con la Casa Westemdorp por la suma de 900.000.00 libras esterlinas en 1890. El general De Marchena se encargó de elaborar un plan político para sacar a Heureaux del poder, y para contrarrestar la influencia que según él los Estados Unidos ejercía sobre Lilís, sin tomar en cuenta la que ejercía el capital europeo sobre su propia persona.
Este general convertido en financista contó con el apoyo de un consorcio de banqueros del viejo mundo -belgas, franceses, españoles, alemanes, e ingleses-, trató de desplazar a Heureaux del poder, precisamente, en un momento en el cual los Estados Unidos levantaba en todo el hemisferio su bandera imperialista poniendo en practica la denominada doctrina Monroe, preámbulo del plan estratégico de Alfred Thayer Mahan para asumir el pleno control del hemisferio, y del resto del mundo.
Además, ese era un momento caracterizado por la sustitución de la compañía The Westemdorp & Co., de Ámsterdam, Holanda, por otra de capital norteamericano: The San Domingo Improvement Company of New York, la cual pasó a ejercer el control de las aduanas del país cuando asumió por subrogación las prerrogativas de la compañía holandesa.
Inclusive, el general De Marchena prometió entregarle al consorcio, en arrendamiento perpetuo, la península y bahía de Samaná, acción que desarrolló como una jugada política que fue común en el país desde la época de Pedro Santana, y llegó a prometer -haciendo que Lilís levantara la guardia- la conversión de los bonos de la deuda pública del país en bonos de una nueva emisión, prometiendo la creación de un fondo de reserva de RD.$5,000,000.00 disponible en las arcas del banco dirigido por el general De Marchena, para usarlos solucionando cualquier contingencia internacional, y para establecer el patrón oro en la Nación.
Receloso el Tirano ante este programa de gobierno, enfrentó y frenó de inmediato la carrera política de su antiguo Agente Financiero, para lograr este objetivo, lanzó su candidatura a la reelección, usando los amplios recursos disponibles -todos los que ofrece el poder-, y la amplia base de apoyo político creada durante sus años de gobierno, para lograr una fácil derrota De Marchena en el escrutinio electoral.
Por su parte el general De Marchena perdió el sentido común y actuó como una fiera ensoberbecida, desconociendo la aún ostensible ola política de Lilís, enfrentándolo en vano, dado el poder de coerción y convocatoria del Dictador en ese preciso momento.
Por ello, el Banco representado por el propio De Marchena implementó una represalia política contra Ulises Heureaux, suspendiéndole el crédito bancario, al igual que los ministros del Presidente, sobre la base del argumento de la existencia de una deuda pendiente de pago de Lilís, y además, para agravar su ya delicada situación, De Marchena ordenó al Director del establecimiento financiero embargar las cuentas del Presidente de la República, sus acreencias privadas, como garantía colateral al pago de sus obligaciones.
La reacción de Heureaux no se hizo esperar, y con una sorprendente habilidad traspasó al instante sus intereses a su acreedor don Jacobo de Lemos, iniciando un proceso judicial que a la postre perdió el Banco, ordenando la sentencia la devolución de los bienes retenidos.
Se produjo una negativa más De Marchena y sus asociados para devolverle a Lilís sus muy preciados bienes, y El Pacificador de la República usaría sus contingentes castrenses para retirar las cajas de seguridad de la entidad comercial y recobrar sus ahorros manu militari.
A fines de diciembre de 1892 el general De Marchena fue apresado cuando intentaba zarpar por el puerto de Santo Domingo. Fue prisionero de Heureaux por un año completo, siendo confinado en la cárcel de La Torre del Homenaje de La Fuerza, de donde salía únicamente cuando el Presidente se embarcaba, quien por temor a que promoviera desde la cárcel alguna conspiración, siempre lo llevaba consigo, y fue por ello que De Marchena durante todo un año fue convertido en el obligado compañero de viajes de Heureaux, casi siempre confinado en la bodega del barco mientras Lilís disfrutaba las comodidades del camarote presidencial.
El general Joaquín Campos, gobernador de Azua, fue victima de una conspiración que le costó la vida en 1893; aprovechando Heureaux la situación inculpó al general De Marchena, su prisionero político, de dirigir a los asesinos del gobernador Campos, y de tramar un atentado contra su propia vida, por lo cual ordenó su fusilamiento, conjuntamente con los hermanos Báez Figueroa -sobrinos de Buenaventura Báez-, en el lugar denominado La Clavellina de Azua el 22 de diciembre de 1893.
Por su parte, el gobierno francés intervino en el conflicto mediante su Cónsul. Las cajas retiradas del banco fueron selladas por oficiales del consulado, y el Cónsul solicitó el retiro de los funcionarios dominicanos de las facilidades de la entidad crediticia hasta que se llegase a un acuerdo con su gobierno.
Por supuesto, Heureaux no aceptó lo dispuesto por el Cónsul, lo cual provocó la visita de dos buques de guerra del país galo, al mando del Almirante Abel de Librán, quien incluso visitó al Presidente en Palacio para intimidarlo, haciendo irrespetuosas exigencias a Lilís con la prepotencia de un Napoleón.
El presidente Heureaux oyó atentamente los argumentos del Almirante francés. Meditó largamente, sorprendiendo a su interlocutor al decirle:
-"¿Almirante, está usted familiarizado con la teoría de Darwin?".
Como era de esperarse ante una pregunta tan inoportuna el Almirante se sintió molesto, sin salir de su asombro ante la pregunta de Heureaux, quien con su trato afable le pidió excusas, y aclaró que la pregunta había sido mal formulada por él, que daba por cierto que el Almirante conocía la teoría de Darwin, y que más bien, la pregunta que él (Lilís) había querido hacer era que sí el Almirante estaba o no de acuerdo con la teoría del naturalista inglés sobre el origen del hombre, para afirmar de inmediato y sorprender aún más al oficial francés: "Yo si creo a pies juntillas en la veracidad de ella"-dijo Heureaux, y agregó: "Y estoy convencido de que el negro desciende del mono, y usted sabe Almirante, que cuando un mono agarra una cosa jamás la suelta".
De esta manera Ulises Heureaux justificaba su actitud de no devolver al Banco Nacional las cajas de seguridad, aunque lo que más influyó sobre al Almirante no fue precisamente la lección del Presidente sobre la descendencia del mono, sino la presencia de tres buques de guerra de los Estados Unidos realizando prácticas de tiro, y observando la actitud de los marinos y barcos franceses al mando del Almirante De Librán.
Por aquellos lejanos años los Estados Unidos se disputaban con las potencias europeas el control de las tierras y mares del Nuevo Mundo, y Heureaux se aprovechaba de estas disputas imperialistas para mantener el control de país, convertido para entonces en una propiedad de The San Domingo Improvement Company of New York, la compañía de los Estados Unidos que ejercía el control sobre las aduanas nacionales.
Y en honor a la verdad, hay que dudar que Heureaux hubiese leído a Darwin, aunque todo es posible, pero lo cierto es que no tan sólo en aquella ocasión se había comparado con un antropoide superior no humano, mucho antes decía:
-"Soy como el mono, en agarrando no suelto".
Y Lilís nunca soltó.